Pronto se cumplirán 130 años de la inauguración de la vía férrea Algeciras-Bobadilla. Ciento treinta años en los que apenas ha variado el trazado de un trayecto cuyos orígenes tuvieron poco de autóctonos. Fue la empresa británica Algeciras-Gibraltar Railway Company la que ideó el recorrido que unió desde entonces la bahía con la ciudad malagueña a través de la serranía de Ronda. Descartado el proyecto inicial de enlazar con Madrid a través de Puerto Gáliz y Jerez, fue capital británico el que costeó las obras e ingenieros británicos los que diseñaron las estaciones que jalonan el recorrido que acabó siendo definitivo. Fueron también británicos los que erigieron sendos hoteles de lujo en Algeciras y Ronda, las ciudades que acabaron convirtiéndose en hitos de una línea que utilizó el curso del Guadiaro, entre barrancas y quejigos; una línea que con la conferencia internacional de 1906 adquirió su mayoría de edad.

Desde entonces, poco ha cambiado. En los comedios del siglo pasado, los expresos nocturnos de Madrid o la Cochinita de Granada llegaban llenos a un puerto adonde descendían no pocos viajeros dispuestos a continuar su viaje cruzando el Estrecho. Eran tiempos en los que el uso de la vía férrea que surcaba las barrancas del Guadiaro compensaba frente a carreteras por las que los viajes se hacían interminables. Desde entonces, la red de carreteras ha mejorado; el Campo de Gibraltar ha superado los doscientos setenta mil habitantes y el puerto se ha convertido en un referente internacional. Sin embargo, la vieja vía férrea hasta Bobadilla solo parece acumular años de desidia y abandono. Leemos titulares en los que se especifica que tras estos tiempos de pandemia, Algeciras posee escasos servicios de tren: muy pocos con Madrid y de media distancia hacia Santa Ana. Y no resulta extraño. Viajar hoy en tren a la capital se ha convertido en una decisión plena de incertidumbres; las constantes averías e incidentes no garantizan el cumplimiento de los horarios para trasbordos y enlaces; además, las largas detenciones en los apartados olivares de Antequera no resultan el mejor aliciente para un viaje. Aparte de persistentes manifestaciones de algunos ciudadanos concienciados tras una pancarta en la plaza Alta y aparte del general sentimiento a favor de mejoras sustanciales del servicio, poco se ha hecho por revertir la situación. Las vías que llegan a la estación de Algeciras cada vez están más vacías y ofrecen en demasiadas ocasiones la apariencia de sufrir una enfermedad que acabe convirtiéndolas en vías muertas. Resulta prioritario cambiar la tendencia y que el viejo trazado inglés no se transforme en una vía verde desde la que podamos atravesar las barrancas del Guadiaro practicando senderismo los fines de semana o fiestas de guardar; eso sí, sin riesgos de averías y retrasos.

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