Cultura

Lorenzo Silva habla de la "situación irreversible" de cruzar la línea moral que relata en 'Púa' en la Feria del Libro de San Fernando

Lorenzo Silva (d.) y Enrique Montiel de Arnáiz, en la Feria del Libro de San Fernando.

Lorenzo Silva vuelve a San Fernando y lo hace de nuevo sin eludir cuestiones espinosas como las consecuencias que ha supuesto tratar en sus libros temas como el independentismo en Cataluña o la lucha contra el terrorismo de ETA. "He pagado un precio", admite pero deja claro que en su nueva novela, Púa, la que presenta en la Feria del Libro de este año no opta por un terrorismo "indeterminado", sin hechos y lugares concretos, por alejar esos problemas sino por la historia que quería contar, cómo afrontan las personas las consecuencias de sus actos que superan los límites de la moral.

"¿Tenías miedo de romper un acuerdo con Bildu?", bromea el presentador de esta cita con el escritor de Getafe, Enrique Montiel de Arnáiz, sobre el cambio que hay a la hora de acercarse al independentismo catalán en La llama de Focea, la última novela publicada de la serie sobre los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, y cómo atiende al terrorismo y la lucha clandestina contra este sin ubicarlos. "En uno pones las cartas sobre la mesa y en otro las ocultas", señala el escritor isleño. Silva se ríe por la pregunta y explica sus razones: quería mostrar cómo afrontan las personas las consecuencias de ese paso que dan. "Cómo se cruza la raya y cómo se vive con la situación irreversible de haber cruzado esa raya", son las preguntas a las que quería dar respuesta.

La novela sigue "el argumento clásico del thriller", comenta el autor tras hacer una breve sinopsis Montiel de Arnáiz para no destripar la obra: un antiguo agente secreto es llamado por su antiguo compañero para que cuide a su hija, "a partir de ahí llega el thriller y la pasión". El personaje protagonista abandonó su profesión hace tiempo y está oculto. Huye de su pasado, pero el pasado llama a su puerta y le obliga a volver. "Le obliga por lealtad a su compañero que le descarga sobre la espalda un imperativo categórico que le obliga a volver a ser quien no quiere ser", concreta el madrileño. En la novela, Púa recuerda cómo llegó a esa vida oscura.

Lorenzo Silva ha aprovechado las investigaciones y entrevistas realizadas para otros trabajos para internarse en los personajes "que han cruzado una línea, que no van a poder reparar lo que hagan". Aprovecha las horas de conversaciones con guardias civiles, policías, criminales en la cárcel, integrantes de la estructura militar de ETA, militares que han estado en combate. "Si después de seguir a una persona durante semanas para estudiar sus rutinas y decidir cuál es el mejor momento para asesinarlo aprietas el gatillo o le das la información al que va a apretarlo, eso no tiene remedio", pone de ejemplo. "Si tienes una persona detenida con una información, y esa información te parece importante porque puede salvar una vida, y en lugar de preservar su integridad y su dignidad como te obligan las leyes la torturas, eso ya no tiene vuelta atrás, te condenen después o no", cambia de escenario. "Si estás en una situación de combate, con una persona en el visor del fusil y a prietas el gatillo, eso no tiene remedio, a esa persona la llevas en la mochila para siempre", insiste.

"Cuando pasas la raya, usar a la gente, torturar, manipular... son actos indecentes bajo cualquier paraguas moral", advierte. En Púa, el autor trata de responder a las dudas sobre "cómo se lleva eso". "Esa es la historia del personaje", precisa.

Una historia que le estorbaba

Silva abunda en que lo que plasma en el libro "no es nada de lo que me han contado, pero sí está alimentado" por ello. Se basa en los datos que maneja para construir la historia que cuenta, igual que ocurre con la guerra sucia contra el terrorismo que forma parte del telón de fondo de esa historia, aunque no concrete. "Quería salir de los hechos, por una vez salir de la anécdota de lo que fue una guerra sucia, la de los GAL, sobre la que además solo tenemos dos fragmentos de esa historia. Tenemos el sumario del secuestro de Segundo Marey por el que acabó en prisión un ministro, poca cosa; y el sumario de Lasa y Zabala por el que acabó en prisión un general de la Guardia Civil. Pero los GAL fueron algo difuso, no sé hasta qué punto están conectados esos casos. Son solo dos de los crímenes de la guerra sucia en los años 80 cuando hubo un par de docenas más de asesinatos, de personas vinculadas con ETA, personas sin ningún vínculo. Pero no hay una historia bien contada. Solo deja ver excesos de guardias civiles con unos detenidos por un lado y, por otro, funcionarios policiales que según la sentencia firme del Tribunal Supremo con indicaciones del Gobierno hasta nivel ministerial hicieron operaciones utilizando fondos reservados, que algunos desviaban para gastos particulares y para contratar mercenarios, delincuentes".

No era lo que quería contar, la personalidad de las personas implicadas y la fragmentariedad del relato judicial "me estorbaban" porque "quería llegar al fondo moral del asunto". Esa historia donde hay chapuzas, se mata a quien no se debe, se gasta dinero de fondos reservados en casinos no le interesaba porque quería "personajes con una estatura y una estructura más compacta". Buscaba hablar de la guerra sucia en general, un fenómeno "no exclusivo" de España. Francia, Italia, Alemania o Reino Unidos son ejemplos de que "no es un caso único en la democracia española". "Me interesaba el fondo de esto, que es una paradoja: para defender el estado hay que saltarse las leyes. ¿Y qué es el estado si no sus leyes?", se pronuncia. Dan el paso "personas con una dimensión corrupta, con una conducta psicopática, pero otros lo hacen por convicción y saben que se la juegan porque se están manchando las manos", explica. "Es la historia en la que quería indagar sin la atadura de una historia".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios