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"Todavía hoy se sigue demonizando a las mujeres que son independientes"

Clara Peñalver toma como punto de partida la desaparición de una modelo para 'Cómo matar a una ninfa', intriga con la brujería como telón de fondo

Clara Peñalver (Sevilla, 1983) propone en su nueva obra una narración contada a ritmo de jazz.
Braulio Ortiz

15 de septiembre 2013 - 05:00

La modelo italiana Maria Villani, más conocida como Mari Vila, ha desaparecido. Una mujer tiene que encargarse de investigar qué ha ocurrido: será el primer trabajo serio como detective de Ada Levy, una joven periodista que hasta entonces no había sacado demasiado partido a sus estudios de criminología y se ganaba un sobresueldo dejando constancia con su cámara de infidelidades y otros casos sin demasiada enjundia. Esta vez parece que el viaje sí tendrá consecuencias, según le dicta su intuición: la modelo podría ser la nueva víctima de El Asesino de la Hoguera, "un hijo de puta de los de verdad, un malo de película", en palabras de la protagonista, que ya ha quemado vivas a dieciocho mujeres. Así comienza Cómo matar a una ninfa (Random), una intriga con la que la sevillana afincada en Granada Clara Peñalver regresa a las librerías tras su debut con Sangre.

No es casual que la protagonista de esta novela sea una chica cansada de toparse una y otra vez con el hombre equivocado -una relación destructiva que la hace sentirse "la mayor mierda del universo"- y que prefiere disfrutar del sexo sin ataduras. Cómo matar... habla de cómo en el siglo XXI todavía hay hombres que perciben a las mujeres independientes como brujas. "Cuando empecé a leer ensayos sobre brujería, comprobé que la mujer libre, la mujer independiente, era la víctima perfecta para que se la demonizara", cuenta Peñalver, quien defiende que "hoy en día, por desgracia, eso sigue ocurriendo". La autora cree que "en España no hubo tantas hogueras como en Alemania o Inglaterra, el tema de la brujería no tuvo tanta repercusión. Y para un escritor, encontrar eso es un golpe de suerte, es un gran punto de partida".

Para Peñalver, esa fortaleza que posee Ada, ese descreimiento y ese cinismo que se gasta, forman parte de la fachada del personaje: todos somos tremendamente vulnerables. "Lo más fácil del mundo es fingir ser fuerte de puertas afuera. Es fácil aparentar que no te afecta nada, lo difícil es que hayas tenido un día duro y llegues a tu casa y no te derrumbes. Hay mucha gente que parece muy fuerte y luego es muy pequeña", asegura la narradora. Su heroína esquiva el compromiso, pero es, defiende su creadora, porque no ha tenido la fortuna de tener buenos referentes al respecto. "Su entorno le está dando ejemplos de lo que es el amor, fórmulas que son muy distintas entre sí, y que no le convencen. La única relación verdadera que ella conoce es la de Flor, su vecina, que acabó muy pronto, y ella piensa que seguir enamorada de alguien a quien se quiso años atrás es duro. Su experiencia con los hombres la lleva a protegerse, pero todos los juguetes rotos encuentran el empujón para rehacer su vida", afirma sobre una protagonista que empieza a entenderse a sí misma gracias al texto que escribe a su psicóloga: las páginas de esta novela son el testimonio que Ada realiza como terapia.

Peñalver reconoce en el preámbulo de Cómo matar a una ninfa que redactó la obra con jazz como acompañamiento, y anima a los lectores a que se pongan alguna pieza de Mildred Bailey, Miles Davis o Stan Getz mientras avanzan en la historia. "Justo antes de empezar a escribir la novela, escuché música de jazz de fondo y pregunté qué grupo era el que sonaba. Me imaginé escribiendo con ese ritmo, así empezó todo. Fui buscando referencias, autores conocidos de los años 40 y 50. Una y otra vez escuchaba la misma canción porque estaba asociada a algún capítulo, e incluso cuando la corregía, la ponía".

La novela sitúa uno de sus fragmentos en Galicia, pero son varias ciudades andaluzas -Granada, Córdoba, Sevilla- las que tienen un peso importante en la trama. Hay descripciones minuciosas de estos espacios -Camino de Ronda, antigua arteria principal de Granada, venida a menos y con multitud de numerosos comercios cerrados por las obras de metro- que le otorgan una estética interesante a esta novela negra. "Escribo de muchas cosas que me rodean: Ada es mi alter ego, con cosas mías y rasgos que he robado a los demás. Y describo muchos de los sitios que visito con la moto, de los viajes que he hecho y que llamaron mi atención. Me muevo por emociones", confiesa la autora, que no se atreve a definir su obra como una novela negra "cien por cien. No creo que haya géneros puros, pero mi libro... es lo más impuro que puede existir", admite con una pronunciada sonrisa.

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