Zenet | cantante

“Siempre dejo en cada disco una especie de conexión con el pasado”

  • El intérprete malagueño arranca la gira de su nuevo trabajo, ‘La estación del momento’

  • El sábado actuará en Málaga, el domingo en Sevilla y el 2 de diciembre en Cádiz

Zenet

Zenet / Céline Beslu

Zenet está inmerso en la gira de presentación su nuevo disco, La estación del momento, en el que integra la electrónica dentro de su habitual estilo tan personal, para dar lugar a canciones de pop amable, de new soul más oscuro, de funky y hasta de hip-hop, de la mano de Kumar Sublevao-Beat, músico cubano con raíces en ese género, que colabora en la producción. No ha dejado de lado tampoco el swing, común a toda su ecléctica producción discográfica, aunque seguramente estos aires son los únicos comunes con su obra anterior, ya que en esta última prima la experimentación sin ataduras, el riesgo, el balance entre el minimalismo y la elegancia de las instrumentaciones. Después de llevarlo con éxito a los escenarios sudamericanos, la gira de presentación del disco vuelve a nuestro país, con citas en media docena de ciudades durante este mes, comenzando en Málaga, donde nació el cantante hace 56 años. En su ciudad natal abrirá el tour este sábado 4 de noviembre, visitará el Cartuja Center CITE en Sevilla el domingo 5 de noviembre y pasará por Mallorca, Barcelona y Madrid, para terminar el 2 de diciembre en Cádiz.

-En apenas unas semanas no han parado de venir cantantes malagueños a Sevilla: Dry Martina, Javier Ojeda, El Kanka, usted ahora. Parece que hay una buena conexión entre nuestras ciudades.

-Claro que sí; yo mismo soy hijo de malagueña y sevillano. Siempre he pensado que hay una especie de epicentro de mucho talento en el eje sureño; porque no me diga usted si no hay talento en Cádiz. Rebuscando un poquito, en el sur se encuentra mucho talento en pocos metros cuadrados; está muy concentrado.

-La última vez que le vi aquí venía solo con José Taboada, su sempiterno guitarrista desde hace quince años. Esta vez, presentando su nuevo disco, será diferente.

-Pues mire, esta vez no viene él; lo tenemos en parada técnica porque se está recuperando y le hemos dado un tiempo de respiro. Va venir José Atero. La puesta en escena tiene un poquito de electrónica que utilizamos al servicio de los instrumentos, por eso en nuestra dinámica en directo no nos ponemos auriculares ni hacemos cosas raras que evitarían que estuviésemos siempre sintiendo la vibración del sonido real. Yo soy muy de sentir el piano, la guitarra, escuchar los monitores como si fuese un sonido de club, aunque luego se reproduzca para un recinto grande. Pero internamente todos debemos tocar a la vez y escucharnos a la vez; por eso hemos hecho un trabajo muy interesante de remodelación para que la electrónica suene por los monitores como si fuese un instrumento más del resto de compañeros y hacia fuera suene como debe hacerlo.

-¿Quiénes son ese resto de compañeros?

-Venimos como sexteto. Con nuestro productor, que también toca en directo, Sublevao-Beat, un multinstrumentista que produce muchos discos de afrobeat y música africana mezclada con electrónica en Senegal, París; también está en la órbita de los cubanos, de hecho, me lo presentó Pepe Rivero, nuestro pianista. Viene Aarón Pozo, que estuvo presente en la grabación del disco y quería sacarme una espinita con él porque una vez con su Big Band me invitó a cantar una canción de Frank Sinatra y fue una experiencia maravillosa; por eso debía tener en mi disco su trabajo de dirección musical y de arreglos, concretamente en Término medio, que tiene la virtud de ser como la banda sonora de una película de Scorsese y había que hacerla con su Big Band; la hicimos en el estudio de Caco Refojo, que tiene cinco Grammys a la mejor mezcla de discos. En la trompeta estará Manuel Machado, como siempre, que no puede faltar. Y contaremos también con el violín de Raúl Márquez y el contrabajo de Lila Horovitz, que la conocí interpretando a Piazzola y me volvió loco.

"Rebuscando un poquito, en el sur se encuentra mucho talento en pocos metros cuadrados”

-¿Cuál va a ser el toque local que siempre da usted de la ciudad por la que pasa? Recuerdo que la vez anterior fue el estreno de la canción de Chipi de la Canalla en este disco nuevo, Amor a tres, cuando todavía estaba sin terminar e incluso la presentó con otro nombre, Trío forzado.

-Así fue. Y a las primeras de cambio la gente ya cantaba el estribillo: porque si me quieres así, de esa manera, vas a conseguir que no te quiera. En Colombia, Argentina, México, ponía el micrófono y la gente lo cantaba sola. Esta vez, si tengo una sorpresa la voy a guardar en la manga, para que la gente no se dé cuenta antes de colársela.

-Las letras de este disco son de diez poetas diferentes. ¿Reconocen sus poemas o están desnaturalizados?

