Tierra de palabras

El sentido último

El verdadero propósito en la vida de una persona guarda relación con aquello que le hace dusfrutar

Carl Jung afirmaba que el inconsciente no era en ningún caso la parte sobrante del consciente sino que estaba dotado de contenido propio. La creatividad la consideraba uno de los atributos que el inconsciente guarda. Se cuenta el ejemplo de un joven violinista que intentaba tocar siempre de manera extremadamente consciente, poniendo su atención absolutamente en todo: desde el modo en cómo colocaba el instrumento en su hombro hasta el detalle técnico más frívolo. Esta actitud fue lo que al parecer le llevó a un completo fracaso artístico. En situaciones como estas, la mejor terapia consiste en tratar de devolverle al sujeto la confianza en su instinto. Se le hizo ver al joven que su inconsciente era mucho más musical y artístico que su consciente y una vez fue capaz de otorgar una mayor confianza a sus capacidades instintivas, consiguió liberar finalmente todo su potencial creativo. Aspectos como el arte, la creatividad, la imaginación, la fantasía, el juego, la magia, la ilusión, la belleza e incluso el amor, residen por algún tipo de ordenamiento psicofísico en el inconsciente espiritual del ser humano y basta que se les permita su libre expresión para que todo ello salga a relucir de forma espontánea. Suele ser tendencia el no entender que nuestro propósito en la vida reside en tener desatendido al inconsciente. Quizá la dificultad sea no llegar a admitir su sencillez dado que asociamos el éxito a los grandes logros personales y a un reconocimiento social. Pero el verdadero propósito en la vida de una persona simplemente guarda relación con aquello que le hace disfrutar, aquello que le gusta hacer, aquello que se le da bien y aquello con lo que se siente satisfecho y realizado. Es ese talento o vocación especial por algo en particular lo que nos muestra el camino. Sin embargo, nos enseñaron, y nosotros repetimos enseñando, el camino equivocado: no es necesario sobresalir por encima de los demás y además sentir que nuestro éxito lleva implícito un reconocimiento que en muchas ocasiones no llega, lo único que consigue es frustrarnos. Y es en este querer ser reconocidos donde radica nuestra permanente insatisfacción que tratamos de llenar de mil formas distintas. Hasta que no descubramos cuál es ese destino último y nos dirijamos hacia él con pleno convencimiento y de manera consciente, jamás conseguiremos Llenar ese vacío que nos acompaña a todas partes vayamos donde vayamos y hagamos lo que hagamos. Ahora que disponemos de tiempo para desempolvar nuestros talentos… reflexionemos sobre ello.

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