En noviembre de 2022 Pedro Sánchez hizo unas curiosas declaraciones en las que afirmaba que pasará a la historia entre otras cosas por la exhumación de Franco. Parece indiscutible que el traslado de los restos mortales del dictador desde un lugar con proyección pública a un ámbito estrictamente privado era una tarea pendiente de la España democrática. Nuestro presidente del Gobierno acertó en una cosa, pero se equivocó en otra. Estoy totalmente de acuerdo que Pedro Sánchez pasará la historia, pero no por el motivo que alegó. Pasará a la historia por ser el presidente del Gobierno que dejó la dirección de la política exterior de nuestro Estado, uno de los ámbitos de mayor importancia en la gestión de un país, en manos de Marruecos, una potencia vecina que comparte intereses comunes pero que los gestiona de una forma extraordinariamente hostil hacia España.

Son varias las circunstancias que evidencian esta afirmación tan contundente y grave al mismo tiempo. Parece evidente que el giro radical en relación con las obligaciones jurídico-internacionales de España respecto del Sáhara es uno de los factores determinantes ya que es muy difícil de entender el abandono de nuestros deberes que derivan del derecho internacional, así como de los importantes condicionantes históricos que deben guiar nuestra política sobre la antigua colonia española. Acabamos de saber que la ministra de Asuntos Exteriores González Laya fue destituida con rapidez a solicitud de Marruecos (no conocemos si el nombramiento del actual ministro fue también a solicitud del vecino del sur, pero a luz de su actividad podemos maliciosamente sospecharlo). También sorprende la falta de reacción ante las sospechas de espionaje mediante el programa Pegasus a diferencia de otros Estados espiados como Francia, o la falta de reacción ante las declaraciones amenazantes de su embajadora en España, etc. Otras circunstancias sospechosas no caben en esta humilde columna.

Las declaraciones de Sánchez ayer miércoles en el Congreso de los Diputados no ayudan a interpretar la absoluta sumisión a Marruecos y no tranquiliza conocer que todo se hace, al parecer, para una ayuda de nuestro vecino del sur en la gestión de los flujos migratorios. Siendo muy complejo, este objetivo se podía haber conseguido con la implicación de la Unión Europea y la gestión inteligente de las palancas e instrumentos de cooperación. Apuesto que todo el capital invertido se pondrá en juego muy pronto cuando el Tribunal de Justicia de la UE dicte las sentencias esperadas sobre el Sáhara (en procedimientos en que España nuevamente ha abandonado al pueblo saharaui y ha apoyado indecentemente a Marruecos). Le deseamos lo mejor a Marruecos en la presidencia del Consejo de la UE.

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