Curso político

03 de septiembre 2025 - 03:07

En 1862, Víctor Hugo se planteaba el bien y el mal en su novela Los miserables. Hablaba de la ley, la justicia, la ética, la política y la religión en una Francia que había vuelto a la monarquía con un ambiente de pobreza y escasez. Era hora de plantear cuestiones y buscar alternativas.

Sus personajes están ubicados en la Insurrección de 1832. Un mundo convulso y un autor romántico ante el desaliento buscar soluciones. Cuando el hombre ha vivido situaciones al límite busca alternativas y también intenta de alguna forma desquitarse. Estamos en una época convulsa: la dana, los incendios, el gran apagón del cual todavía y a estas alturas no tenemos una explicación, el genocidio de Gaza con muchos muertos, la guerra en Ucrania que iba para unos meses y no le vemos el fin, la economía se tambalea con los nuevos aranceles y nuestros gobernantes parecen vivir una realidad paralela y no acuden a solucionar nuestros problemas.

Ahora comenzaremos un nuevo curso académico y político. Y como los personajes de Los miserables, Jean, Fantina o Cossette lo hicieron en su tiempo, aplicaremos conductas, caminaremos buscando fórmulas de mejoría. Pero nosotros con “los ojos tapados” nos vamos de fiesta y nos saltamos las normas en nombre de una libertad mal entendida.

Muchas veces vivimos inmersos en la violencia: peleas y heridos por arma blanca, robos, comas etílicos, destrozos de mobiliario urbano. Esto no es divertirse, esto es autodestruirse. Esto no es una conducta social, esto es delincuencia. Aquellos miserables que no tenían nada aspiraban a una vida mejor. En el siglo XXI tenemos una vida mejor, siempre mejorable. Pero se está perdiendo el sentido de la realidad. Se busca el descontrol como entretenimiento. ¿Dónde han quedado los valores humanos?

La violencia se justifica como diversión. Recordar el pasado y ver la historia como una enseñanza que nos ayuda a interpretar mejor muchas cuestiones de actualidad. Vivir nuestro propio reto es necesario para que obremos en consecuencia.

Nunca la población tuvo una reacción tan explosiva y agresiva ante tanto problema social. La necesidad de diversión e interactuar parece haberse convertido en un problema. Quizá necesitamos nuevos planteamientos sociales que tiendan a la búsqueda de valores que alimenten conductas para una convivencia basada en el respeto.

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