Necesidad contra virtud

Es la última oportunidad de mantener empleos en ministerios, delegaciones y organismos del Estado

Para entender lo que sucede en este país hay que situarse en el lugar del personaje. Pedro Sánchez se comporta como un psicópata del poder. Puede pervertir todo para alcanzar esa obsesión. Ha actuado a la desesperada, ha aceptado condiciones intolerables, ha tragado lo que hiciera falta, porque sabe que es su última oportunidad para seguir como presidente del Gobierno. Después de haberse enfangado en el charco de la amnistía, sabe que perderá las próximas elecciones. Por eso, ha esquivado el regreso a las urnas, tras las consultas al CIS y la confirmación de que no ganaría. Por eso, intenta engañar a la gente, diciendo que hace virtud de la necesidad.

A la desesperada va, pero no está solo. Le han apoyado un 87,4% de sus compañeros del PSOE, que tras perder cientos de puestos de trabajo en las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, saben que la única oportunidad de mantener empleos en ministerios, delegaciones y subdelegaciones del Gobierno, organismos del Estado y empresas públicas pasa inexcusablemente por formar parte del Gobierno. Hay que elegir entre el bolsillo o las ideas. Prefieren el bolsillo los que aún están en edad de merecer un sueldo público. Sólo defienden las ideas los que están jubilados, como Felipe González.

Parecido es el caso de sus socios de Sumar. Yolanda Díaz fue la primera en viajar a Bruselas para hacerse la foto. Yolanda necesita seguir en el Gobierno para sus purgas internas. También ellos están en la tesitura de elegir entre necesidad o virtud, entre sueldos o ideas. Y las ideas ya las camuflaron muchas veces los comunistas desde Lenin y Stalin a nuestros días.

Igualmente le apoyan los independentistas catalanes de Junts y ERC, que en las últimas elecciones del 23 de julio obtuvieron el peor resultado del siglo XXI. Porque los independentistas van a menos en Cataluña. Barcelona es cosmopolita: ya el 23% de sus vecinos son de origen extranjero. Pero han regalado un balón de oxígeno a Junts y ERC, gracias a la perversión del resultado, que les dio la llave del Gobierno para Sánchez, pese a fracasar en las urnas. Puigdemont es tratado como si fuera el presidente de la Generalitat en el exilio. Cuando vuelva, podrá decir “Ja sóc aquí”. O dar un corte de mangas.

La necesidad personal de Sánchez y los suyos no es una virtud. Perdió los ideales. Pero aguantará mientras pueda, porque cree que en este país somos tontos.

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