Juan Lliso Moreno, uno de los fundadores de CEPSA junto a Eduardo Recasens, cada vez que se reunía con los responsables de Recursos Humanos, les exigía que la plantilla de la compañía estuviera formada por "pocos, buenos y bien pagados". El "pocos" hacía referencia a mantener en todo momento una plantilla adaptada únicamente, a las necesidades productivas. El "buenos" se conseguía con una exigente selección de las personas de la organización y con una formación permanente de las mismas. Por último, el "bien pagados", era el medio de retener el talento y librarse de conflictos laborales. Con el paso del tiempo, se demostró la certeza del aforismo de don Juan que convirtió una pequeña empresa en una multinacional petrolera que, dentro de nueve años, será centenaria. Esta veteranía empresarial, se pueden contar con los dedos de las manos el número de compañías que duran cien años, dio sus frutos en numerosos gestores que han demostrado su valía, algunos de ellos sirviendo además a la administración del estado, como Pérez de Bricio, Marín Quemada o José Borrell.

Si con este criterio, analizamos la administración española actual, el "pocos", ni mencionarlo. Mientras Alemania o Francia cuentan con unos cien mil funcionarios, España sostiene alrededor de trescientos mil. Somos así de diferentes y manirrotos. Les pongo un ejemplo, de esta misma semana. Como el control de la pandemia, está en manos de las comunidades autónomas y parece que hay disfunciones con el Ministerio de Sanidad, el gobierno ha decidido crear otra nueva Secretaría de Estado, para ejercer ese control. Si lo que se hace con una persona en Alemania, lo hacemos aquí con tres, o somos muy mantas, cosa que no creo, o aquí hay uno trabajando y dos enredando para justificar sus puestos. El "buenos" está garantizado por la oposición de entrada al funcionariado y hay sectores excelentemente preparados. El problema surge cuando los políticos anteponen los "expertos" y el "personal de confianza", la mayoría de las veces por enchufismo o clientelismo, al personal contrastado del que ya disponen. Tampoco ayuda la redundancia de funciones entre ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas y poder central. El "bien pagados", depende de quienes. Los niveles más altos, suelen pasarse con cierta frecuencia al sector privado. Pasan los años y los gobiernos de distintos colores y nadie es capaz de ponerle el cascabel al gato y acabar de una vez con este derroche obsceno que pagamos entre todos. Lo malo es que el gato, está ya tan gordo que va a reventar. El que viva, lo verá.

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