Al Gobierno se le empieza a poner cara de Inspector Clousseau, ese que sale del paso no sabemos muy bien cómo, tras incurrir en una serie de torpezas e impericias innecesarias.

En un primer y rápido llamamiento a mi memoria, está la rigidez que mostró a la hora de dar a conocer a la población los integrantes de la Comisión de Expertos que decidía qué podíamos hacer y qué no a consecuencia del Covid-19 en un momento en el que se demandaba la mayor de las transparencias; el encuentro bilateral "histórico" entre Pedro Sánchez y Joe Biden; la decisión unilateral e imprudente, por lo bajini, de cambiar de estrategia con respecto al Sáhara…

Ahora, sumamos otra más a esta lista. De un día para otro, la LOMLOE -que implica páginas y páginas de análisis- ha pasado de enterrar la Filosofía en la ESO a, al parecer, auparla en su máximo esplendor. Por un error de comunicación. Por una torpeza. El Gobierno es consciente -y si no lo es, vive en otra realidad- de que el tratamiento de esta disciplina es uno de los asuntos que más polémica ha generado en la historia educativa.

La también denominada Ley Celaá elimina la Filosofía como asignatura optativa en el cuarto curso e introduce Educación en Valores Cívicos y Éticos, relacionada con el área de la Filosofía. Pero esto se confirma después de publicarse el decreto, en corrillos con periodistas y con llamadas a redacciones. Primero se alimenta a la bestia mediática, esa ansiosa por derrocar gobiernos, y ya después, si eso, se explica de forma más detallada.

Tampoco se explica de manera clara en el comunicado del Gobierno que las CCAA que así lo deseen podrán mantener la Filosofía, como tal, como una optativa en 4º de la ESO (14 de 17 ya han comunicado que lo harán). Las comunidades son las encargadas de fijar entre el 50% y el 60% del horario escolar gracias a las transferencias en materia de educación. Esto, si bien puede parecer algo que debería saber toda la población, para nada lo es. El Ejecutivo -no solo este- se olvida de que no solo gobierna para curiosos, enterados e intelectuales, sino para todas las clases sociales, con sus dificultades vitales y diferencias.

El problema es que difícilmente abandona ese lenguaje oficialista, de BOE, que hace inentendible alguna de sus decisiones. Por otro lado, aunque todavía no se ha publicado el currículo de bachillerato, en su borrador sí se contempla que en segundo curso la asignatura vuelva a ser obligatoria. En resumen: ¿se elimina la Filosofía del programa educativo? No. ¿Cambia la manera de impartirla? Ligeramente. ¿Se va a impartir más Filosofía ahora? Parece ser que sí. Pero algo ha fallado cuando ni algunos docentes lo tienen claro.

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