Reciclaje

Los usuarios de a pie pagamos porque nos reciclen la basura y, además, la entregamos perfectamente separada

18 de noviembre 2023 - 00:15

Hace apenas unos días que en mi buzón, como en el de muchos vecinos de Algeciras, han aparecido los dos últimos trípticos para el pago de impuestos de este año. Tras el IBI y la entrada de coches por la acera (rota) del mes de noviembre, antes de que acabe diciembre tocará pagar por la recogida y el tratamiento de la basura.

Obviamente, no vamos a esconder el problema de la ingente cantidad de residuos que generamos bajo un manto de tierra en un vertedero, pero va tocando darle una vueltita al asunto. Hace no demasiados años, cuando el iglú verde todavía no había colonizado las calles, las botellas de refresco y cerveza tenían paredes más gruesas y un cuello a prueba de bombas, lo que te permitía ir al ultramarinos a por otra sin necesidad de pagar por el envase.

Ahora, por el contrario, los usuarios de a pie pagamos porque nos reciclen la basura y además, una buena parte la entregamos perfectamente separada para facilitar el trabajo. Aunque cada vez más frecuentemente escucho a gente declararse en rebeldía con este sistema que ha vuelto a mezclar los envases con los restos orgánicos. Las empresas de gestión de residuos, que ingresan un pastón de nuestros impuestos y también de los productores de envases (a los que se les cobra por generarlos) sostienen que si no les llegara separada, la tasa que ahora toca abonar sería mucho más alta. Puedo comprar el argumento, porque tiene lógica, pero el sistema, desde luego, no anima a hacerlo.

Alemania, Dinamarca y muchos otros países mantienen desde hace años con éxito el modelo de fianza por cada envase o lata. Un botellín de agua de 250 mililitros, por ejemplo, tiene un depósito de 25 céntimos de euro. Una vez consumido el contenido, solo bata con llevar los envases a una máquina a la entrada de cada supermercado e introducirlos para efectuar el recuento y obtener un tique por el importe que se puede utilizar para comprar en el súper o bien donarlo a causas sociales.

¿Por qué no implantar este modelo en España? Un sistema que no premia al usuario es una invitación a no contribuir a la causa; a que nos dé igual tirar una botella de vidrio o una lata de aluminio que pueden tener infinitos ciclos de reciclaje. Está claro que hay demasiado interés en que nada cambie aunque nuestro planeta parezca cada vez más una olla exprés a punto de explotar.

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