Tierra de palabras

Aprendizaje

La casa está llena de valores y esta manera de redescubrirlos se irá asentando

Hoy me dirijo a ti sabiendo con la máxima certeza que tú somos todos. Cualquiera que ahora lea estas palabras está en la misma trinchera, la de su casa. Y es desde el hogar desde donde sentimos avanzar los días entre estadísticas, picos y descensos; temerosos, prudentes y solidarios a la vez, planeando hacer posible una nueva forma de habitar el planeta; un punto medio que encuentre el equilibrio entre el desaforado vivir de antes y la desacostumbrada mesura en la que ahora vivimos.

Soy de la opinión que las emociones no gestionadas se enquistan y cuando el alma no puede cargarlas más, el cuerpo las somatiza en alguna enfermedad que nos da la voz de alarma parándonos en seco para que le prestemos atención a lo que realmente importa. Y aquí pasó un poco de lo mismo. La situación era insostenible, nos faltaba conciencia y nos sobraba la osadía de creernos los amos del mundo. Ahora, mientras la Tierra se libera de tanto castigo y se da un pequeño respiro, nosotros, simples mortales con ínfulas de dioses, estamos somatizando globalmente un pesar que desde mucho tiempo atrás cargamos como sociedad desvinculada de los graves problemas que arrastramos y que la venda del confort no nos deja ver. Será ahora, al límite, cuando aprenderemos que hay que modificar esa manera que teníamos de vivir tan agresiva. Ojalá que de algo nos sirva este retiro.

La casa está llena de valores y con el tiempo, que ahora lo tenemos de sobra, esta nueva manera de redescubrirlos se irá asentando. Muchas cosas deberían cambiar después de esta inusual experiencia. En la percepción física de antes, creíamos que cuando dábamos algo lo perdíamos; en la percepción espiritual de ahora, hemos descubierto que cuando damos algo no solamente no lo perdemos sino que lo reforzamos.

Hoy las sencillas necesidades de nuestros vecinos se vuelven las nuestras y cuando uno aplaude en el balcón el sentido del aplauso es que el sonido que tus manos despiertan se una al sonido de otras manos y otras y otras… en señal de agradecimiento, aflorando una emoción hasta ahora desconocida de saber que todos somos uno, recorriendo tu cuerpo e inmunizándolo de por vida frente a la absoluta desconexión con la que antes de esta pandemia habitábamos.

Cuando empecemos a ver la salida y remontemos, no deberíamos olvidar los nuevos valores aprendidos como estoicos ciudadanos que ahora somos para que esto haya merecido la pena y entre todos poder transformar nuestro planeta.

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