Parecía que la bufonada que representó el período de mandato del Primer Ministro británico Boris Johnson iba a ser insuperable en lo que respecta a la erosión de credibilidad de un Gobierno, y también, por extensión, de un país. Aupado al poder por las contradicciones de gestión del Brexit del Partido Conservador, su concepción elitista del poder impregnado por un populismo ramplón y carente de visión estratégica de dirección del país le llevó finalmente a ser defenestrado por su propio partido bajo la excusa de sus vergonzosas fiestas en tiempos de confinamiento. Sin embargo, en un tiempo casi record, en apenas 23 días en el cargo, su sucesora Liz Truss ha demostrado sus esfuerzos en superarle. La primera ministra tenía una receta mágica para superar las dificultades económicas de un país con una altísima inflación inmerso en una profunda crisis: rebajar los impuestos a la minoría más rica del Reino Unido. Aunque esta técnica fiscal es aplaudida con ardor en latitudes más meridionales los mercados reaccionaron ante esta destructiva falacia hundiendo a la libra, la prima de riesgo se disparó situándose cerca de la italiana y motivó la intervención del Banco de Inglaterra anunciando una subida del tipo de interés. Como consecuencia de esta reacción la primera ministra Truss ha anunciado la suspensión de su proyecto de beneficiar a los estratos más favorecidos del país.

Lo cierto es que es bien conocido en todo el mundo que los impuestos son soportados en mayor medida por las clases medias ya que los sectores más privilegiados utilizan habitualmente técnicas de elusión fiscal y cuando tributan lo hacen a través mayoritariamente a través de sus rentas de capital con tipos muchos más bajos que las rentas del trabajo y con una normativa generosa en exenciones. No obstante, el mero concepto de beneficiar a los más favorecidos es una agresión directa a las estructuras del estado de bienestar y a su función redistributiva a través de una política fiscal basada en la progresividad como herramienta de justicia social. Es muy pronto para sacar conclusiones, pero muchos analistas dan por liquidada ya la etapa Truss en el gobierno británico. Lo veremos.

Quería finalmente reflexionar sobre la incidencia de estas circunstancias en las negociaciones entre la Unión Europea y el Reino Unido en relación con el estatuto europeo de Gibraltar. Parece a priori un tema menor y sin vinculación, pero sin duda la erosión de credibilidad del gobierno británico y las incertidumbres políticas actuales son factores que se proyectarán en unas negociaciones complejas. Para que éstas avancen en buena dirección es necesario un gobierno estable y creíble al otro lado del canal de la Mancha.

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