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La modernidad residencial aplazada en Tarifa (I)

Instituto de Estudios Campogibraltareños

Entre 1939 y 1943 se redactaron tres proyectos de viviendas protegidas en Tarifa para paliar el déficit residencial de la ciudad

Eran proyectos con formulaciones funcionales y económicas de la arquitectura moderna para un perfil de humildes habitantes locales

Residencia de oficiales de Tarifa, construida en la parcela reservada para el proyecto de 12 viviendas protegidas, en una fotografía actual.
José Ramón Rodríguez Álvarez

Tarifa, 10 de marzo 2025 - 04:01

A la finalización de la guerra civil uno de los grandes problemas de Tarifa, junto a las carencias económicas, era el de la vivienda. La inexistencia de un parque residencial con el que absorber de forma adecuada el fuerte incremento de habitantes que desde 1920 se había comenzado a experimentar. Este incremento alcanzó techo en 1950 con un 50% más de habitantes, trazando el mayor aumento poblacional del siglo XX en Tarifa. Esto provocó que en el deteriorado y maltrecho tejido urbano de la ciudad, circunscrito mayoritariamente aun al solar intramuros a su recinto amurallado, se acrecentara el número de personas hacinadas en pésimas condiciones higiénicas.

En ese contexto, entre 1939 y 1943 se redactaron por iniciativa pública tres proyectos residenciales de viviendas protegidas en Tarifa en tres solares de propiedad municipal. Al objeto de paliar el problema habitacional según las formulaciones funcionales y económicamente racionales de la arquitectura moderna surgen tres proyectos residenciales pioneros.

Bloque de 12 viviendas protegidas en la calle Amargura

En 1939, el arquitecto sevillano Alberto Balbontín redactó un anteproyecto de 12 viviendas protegidas en un solar cedido al Instituto Nacional de la Vivienda por el Ayuntamiento de Tarifa. Se trata de un solar excelentemente situado en alto en un borde del recinto intramuros de la ciudad. Disponía en su lindero de mayor longitud de unas excepcionales vistas del estrecho de Gibraltar, con la costa de África como telón de fondo. La calle Amargura, en primer lugar, y, anexa a ella, los jardines del Miramar dibujaban transversalmente un vacío urbano entre el solar y la muralla islámica de la ciudad. En su parte inferior, rompiendo sobre sus piedras, las aguas del mar Mediterráneo.

Anteproyecto de bloque de 12 viviendas protegidas en la calle Amargura.

El anteproyecto, que habría de servir de base para la construcción de “habitaciones higiénicas y alegres destinadas a familias humildes de obreros del mar”, fue aprobado por la Superioridad del Instituto Nacional de la Vivienda el 23 de diciembre de 1939.

En febrero de 1940, Balbontín redactó un proyecto en desarrollo de lo anticipado por el anteproyecto aprobado. La solución arquitectónica no difería sustancialmente entre ambos documentos. Tal solución consistía en un bloque lineal de doble crujía y tres plantas de altura, paralelo a la calle Amargura y configurado según una rotunda envolvente de evidente rigor geométrico. Se situaba entre dos espacios ajardinados que amortiguaban el contacto con la citada calle, en su parte delantera, y con las medianeras trapezoidales de la parte trasera del solar. Las viviendas, las células del bloque, se dispusieron todas linealmente sobre su ancho completo, de modo que cada una de ellas podía disfrutar de vistas al paisaje, a través de la crujía exterior, y a los jardines traseros, a través de la interior. Dos de los tres dormitorios con que contaba el tipo general de la vivienda y tres de las cuatro mismas piezas que componían las viviendas que resolvían el encuentro irregular de la esquina este del solar disponían de vistas al Estrecho.

A la derecha, en alto respecto a los jardines del Miramar, y en cuña, el solar previsto para la construcción del bloque de 12 viviendas protegidas de Alberto Balbontín.

En el comedor que junto con la cocina presidía la composición de las viviendas se potenciaba el aprovechamiento del exterior con la disposición a todo su ancho de un porche en la planta baja y de terrazas en las superiores.

