Ha tenido que salir al paso la propia actriz Sofía Vergara para explicar que lo vivido en el plató de El Hormiguero hace dos lunes se produjo en un clima de humor, una broma mutua, en ese pique dialéctico que tenía con Pablo Motos. La artista colombiana más internacional sabía que podía pinchar al presentador para generar humor y espectáculo, reglas del entretenimiento. Fuera de contexto hubiera parecido un desplante de ella, que es lo que a lo largo de día se vino comentando especialmente en la redes, donde Motos colecciona haters como palomitas en un microondas. Las redes hierven muy por debajo del punto de ebullición del agua destilada.

Cualquier palabra o gesto en El Hormiguero se miran con lupa para tirar piedras contra un productor y presentador que parece de vuelta de todo aunque imaginamos que tendrá su corazoncito. Tuvo que salir al paso del huracán de reacciones sobre Vergara. No le había humillado, todo formaba parte de un juego. Y no se ha confirmado hasta que ella lo ha aclarado. Pero también la mayoría de rostros de Antena 3 parecen estar sobre la picota progre.

En X especialmente hay batallones de carácter mercenario para espolear cualquier tesis y arrojar artillería pesada inquisitorial contra todo aquel que se mueva del otro lado de la trinchera. En un país polarizado cualquier frase es digna de ser replicada por las bravas. No es un clima sano, como el de este mes de enero, y a veces hay que tener ganas para complicarse para dar opiniones que puedan contrariar, por ejemplo, al actual Gobierno. Cualquier mínima disensión puede ser considerada posición de facha, retrógrado, inmovilista, intolerante o inlcuso delincuente.

Es lo que le pasa a diario Pablo Motos y es lo que le ha pasado a Toñi Moreno por lo que creía que eran unos comentarios desenfadados hacia una tik toker. Hay que mirar de reojo cualquier sílaba. No nos está quedando un ambiente demasiado oxigenado, ni de calidad democrática en la opinión, la libre expresión y creación.