Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De realidad
Cambio de sentido
Al fin ha sucedido lo que llevábamos décadas esperando. Chucky, el muñeco diabólico, ha dado con sus huesos de trapo en la cárcel. En México, la policía ha detenido al pelele y a su ventrílocuo por, presuntamente, atemorizar al personal con un cuchillo de verdad. Las imágenes son para verlas: ese Chucky con cara de majarón, entre dos agentes, esposado y con sesión de fotos de prontuario. Una delicia distópica con la que llevábamos soñando desde la mítica serie Dimensión desconocida, desde Historias para no dormir. La noticia, que a simple vista no pasa de anécdota ideal para poner a funcionar clickbaits y otras basuras por el estilo, me parece un signo –y hasta el sino– de estos tiempos de inteligencias artificiales, bots, algoritmos capaces de sondear el deseo, aplicaciones en las que descartar con un dedo a potenciales pretendientes, misiles capaces de decidir dónde despanzurrarse, carnes que saben y huelen igualito a la carne, conseguidas a base de ultraprocesar otros alimentos, la biofabricación que permita a los alimentos “librarse” del yugo de la naturaleza, para así ser –nos calman– más sostenibles… Que detengan a Chucky me parece un ejercicio de coherencia en este mundo donde lo que parece y lo que es, andan confundidos hasta confundirnos, y donde lo mismo suplantamos a la naturaleza que le podemos echar las culpas de lo que pase a un sistema operativo. Dan ganas de preguntarse dónde está, en todo este barullo, la consciencia y la conciencia humana. Porque lo chungo va a ser si apenas está y, ya mismo, ni se la espera.
No es que hayamos superado los capítulos de Dimensión desconocida, la invasión de los ultracuerpos, Blade Runner y demás fábulas audiovisuales de la ciencia ficción de antaño, es que ya nos hemos saltado a piola varias pantallas de Black mirror. Si esto todo esto lo va a regular la famosa mano invisible de Adam Smith, estamos aviaos. Algunos ya andan mirando sobre plano nuevos planetas donde pirarse en cuanto esquilmen este; otros, comprándose una vida más larga (“Vivir 120 años (y con buena salud), el pelotazo económico que viene”, titula El País). Mientras, a los demás nos advierten por la tele de que hay aplicaciones que simulan el desnudo sin permiso, de que el cáncer aumenta a un ritmo galopante, o de que no digamos “¿Sí?” al coger el teléfono, que nos pueden sisar la voz para asaltarnos cibernéticamente. Si esto es lo que hay, por coherencia, exijo prisión permanente revisable para Chucky, ¡ya!
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