Tal articulación instalaba en ese momento en Tarifa un concepto plenamente moderno: el funcionalismo. La máxima utilidad con la mínima inversión de superficie. Más fin con menos medios, justo en las antípodas a las tradicionales soluciones residenciales del tortuoso parcelario de la ciudad. En este nuevo paradigma habitacional todo era eficacia: los flujos entre grupos de viviendas se resolvían vertical y horizontalmente con un mismo elemento, con núcleos de escalera que interrumpían las viviendas en la crujía trasera al tiempo que las cosían; y los flujos internos se confiaban al comedor como si de una plaza doméstica se tratara. En la ordenación de los elementos de las viviendas había también un trasunto sanitario e higiénico. Igualmente, resultaba inusual hasta la fecha, en la ciudad, el estudio de la orientación solar para la optimización de la ubicación de los espacios habitables. En la memoria del proyecto, Balbontín justificó la adecuación de los espacios previstos según sus orientaciones al sur, en la fachada principal, y a poniente, en la lateral izquierda, a la calle San Juan.

La disposición de los espacios ajardinados jugaba un importante papel en el conjunto.

Además de lo antes señalado, ayudaban a regular sus separaciones externas, con la calle, e internas, con las medianeras irregulares, por donde se resolvían los accesos al bloque.

Balbontín indicó en la memoria del proyecto que su disposición “permite que las viviendas situadas en la planta baja tengan jardines independientes, evitándose la construcción de escaleras por la calle Amargura, en la que el desnivel va aumentando hasta dos metros”. Y que “los jardines embellecerán el conjunto, consiguiéndose, además, una construcción más simple y económica y de superior condición sanitaria a la que obtendríamos de haber seguido un criterio de mayor aprovechamiento del espacio disponible”. Sacrificando edificabilidad obtenía más calidad, por menos coste.

La construcción del edificio se estudió al objeto de minimizar costes económicos, para lo que se propuso una materialidad de corte local aprovechando los sistemas constructivos y elementos de uso corriente en Tarifa, entre ellos, la piedra, de “excelente calidad”. Otro aspecto reseñable del proyecto es la reflexión que en él efectuó Balbontín del concepto, presumiblemente accesorio para la arquitectura moderna, de decoración. A cuya traducción en el edificio calificó y justificó de “muy simple, de acuerdo con el destino del edificio, intentando conseguir en la ordenación de los huecos de fachada (..) que el conjunto no desentone de las construcciones existentes en el pintoresco lugar en que ha de ser emplazado”.

Anteproyecto de bloque de 12 viviendas protegidas en la calle Amargura.

A pesar de la supeditación de la respuesta al problema de la vivienda desde el pragmatismo económico, impermeable a divagaciones estilísticas, Balbontín se sirvió en la composición de los alzados de una escueta reinterpretación figurativa del repertorio de la arquitectura de raíz popular. Este enfoque facilitaba a la ciudad la aceptación y la comprensión de una formulación arquitectónica sin referentes anteriores. No obstante, entre esos elementos simbólicos tradicionales, se intercalaron, en las escaleras, unos óculos, estilemas representativos del repertorio moderno.

Por desgracia, este edificio no se construyó. En su lugar fue construida una residencia para los mandos oficiales del destacamento militar de Tarifa y sus familias. Esta residencia militar se resolvió con una arquitectura de un corte ajeno, anterior a la moderna, diferente en su volumetría y en su lenguaje menos depurado y más exuberante a lo proyectado por Balbontín.

Aún así, también evidencia su disposición en alto respecto de la calle Amargura y su aprovechamiento de las excepcionales vistas, como Balbontín propuso en su edificio. En Catastro consta 1945 como año de construcción de la residencia militar. En 1946 apareció incluida en una publicación dedicada a Tarifa en la que se la calificó como moderna: “rima con las vetustas edificaciones castrenses la moderna Residencia de Oficiales que responde, en primer tiempo de saludo, al respetuoso miramiento del bien sentido orgullo militar”.

Artículo publicado en el número 61 de Almoraima, revista de estudios campogibraltareños. Octubre de 2024.

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