El 11 de marzo, un restaurante vigués se convirtió en el centro neurálgico de la vergüenza y la desfachatez humanas. El establecimiento pasó a ser esa tarde una cueva habitada por trogloditas que, mazo en mano y reunidos frente al fuego, se dedicaban a balbucear, quitarse las pulgas unos a otros y rascarse el culo.

Lo que debía ser un bonito homenaje a un compañero herido y que quedó incapacitado después del 1 de octubre de 2017, uno de los días más negros en nuestra historia reciente, terminó siendo la sede del estatismo evolutivo, de la involución, más bien. Estíbaliz Palma, por suerte ya excomisaria jefa de la provincia de Pontevedra, dio tres toquecitos a su copa y en apenas un minuto y medio hizo gala de una pérfida ironía para clavar otro puñal más en el corazón de millones de personas que sufren en el mundo.

"Dicen que detrás de un gran hombre hay una buena mujer -refiriéndose al compañero herido-, aunque dentro de poco dirán detrás de una buena mujer hay un gran hombre". Las risas de su séquito comenzaron a sucederse. Palma, con los ojos vidriosos ante el éxito de su ocurrencia, no pudo evitar ir a más: "O bien otra mujer… ¡o un fluido, o un algo!". La entrada para el espectáculo ya estaba amortizada.

Pero Estíbaliz, que había preparado bien su show, no podía dejar a su ejército de primates palmeros sin la guinda del pastel: recordando ese 1-O, que aglutinó una violencia policial desmedida y también una actitud vergonzosa de una parte minoritaria de radicales independentistas, soltó, con una voz víctima de cincuenta cigarrillos diarios: "Hubo 48 horas en que parecía que la Policía Nacional se había transformado y, de repente, violaba, maltrataba… que ya les gustaría a algunas que las violara un UIP (antidisturbios)". El júbilo se desató, que la lleven al circo o de gira por los grandes teatros de España.

Resulta estremecedor que, otrora, esta señora fuera secretaria de la Mujer en el Sindicato Profesional de Policía y que, desde ahí, "luchase" por la igualdad entre hombres y mujeres. Desolador es también, por supuesto, que quien haya pronunciado estas palabras sea una mujer que, además, contaba con un puesto de responsabilidad en una institución, anhelado por muchas otras que, constantemente, se hacen chichones con un techo más que visible.

Estíbaliz, de quien se espera que, a partir de ahora, tenga mucho tiempo libre, podrá llevar su espectáculo a un bar con barra de zinc, servilletas de papel duro en el suelo, alguna que otra cucaracha correteando, pedirse un carajillo, soltar su discurso y "hasta mañana, Manolo".

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