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Ignacio F. Garmendia
Un drama
Al sur del Sur
Cuando la consejera de Empleo, Rocío Blanco, convocó a la dirección de Acerinox y a los representantes de trabajadores a la reunión celebrada en Sevilla, el pasado 10 de junio, el acuerdo entre las partes para firmar el convenio colectivo y poner fin a la huelga estaba prácticamente cerrado. A los efectos y guardándose de lanzar las campanas al vuelo precipitadamente, la cita tenía como objetivo poner el broche a un consenso alcanzado previamente.
En las semanas previas, responsables y técnicos de la Junta de Andalucía, de la compañía y de los sindicatos UGT, USO y CCOO se habían dejado la piel para cerrar el pacto con tres objetivos a ejecutar en otras tantas fases: desinflamar el conflicto laboral, volver a negociar el convenio y hacer desaparecer de forma definitiva el fantasma del ERE, con un sistema de trabajo a solo tres turnos -de lunes a viernes- que hubiera supuesto el despido de medio millar de trabajadores.
Las partes negociadoras estaban de acuerdo en que ningún acuerdo era factible mientras prosiguiesen los destrozos en las inmediaciones de la factoría de Palmones, los cortes de la A-7, el lanzamiento de piedras a los guardias civiles, los insultos y hasta las amenazas a los empleados contrarios a la huelga. La condena en febrero a un año de cárcel a un trabajador, detenido durante un corte de la autopista, había supuesto para los huelguistas un aviso a navegantes, pero la crispación se mantenía muy latente.
No se sabe muy bien, o sí, por qué el sindicato Asociación de Trabajadores del Acero (ATA) había manejado hasta ese momento la manija de un conflicto laboral más crispado cada día. De un lado estaba la cuestionada labor que los sindicatos de clase habían tenido en los años precedentes en Acerinox y, de otro, el carisma de José Antonio Gómez Valencia, líder de ATA y erigido en portavoz único del comité de huelga. Nadie, ni en este último ni en el comité de empresa -donde estaban representadas todas las organizaciones citadas, más el sindicato Coordinadora- se atrevía abiertamente a poner en duda ese rol, alentado por todo aquel que se prestaba a ponerle por delante un micrófono o una cámara de televisión sin cuestionarle nada.
Cuando el CARL presentó su propuesta de convenio, Gómez Valencia arrojó sobre la mesa la carpeta que tenía el documento sin tan siquiera abrirla
La vehemencia de sus declaraciones, acompañadas en ocasiones de gruesas descalificaciones contra la empresa, los trabajadores que no secundaban la protesta, el resto de sindicatos y medios de comunicación, unida a la ausencia de reprobación de muchas acciones violentas, hacían imposible el diálogo. Testigos presenciales cuentan que el 13 de mayo, cuando el Consejo Andaluz de Relaciones Laborales (CARL) presentó en Sevilla al comité de empresa su propuesta de convenio a modo de mediación, Gómez Valencia arrojó sobre la mesa la carpeta que tenía el documento sin tan siquiera abrirla. Su interés estaba ya entonces en la retirada de la demanda por huelga ilegal presentada por la empresa. También hubo un amago, según las mismas fuentes, con hacer públicas grabaciones realizadas, sin consentimiento de los presentes, de las reuniones de negociación mantenidas.
Se imponía abrir las ventanas y que dieran un paso al frente muchos de quienes hasta ese momento se habían mantenido callados. Fue así cómo las partes firmantes del preacuerdo de convenio, con la consejera de Empleo como auspiciante, cerraron un compromiso sobre la base de la propuesta del CARL -rechazada previamente en referéndum por la plantilla el 16 de mayo- a la que se incorporaron una leve mejora en la subida salarial de 2023 y algunos aspectos organizativos.
Gómez Valencia tenía razón cuando, al término de la cita con la consejera, ya de madrugada, calificó la reunión como “una encerrona”. Efectivamente, ningún alto cargo de la Junta de Andalucía se hubiera atrevido a presidir una convocatoria como aquella y hacerse la foto sin la existencia de un acuerdo previo y firme de la mayoría, incluyendo esta vez y por lo bajini a varios de los representantes de ATA.
En vísperas al segundo referéndum, el del pasado jueves, 20 de junio, volvieron las palabras gruesas del portavoz del comité de huelga contra los demás sindicatos, a los que tachó de “sinvergüenzas” y “corruptos”. “¿Qué quieren? ¿Una batalla campal?”, llegó a asegurar. No hubo tal. El sí se impuso esta vez con un 60% de los votos.
Para Acerinox Europa se inicia ahora un nuevo camino, a cinco turnos en la planta, sin despidos, con un ERTE negociado con los trabajadores y con un plan de inversiones a largo plazo cuya meta es volver a dar beneficios tras varios ejercicios algo aciagos. Que la suerte y el buen juicio acompañen a todos sus miembros.
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