SCHARZWALD es el nombre alemán de lo que llamamos en español 'La Selva Negra', un macizo montañoso con una gran densidad forestal ubicado al suroeste de Alemania, en el estado de Baden-Wurtemberg. Hace años estuve allí buscando un pequeño pueblo alpino llamado Titisee. Alemania es magnífica, su pueblo es envidiable. Han sabido renacer de las cenizas de una locura criminal que, como una pandemia, se apoderó de ellos cubriéndolos de sangre inocente, de luto y de oprobio. El país fue dividido en dos por un muro de hormigón como consecuencia de la guerra perdida y el reparto de su soberanía por los antiguos aliados. Hace 76 años de aquel horrible 1945, que tantos documentales ha producido de los escombros en que Hitler y su nacional socialismo convirtió a una de las grandes naciones europeas. Pero no pensaba en eso mientras subía por las veredas y caminos forestales de la selva negra sino en el extraordinario cuidado al que era sometido por el estado de Baden-Wurtemberg o por la República Federal, o los dos, ese paisaje forestal de tanta belleza. Lo digo porque a cada trecho veía a jóvenes alemanes vestidos con una especie de uniforme forestal, armados con walkie talkie, de dos en dos, y en los lugares de mayor dominio de la visibilidad, torres de madera de vigilancia con otros guardas forestales mirando sin parar con prismáticos de alta resolución y calidad. Cuando años después la entonces Fábrica de Artillería de Bazán, con la electrónica de los OTO-Melara, desarrolló visores anti incendios y los instaló en algunas sierras de España, también recordé la visita que hice a Schwarzwald y en la necesidad de desarrollar una FP de Guardas Forestales -a la alemana- o como se quisiera llamar a estos jóvenes que estaban -unos- limpiando la floresta seca y vigilando y -otros- en las torres altas sobre los lugares más pinos provistos de buenos prismáticos y los medios de comunicación para la respuesta inmediata. Hoy lo vuelvo a recordar mirando horrorizado la tragedia de Sierra Bermeja, el fuego voraz descontrolado, la angustia de los lugareños, el trabajo de la UME, los bomberos y todos los que se juegan la vida para vencer al fuego y salvar a las personas y el medio ambiente natural. Una vez más hay que mirar hacia delante y caminar, levantarse del piso en donde nos pusieron los golpes del destino y nuestra infinita estulticia, que busca la heroicidad pero no previene la catástrofe. Si alguien conoce a alguien que a su vez conozca a alguien que lleve al lugar oportuno estas noticias de Alemania, que lo haga por favor, por nuestras sierras y nuestros bosques: el futuro.

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