Mis croquetas

Políticos y boquerones

Llegará un día en que veamos lógico cómo inauguran las tres luces de un semáforo, una por acto

Estaba yo el sábado en el Mercado de Galeña (no lo busquen, es inventado) cuando, tras pedir unos boquerones para rellenar y preparármelos la señora pescadera con profesionalidad extrema, observé acercarse una pléyade de periodistas a inmortalizar el momento de la entrega. Varias personas del público allí congregado se lanzaron a abrazar a la señora pescadera mientras alababan sus numerosas virtudes en el corte de los frutos marineros.

Así, entre aplausos, vítores y aclamaciones diversas, me fue entregado tan delicioso manjar para que yo procediera a su elaboración en el calor del hogar.

Y cuando salía del lugar, en un puesto de frutas pude vislumbrar cómo la misma escena se repetía con un frutero que preparaba esmeradamente una bolsa de delicias variadas que escogía cuidadosamente de las distintas bandejas mientras alternaba con maestría colores y texturas. Ahí fue ya el acabóse con gritos de júbilo, lanzamiento de confetti y corte de cinta protocolaria.

Esto, que puede parecernos más propio de una película de Berlanga en la que uno, cuando la acaba, no sabe si reír o llorar, es el día a día de tantos y tantos medios que, a diario, inmortalizan las múltiples inauguraciones que perpetran políticos de todo pelaje y más, mucho más, cuando se acerca cualquier período electoral.

Nos hemos acostumbrado a que un político alabe las virtudes de otro político (de su partido) porque, en cumplimiento de algo ya presupuestado al entenderse necesario, haya aportado el dinero para una obra pública. Obviamente, cuando hablamos de "haya aportado" no nos referimos a que lo haya puesto de su bolsillo, no, que eso sería desnaturalizar el término "político", sino a que ha firmado el documento contable que ordena el pago tras un farragoso expediente administrativo. Sin más.

Tampoco supone (¡líbrenos Dios!) que ambos se hayan puesto a cimentar, cavar y tabicar como si no hubiera un mañana, no, sino a que han ido el día de la inauguración para que el común de los mortales pueda ser consciente del favor que nos hace el Destino al haberlos cruzado en nuestro camino.

Lo irónico de todo esto es que mientras lo primero que he narrado, fruto de mi calenturienta imaginación nos parece grotesco, lo segundo, esa algarabía de políticos en flor, nos resulta de lo más natural como si el Universo hubiera conspirado hasta llegar a ese mágico momento y no existiera nada más allá.

Llegará un día en que veamos lógico como inauguran las tres luces de un semáforo, una por acto, y además los acólitos pidan oreja y rabo por la maestría en el gesto imperial del correspondiente cargo electo. Al tiempo.

Yo, mientras tanto, me despido que llego tarde a la inauguración de un bocadillo de lomo en manteca.

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