El príncipe de Venosa y conde de Conza, Carlo Gesualdo, mató a su primera esposa (ensañándose), maltrató a la segunda y podría estar implicado en la muerte de un hijo a quien consideró ilegítimo, además de fenecer tras unas sesiones de masoquismo parece que ideadas por purgar una personalidad no muy satisfecha de sí misma... ¿Puede la violación ser una fantasía sexual? Picasso, Roald Dahl, los Monty Python, para qué enumerar. Qué ansia de juicios. ¿Hace falta decir que uno no está de acuerdo con los asesinos? ¿Suprimimos el humor negro?

El problema es intentar el control del pensamiento; tenemos motivos para cancelar a Platón (pedía muerte para los homosexuales, después de una vida muy espartana), pero decía que la verdadera educación consiste en formar sobre qué nos debe o no gustar, el placer... Aristóteles (dicen que viviseccionaba esclavas embarazadas) afirmó que no se es bueno o malo por los deseos sino por cómo se ejecutan... Ambos clásicos y bastante hijoputas demuestran más respeto por la libertad que muchos adalides de las sentencias coetáneos.

Enseñar a valorar, a decidir, a entender, es mucho más importante que a preclasificar. La esclavitud, por ejemplo, estructura económica de la Humanidad hasta hace dos días (¿no sigue?), serviría para cancelar al 99% de los humanos, el nombre de Europa merecería ser borrado y podríamos seguir por todos los continentes.

Gesualdo es alucinante. Se ha vinculado su tortuosa existencia con sus estiramientos armónicos imposibles; un poco tocado: sin duda, pero al oír su música y disfrutarla no estamos justificando sus crímenes. Ni practicando sexo violento justificamos violaciones, ni la risa (según el contexto) se puede prohibir si algo nos parece ridículo, por millones de factores incontrolables, ¿prohibiríamos la ridiculez?

Tolerar es aceptar lo que no nos gusta. Lo otro se llama intolerancia. Las religiones saben mucho de ésta. El juicio a Gesualdo ya no es posible; juzgar a quienes disfrutamos de su obra es una perversión del entendimiento que sí merece “cancelación”. Supongo que esto es propio de quienes consideran el Arte cuestión de gusto, fruta de una mala educación que destruye el valor auténtico de la Cultura: la disposición a poner en entredicho todo, absolutamente todo, hasta a la propia facultad de poner en entredicho.

Los nuevos dioses aprietan y ahogan, no se enteran y por ello caen en lo que critican, generando culto y moral inamovibles. Analizar la obra de Gesualdo y los valores vitales que la generaron supone aprender mucho del animal de fondo que somos, prohibirlo nos lleva al Paraíso no pecaminoso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios