Crónica personal
Pilar Cernuda
Una sentencia destinada a Conde-Pumpido
No tener presupuestos es como tener un coche sin gasolina, decía una persona que optaba por gobernar un país. Y llevaba mucha razón. Tanta razón como cuando decía esa misma persona que había que acabar con la corrupción o que la limpieza democrática era imprescindible. Pues ahí estamos hoy ante un panorama gris que dista mucho de lo que se anunciaba a bombo y platillo. Y con unas cosas y otras nos encontramos entre la espada y la pared, de lo que se pretendía y de la realidad que vivimos.
Se podría decir que nada es verdad ni mentira, que todo es según el color del cristal con que se mira. Y seguimos mirando con un color distinto cada día, diciendo hoy lo que mañana desdecimos y asegurando que todo es bulo o mentira. Mientras tanto, alguna noticia acude a sembrar desconcierto anulando la del día anterior. También se extienden cortinas de humo tan espesas que se hace imposible ver a través de ellas. Entonces, y ante tanto desconcierto, se acude al ataque para restar importancia a situaciones insostenibles.
Quizá todo sea porque se vislumbran elecciones y se quieren asegurar posiciones. El caso es que todo parece que se sale de control. Y entonces acudimos al salvavidas de la economía. Pero qué desilusión cuando vamos a hacer la compra y vemos que los precios se nos van de las manos y el dinero no llega a fin de mes. Luego y como solución pensamos en un segundo empleo, quizá como salvoconducto para salir a flote entre el precio de la verdura y el de la fruta que se han disparado. Entonces parece que estamos recurriendo a los años del franquismo y negamos esa imagen que siempre calificamos de blanco y negro, aunque tuviera colores, muchos colores, como la vida misma.
No queremos conocer esta realidad que vivimos con muchos colores y con el salario subido, pero que no llega a cubrir todo lo preciso y lo no preciso; pues se nos olvida que en los años 60 solo se pensaba en cubrir gastos necesarios o muy necesarios. Hoy en día nuestro afán de obtener una vida más desahogada y justa, nos invita a cubrir gastos que si bien consideramos necesarios, no son imprescindibles. Nos vamos empobreciendo en nuestro horizonte social y vivimos una prueba con tendencias impredecibles para conseguir nuestros objetivos de bienestar.
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