José Antonio Hernández Guerrero

Fallece el sacerdote diocesano Francisco Correro Tocón

"El padre Curro vivía y explicaba el Evangelio como una relación de amistad con Jesús de Nazaret, como un compañero de un caminante en el que había depositado toda su confianza"

Francisco Correro Tocón, el padre Curro

Francisco Correro Tocón, el padre Curro

La noticia de la muerte del sacerdote diocesano Francisco Correro Tocón, a pesar de que conocíamos la enfermedad que soportaba con apacible y con franca entereza, nos ha impresionado hondamente. Sus compañeros y sus feligreses coinciden en que el padre Curro, natural de Los Barrios, era “una persona normal”. Esta denominación, en apariencias elemental, pone de manifiesto la elevada estatura de su calidad humana, de su sencillez evangélica y de su entrega sacerdotal.

Algunos me han recordado cómo, tras su despedida como vicario de Ceuta y como párroco de Santa María de África, todos los que lo trataron coincidían en que: “Curro era un cura que nos gustaba por la naturalidad con la que nos escuchaba, por la sinceridad con la que nos respetaba y, sobre todo, por lo mucho que nos quería: era -es- una buena persona”. Se lo conté a él hace unos meses cuando coincidimos en el hospital Puerta del Mar de Cádiz visitando a un amigo común, y me respondió: “Es mi manera de entender y de explicar el Evangelio”.

He seguido con atención su trayectoria pastoral en la Parroquia de Santa María Micaela de la Bajadilla de Algeciras, en Ceuta donde ejerció como Vicario General durante dieciséis años, en Tarifa como Párroco in solidum de San Mateo. No olvidamos cómo, durante dos años, se ofreció generosamente a sustituir a compañeros sacerdotes en diferentes parroquias como, por ejemplo, la de Nuestra Señora de Europa del Novo Sancti Petri, la de San Isidro Labrador de Los Barrios, y la de San Antonio de Algeciras.

En el año 2014 fue nombrado párroco del Corpus Christi donde, tras dar gracias a Dios por todo lo vivido, explicó cómo la Iglesia es un lugar donde caben todos y donde nadie sobra. Animó a los feligreses para que lo aceptaran como un vecino más de la Cuesta del Rayo y que, “poco a poco se fueran conociendo mejor para quererse más”. El pasado mes de julio se retiró a Los Barrios con el fin de seguir el tratamiento de su enfermedad.

He podido comprobar la razón que tenía el sacerdote Andrés Muñoz cuando explicó el “esfuerzo constante y generoso” de Curro por crear un clima de comunión en la Iglesia de Ceuta, en especial entre los sacerdotes, y también su entrega incondicional a los demás, “sobre todo a los más débiles, a los ancianos, a los enfermos y a los niños”.

El padre Curro se ha marchado sin hacer ruido y en silencio. Era plenamente consciente y estaba profundamente agradecido por el camino recorrido acompañado de Jesús de Nazaret, y expresaba con sus actitudes y con sus gestos, más que con sus palabras, la honda y serena alegría de quien ha vivido una vida al servicio de los demás. Nos ha mostrado y demostrado su esperanza plena y su pasión intensa por la vida. Era un hombre de profunda fe, en el más pleno sentido de la palabra. Vivía y explicaba el Evangelio no como una ideología o como un refugio afectivo irracional sino como una relación de amistad con Jesús de Nazaret, como un compañero de un caminante en el que había depositado toda su confianza. Aún con el corazón roto, sabemos que Curro está unido al Misterio del Dios Amor. Nos sentimos hermanados unidos a él, aunque incapaces de llenar su ausencia. Tenemos la certeza de que Dios sigue llamándonos a impulsar, a ser, la Iglesia en la que nos él nos enseñó a creer. Que descanse en paz.

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