Los libros más suyos

Leer no es matar el rato, sino multiplicar la vida y hacer la de uno más intensa tras las palabras de los demás

En la lejana universidad, un amigo sevillano, cuya familia tenía un cortijo creo que en Morón de la Frontera, cuando de tarde en tarde, en la lluviosa Pamplona le entraba la nostalgia del sur, alcanzaba unas transidas notas líricas. Daba gusto oírle hablar del trigo, los olivos, el ganado, del vínculo con la sangre, etc. Yo me pasmaba asistiendo a cómo se le elevaba el espíritu con el recuerdo del terruño.

Cuando varios años después leí la preciosa novela de los hermanos De las Cuevas, Historia de una finca, me encontré con que aquellas frases redondas, sonorosas y profundas de mi amigo eran, en realidad, de don José o de don Jesús de las Cuevas Velázquez-Gaztelu. Contra lo que pudiera parecer, mi admiración a mi amigo aumentó. Primero, porque aquello no era un plagio. De hecho, nadie me había recomendado más la novela que él. Y segundo, porque él había encontrado en la literatura la expresión de lo que sentía y la capacidad quizá de sentirlo mejor. Hay que leer así, haciendo espíritu propio lo que nos proponen las letras, ensanchando el corazón, enriqueciendo el espíritu.

Leer no es matar el rato, sino multiplicar la vida y hacer la de uno más intensa tras las palabras de los demás. Una vez escribí que los poemas más míos los habían escrito siempre otros poetas. Era literal, ni metáfora ni adorno, porque eso mismo lo había escrito en un poema, precisamente, Miguel d’Ors: “… para acabar sabiendo/ lo que siempre he sabido: que los versos más míos/ los han escrito siempre otros poetas”. Cuando veo que alguien lo cita ¡adjudicándomelo a mí! me parece una grácil voluta barroca. Una intertextualidad performativa perfecta. Hace bien quien me cita porque son los versos más míos, como queda demostrado, aunque el trabajo corriese por cuenta de d’Ors.

Y hará bien cualquier lector grabándose lo que lea tan profundamente que termine siendo de él y él salga de su lectura más listo, más hermoso, mejor, doblemente él, gracias a lo que ya es suyo y fue lo mejor que otros han escrito y pensado. En estas semanas de vacaciones hay mucho que hacer, pero, entre las siestas y las fiestas, las discusiones políticas y las exuberancias deportivas, el baño y el sol, no deje usted de leer algún libro bueno. A fondo. Hasta que pueda citarlo talmente como un pensamiento propio y un sentimiento suyo. Porque lo será y eso que saldrán ganando el autor, usted y nosotros, que se lo oiremos, admirados.

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