Toros

El capote que palió la decepción

  • En la corrida más esperada, los ‘juampedros’ se cargaron una tarde que tuvo un oasis en el toreo de capa de Juan Ortega

  • El trianero tocó pelo y Morante se estrelló en un muro

Mentón hundido en el pecho, las manos muy bajas, el capote cogido cerca de la esclavina, las plantas asentadas en el albero y el toro queriendo coger un imposible, es Juan Ortega con su primero.

Mentón hundido en el pecho, las manos muy bajas, el capote cogido cerca de la esclavina, las plantas asentadas en el albero y el toro queriendo coger un imposible, es Juan Ortega con su primero. / Juan Carlos Muñoz

Estábamos ante la tarde de Sevilla y aunque las circunstancias se cruzaron para ponerse en contra por la ausencia de Pablo Aguado, la tarde continuaba con la sevillanía en su tarjeta de visita. Mano a mano de dos sevillanos de enorme predicamento y con los toros artistas que cría Juan Pedro en El Castillo de las Guardas, con lo que puede afirmarse que tiempo hacía que Sevilla no acudía a la cita con esta ilusión de viernes de Feria de San Miguel, que hasta volvió a colocarse ese signo de agradable normalidad que es el cartel de “no hay billetes”.

Morante, un gallista que bebe de la fuente inagotable de Juan Belmonte, en noble lid con Juan Ortega, belmontista fanático y que lleva a Triana en el ADN. Es como una alineación planetaria la de este duelo que luego saldrá como salga, pero nadie podrá dudar de que no hubo una tertulia ni una reunión de barra en la que no se hablase de este vis a vis entre dos toreros de similares conceptos, pero como enfundados en ropajes bastante diferentes. Pero el hombre propone, Dios dispone y el toro descompone. Una vez más, como tantas y tantas veces, el envío ganadero iba a hacer de antídoto para el cúmulo de ilusiones que se almacenaba en los tendidos. Claro que estábamos ante dos toreros con la faltriquera llena de duros, por lo que nunca les falta ni les faltará a Morante y a Ortega el duro con el que cambiar el rumbo del destino. Y ahí tenemos cómo Ortega hacía levitar a Sevilla con el capote a su primero.

Curro Puya, Cagancho, Curro y Paula fundidos en un torero de Triana para la verónica que sólo se da en sueños. Tremendo el recital de Juan Ortega en su primera entrada en escena y después de que Morante hubiese luchado contra un toro inapropiado y el piso. Ya, antes de que sonara el clarín se fue a la raya, la pisó para comprobar si resbalaba y a partir de ahí nada le salía. La tarde de Morante la pasó como a disgusto por cuanto acontecía, por lo resbaladizo del albero y por las condiciones de lo que iba saliendo por chiqueros. Y eso que nunca tiró por la calle de enmedio. Incluso se lució en sendos quites a toros, segundo y sexto, de Ortega , insistió lo indecible con la muleta y hasta logró enjaretar algún que otro muletazo de su cosecha. única e inigualable. Estaba claro que la tarde no le acompañaba y que por causas diversas todo iba a ir sumiéndolo en una tristeza que no podía ni, al parecer, quería disimular. Lo más positivo fue que Sevilla estuvo con él, cariñosa y apoyándolo en la seguridad de que pronto encontrará motivos sobrados para ovacionarle.

La tarde fue más conmiserativo con Juan Ortega, ya que si hubo dos toros que medio sirvieron les correspondieron a él. Pero vayamos por partes y pongamos el acento en el recital que a la verónica dio con el segundo de la tarde, de nombre Viñero y negro mulato. Me quedo sin adjetivos para contar cómo fue el suceso y quizás no recordaba a la Maestranza tan entregada con un capote desde que cierto Faraón se fue. Toda la gitanería, toda Triana acumulada en las muñecas de Juan Ortega para, barbilla hundida en el pecho, y las manos imposiblemente bajas interpretar el lance fundamental. Con la muleta estuvo a grandísima altura, pero lo pinchó. Con el cuarto estuvo como buenamente pudo y al que cerró plaza le cortó una oreja tras un quite de Morante que Ortega replicó también por Chicuelo. Faena torerísima con ambas manos, gran estocada y premio, único en una tarde de la que se esperaba mucho más de lo que pasó. Pero ese capote...

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