Paco Guerrero
De Regalarte
Apedro Sánchez está claro que le encanta pisar charcos. Le pone. Si no, no se entiende que con más frentes abiertos que la Segunda Guerra Mundial sea el dirigente europeo encargado de rescatar la idea de anular en 2026 el cambio de hora que se aplica en el Viejo Continente desde mediados de los años 70.
Detractores y partidarios se reparten por todo el país con argumentos de todo tipo. A saber: mover las manecillas de los relojes dos veces al año puede alterar el ritmo circadiano, provocando trastornos del sueño, fatiga y dificultad para concentrarse. También se asocia con aumento del estrés, irritabilidad y riesgo cardiovascular, especialmente en los días posteriores al cambio. Afecta el rendimiento laboral y académico, así como el bienestar general. A cambio, el ahorro energético a día de hoy apenas llega al 0,5% del consumo de la Unión Europa porque parece ser que la mayor parte del flujo eléctrico ya no va hacia las bombillas de las casas sino hacia los cargadores de los móviles. Cosas del progreso.
Y, por supuesto, hay quien le ve el lado positivo el asunto. Al optimizarse la luz solar, fomenta la actividad física al aire libre, mejora el estado de ánimo y ayuda a sintetizar vitamina D, beneficiosa para los huesos y el sistema inmunitario. Además, la exposición a la luz natural regula el reloj biológico, favoreciendo el equilibrio del sueño y la energía durante el día.
Para mí está claro. Se aprovecha más la luz del sol con días más largos, con esas jornadas de principios de junio en las que aún queda claridad a las diez de la noche, aunque no sea nuestro horario “correcto” por mor de una decisión de Franco en los años 40. Y también quizás por eso somos los últimos que cenamos en Europa, a horas que para un austríaco son poco menos que demenciales.
Claro está que el cambio de hora volverá a ser un debate recurrente esta semana. Sobre todo porque, una vez abierto el melón, la gran duda que queda por despejar será con cuál de los dos nos quedaremos. Todo apunta a que atrasaremos nuestros relojes este sábado para no volver a tocarlos nunca más. Sobre todo por practicidad y por no confundir más a la gente, aunque el sector de la hostelería –el mismo que pide que se pueda fumar en las terrazas so pena de ir directos a la quibra– pugnará por mantener el de verano.
Pase lo que pase, haya cambio o no, la culpa siempre será de Pedro Sánchez. Y ya que estamos, también de las siete plagas de Egipto.
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