Alberto Rodríguez

argallego@europasur.com

‘Succession’

El giro de guión fue, obviamente, la convocatoria de las elecciones generales cuando aún digeríamos las municipales

Voy un poco tarde, pero admito que me he enganchado a Succession y ahora no hay forma de sentarme a ver otra cosa en el siempre escaso tiempo libre que tengo. Acabo de terminar la segunda temporada, por lo que llevo visto justo la mitad de una serie multipremiada y cuya trama no hace más que mejorar.

De los Roy y sus allegados me fascina la construcción de los personajes, malhablados como los que más. Desde el patriarca sin escrúpulos a sus hijos, entre los que encontramos a Ken, quien ambiciona desde el primer minuto tomar las riendas del imperio mediático y de ocio de Waystar Royco. Connor parece más ocupado en vivir la vida que en ganársela mientras que Siobhan trata de escalar en un mundo aún dominado por los hombres junto a su marido, Tom, un personaje creado para caer mal a todo el mundo. Y en medio de todo siempre aparece Roman, aparentemente despreocupado pero con las mismas ansias de poder que los demás.

A los personajes principales debemos añadir unos secundarios igualmente interesantes: secretarias que se arriman al sol que más calienta o empleados con doble y triple cara ante el resto.

Me fascina la facilidad con la que unos y otros sacan los cuchillos (metafóricos) y se despellejan sin piedad para seguir a flote; para no verse descabalgados de una familia tan disfuncional como rica.

La política española vive una suerte de temporada de Succession pero en cutre. El giro de guión fue, obviamente, la convocatoria de las elecciones generales cuando aún estábamos digiriendo los resultados de las municipales. La oposición lleva meses tratando de desbancar a Pedro Sánchez con argumentos como que se trata de un gobierno ilegítimo (¿no votamos en noviembre de 2019?). Y en Sumar han nacido abocados a la bronca continua.

Mientras, la ciudadanía vuelve a ser testigo de un espectáculo que a todos nos perjudica. Un cruce vacío de reproches en el que todos ambicionan el poder pero no parecen dispuestos a contarnos cómo lo ejercerán en caso de llegar al Gobierno.

Se avecinan semanas cargadas de pozoña, de mensajes interesados y de luchas de poder en las que los ciudadanos solo interesamos el día de las votaciones. No sé cómo acabará Succession, pero la temporada de La Moncloa pinta de tóxica para arriba. Veremos.

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