La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Pedro reconcilia a Felipe y Guerra

Muchos apoyan la amnistía porque el gobierno de la derecha sería peor y otros por respaldo emocional al PSOE

Otro hito histórico de Pedro Sánchez: ha logrado reconciliar a Felipe González con Alfonso Guerra. Algo absolutamente impensable y por lo que nadie habría apostado ni un euro. Dos dinosaurios que se reencuentran al final del camino en el rechazo a la amnistía y a la legitimación del procès.

Tampoco ellos conseguirán frenar al presidente en su determinación de seguir adelante ni convencerán a la mayoría de la militancia socialista para que les secunde. A pesar de la dimensión y la gravedad del desatino. Habrán de conformarse con quedar en paz con su conciencia de socialistas históricos de liderazgo menguante.

Hay cuatro bloques de socialistas con cuatro explicaciones diferentes para desoír a la ilustre pareja reconciliada. Uno, el de los estómagos agradecidos, o sea, aquellos cuyo puesto de trabajo se debe a la estricta voluntad de Sánchez y cuya continuidad depende de la de éste. Con una variante: las ambiciones agradecidas, como las de los ministros ex reputados juristas Grande-Marlaska y Robles. Dos, la de los afiliados que, de buena fe, consideran la extensión de la alianza con populistas, nacionalistas e independentistas como un mal menor que hace falta asumir porque la alternativa –el gobierno de las derechas– es la peor opción para España. Tres, ya en el entorno del parasocialismo, el conglomerado de expertos, intelectuales, periodistas y contertulios siempre prestos a teorizar y justificar las actuaciones del poder, aunque varíen radicalmente de un día para otro según conveniencia del poderoso.

Y cuatro, el más numeroso y decisivo, los que han sido educados y han crecido con un concepto religioso de la militancia. Los que han asumido la convicción, puramente leninista, de que es mejor equivocarse con el partido que tener razón fuera de él. El sanchismo, ciertamente, ha cultivado y profundizado esta condición colectiva de secta uniforme, sin corrientes ni sensibilidades, sin contrapesos ni órganos intermedios, en la que los principios son moldeables y flexibles y la voluntad de la organización es la que diga el Papa en cada momento (el líder carismático, quiero decir), el único que sabe en cada circunstancia lo que necesita y quiere el pueblo y, por tanto, lo que debe proponer la iglesia (quiero decir, el partido del progreso y el avance).

Algunos amigos del PSOE andaluz a los que aprecio están en este bloque. Por eso critican, con dolor, a Felipe y Alfonso. Se verán reflejados en la película de Nanni Moretti.

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