NO lo hace tanto como la corrupción, el jugueteo con las cada vez más finas líneas de la separación de poderes, el nepotismo o la incapacidad de asumir responsabilidades, pero el anuncio de medidas oportunistas también degrada la política, especialmente cuando se utilizan para camuflar la evidencia. Porque, uno, adulándolas corremos el riesgo de que el Gobierno se haga aún más perezoso y, dos, porque confirman que este continúa sin tener inconvenientes en tratarnos como imbéciles.

Mr. Handsome Sánchez quiere que este verano los jovencitos y zangolotinos nos vayamos de vacaciones a conocer las Españas. Los chavales de entre 18 y 30 años contaremos con descuentos en viajes en trenes para irnos, qué se yo, a lugares tan ignotos como Barcelona, quizá Sevilla o tal vez Zaragoza. Mr. Handsome Sánchez justifica la medida, además, en la demostración del compromiso con las zonas rurales. Si por zona rural se refiere a Valladolid, habrá que decirle que los vallisoletanos hace tiempo que consiguieron reponerse estoicamente de los traslados de la Corte de Felipe II.

Quién sabe, puede que este verano me aburra en Algeciras y me entren irrefrenables ganas de hacer una locura. Cogeré al móvil y escribiré a mis amigos. “Shavale, vámonos a echar el día a Cádiz, o un par de noches a Islantilla, o a Málaga, que aquí es levante y no se va a poder estar en la playa. Donde sea, que el tren nos va a salir mu barato”. Todo emocionados, acudiremos a la estación, nos dirigiremos a la pantallita de “Salidas” para ver los horarios y confirmaremos lo que se rumorea por estos lares: que no hay trenes.

Pero, más allá de que el presidente del Gobierno prometa trenes que no existen, enerva aún más que en ese paquete de aventureros españoles que podrán beneficiarse de la medida entremos tanto mi hermano, que tiene 19 años, está cuadrao, el cabrón, y quiere follar cuanto más y con cuantas más, mejor; y yo, que voy camino de los 29, tengo novia, me conformo con follar una vez a la semana y me da miedo quedarme calvo. La precariedad juvenil endémica ha provocado que el sistema sitúe al mismo nivel las aspiraciones de un chaval que acaricie la veintena que de una persona que roce la treintena.

A mí, eso de ir en plan hippie recorriendo (la cosmopolita) España o Europa mientras se gorronea del Estado me parece muy romántico. En plan mochilero, qué guay. Pero luego llega el 1 de agosto, estoy en Praga, me meto en mi cuenta bancaria y veo, de nuevo, cómo el alquiler se ha comido el 50% de mi sueldo. La ilusión de la intrepidez queda entonces emborronada por la realidad, y me sale ponerme como Ana la de Tarifa. Desde la plaza de la Ciudad Vieja, heladito en mano y cara de tonto, imploro a Mr. Handsome Sánchez: “Presi, por favó, mejó dame una caza”.

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