Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Los incendios terribles que han arrasado casi medio millón de hectáreas este verano en España son un simple avance de lo que está por venir. Para hacernos una idea de la tragedia, medio millón de hectáreas equivalen a la mitad de la provincia de Huelva.
Las razones son básicamente tres: el cambio climático, con independencia de por qué se produce. Tanto si es por la acción humana como si lo es por causas naturales, determinar el origen forma parte de la solución, pero a corto plazo no resuelve las consecuencias y quizá no haya solución si el proceso es natural. La segunda razón es la falta de previsión, fundamentalmente presupuestaria, pues los incendios se apagan en invierno retirando el combustible que se acumula en verano, al haber desaparecido la actividad ganadera propia de una España ocupada que hoy llamamos vaciada.
En tercer lugar, los intereses económicos, imprudencias y la falta de sentido cívico. El monte ha pasado a ser en el imaginario popular como el dinero de todos, que como no es de nadie, me lo puedo agenciar como me venga en gana.
El funeral es a lo que nos lleva la clase política que tenemos en España. No tenemos la clase política que merecemos, tenemos la que toleramos. Como decía Unamuno, lo que prueba que el fenómeno no es nuevo. España como problema, diría Ortega más tarde, y sin solución de continuidad de ahí a la lista de pirómanos como acaba de decir Feijóo, cuyo retrato tras la patochada debería invalidarle como futuro presidenciable, etiquetado como inútil y facturado a su casa con la huella del zapato marcada en el trasero de su traje de Hugo Boss. Solo hay algo que supera a la realidad: que te tomen por idiota sin serlo y que quien te lo diga sea más tonto que tú. Que te insulte uno listo tiene un pase; que lo haga un limitado neuronal es inaceptable.
Un listado de pirómanos, dice el gachi, como si acabara de descubrir el fuego, cuando sabe, pero cree que cuela (germen de la tontuna), que solo el 0,7 % de los incendios los causan pirómanos. Mientras tanto, Sánchez a lo suyo, a ver cómo sobrevive dos años más desde el despacho-Peugeot que se ha montado en Lanzarote. Qué miedo da lo popular en manos del poder. Es la nueva estética de los tramposos. Mientras tanto, la monarquía se ha especializado en blanquear políticos mediante la tontuna del aplauso popular, preso del síndrome de Estocolmo sin saberlo.
¡Tenemos a los pirómanos dentro!
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