-El proceso creativo de cada canción ha sido el de deconstruirlas. Chipi me envió su propuesta bastante avanzada, pero no ha sido ese el caso de los demás. La de Chipi venía con el nombre propio de una chica que había que repetir en cada estrofa y lo primero que hice fue omitir ese nombre para hacerla más universal, y también reordené las estrofas. En el caso de La estación del momento el punto de partida fue un diario mío en el que pienso en una estación de metro como metáfora del espacio-tiempo, porque yo estoy en el presente, pero me llegan un tren del futuro y otro del pasado que se cruzan en el presente donde estoy; si yo estuviese en una estación de después sería un futuro para usted. Partiendo de esa metáfora que le expliqué, el poeta Juanlu Mora empezó a fabricar el poema y a medida que lo hacía yo lo iba estructurando arquitectónicamente como si fuesen estrofas: una cuarteta, otra, estructurando los versos y la disposición en un proceso de mucho roce, de destruir para volver a construir. Con Alexis Díaz Pimienta, el repentista cubano, ha sido maravilloso, es con el que más fácil se puede componer; tú estás delante con la guitarra u otro instrumento y según vayas creando él te va haciendo el verso, y si no te cuadra se lo dices y te hace otro al momento; es como una máquina de crear. Dieta de besos está hecho por él, igual que Insistente, que trata de una especie de Romeo que es un peñazo de tío y al final consigue lo que quiere por la lata que le da a la chica; un homenaje a las personas que son cabezonas por excelencia. Pero repito que, exceptuando a Chipi, que me hizo una propuesta muy interesante, todos los demás hemos ido construyendo cada canción en un proceso creativo al alimón.

-Supongo que algunos de estos poetas no habrán tenido ningún nexo con la música antes que este.

-Sí lo tiene Juanlu Mora, porque estamos en un grupo de WhatsApp en el que se hacen décimas, la famosa décima espinela, cuyo gurú es el propio Alexis Díaz Pimienta, que nos ha enseñado a todos a improvisar en décimas. En ese grupo está gente como Drexler, Rozalén, Marwan, Chipi, Kanka y un montón de autores que han aprendido con él a jugar con los versos.

-¿Todos estos poetas son ahora zenetianos, lo eran antes?, ¿qué es, en realidad, ser zenetiano, como nombró uno de sus discos?

-El disco Zenetianos era una reunión entre amigos para cantar canciones mías, como Coque Malla, Rozalén, Pasión Vega, Miguel Poveda, Marwan. Ahora a Chipi lo puedo sentir también como zenetiano hace mucho tiempo, porque, al fin y al cabo, es gente afín al universo sonoro de Zenet.

-Por cierto, ¿en qué margen de edad están estos poetas?

-Hay generaciones muy diferentes, muy diversas, todos vivos; y lo que me parece muy bonito es que Amarte, la canción más sensual de todas, está hecha por la poeta de más edad, que es la madre de todo: Magdalena Lasala. Es una poesía bellísima que le pedí que construyera como si fuera un reflejo; una vez que hicimos la primera estructura, ella fue construyendo una segunda que era totalmente simétrica, siendo el solo de en medio el eje que las separa.

Zenet Zenet

Zenet / Marta Aguilar Cerezo

-Lo de cantar letras ajenas no es nuevo para usted; en su disco anterior, La Guapería, cantaba canciones de otros artistas.

-Ese el único disco en el que canto canciones que no son mías; es un tributo al bolero antiguo y hasta me dieron un premio en Cuba. Pero rápidamente he salido de ese terreno para que no piensen que soy cantante de boleros, que hay que tener mucho cuidado con las etiquetas; yo soy mucho más de blues que de flamenco, siendo andaluz, fíjese lo que le digo; cuando era chavalito me gustaban más John Lee Hooker o Robert Johnson que cualquier otra cosa. Luego, con la edad, empecé a entender a Camarón, que me lo ponía mucho mi abuela, y otras cosas de la tierra, pero yo era muy rebelde de chico.

-Como el bolero no le era familiar, para hacer La Guapería tuvo que estudiarlo. Ahora, con La estación del momento, parte usted de la misma premisa, otro trabajo de investigación en la electrónica; más aún, con un productor de hip-hop, todo un riesgo. ¿Está ganando la apuesta que ha hecho con él?

-Yo creo que sí. El único riesgo en realidad es que tus seguidores piensen que te has vuelto loco. Yo creo que el artista tiene que arriesgar, no permanecer en su zona de confort y cantar siempre lo mismo; uno tiene que explorar terrenos nuevos, que creo que son interesantes. Si se busca la grieta, es ahí donde encontrará el misterio; con ese riesgo uno llega a terrenos fronterizos. Es verdad que yo siempre dejo en cada disco una especie de conexión con el pasado; de hecho, Amor a tres en cierto modo es una especie de balada dulce, de swing, donde se escucha mucho la guitarra y donde están los sonidos de los coros de las chicas; a modo de Pointer Sisters están las Spin Gospel, otra espinita que quería quitarme también; está la trompeta de Machado, los arreglos que me conectan con mi pasado. El terreno fronterizo está más en Quédate con tu moneda o en La estación, donde incluso se me ocurrió meter un coro de niños, sampleado y doblado; también he sampleado el sonido de un rayador de queso que saqué del cajón de la cocina; en esa experimentación también hay riesgo. Y me tiré un año buscando referencias, haciendo playlists; me gustaba mucho el tipo de música electrónica que se llama low-fi, que van cogiendo trozos recortados de antigua música y los van convirtiendo en un loop sobre el que se monta un dibujo determinado, un riff, un motivo, y se va repitiendo como si fuera música ambiental. Si se da cuenta, el principio de Amor a tres es un low-fi y lo hago también en otros temas. Evidentemente, yo no invento nada; hay gente como Drexler que ha puesto la electrónica al servicio de lo orgánico magistralmente en varias ocasiones. Uno debe tener cuidado de que lo que hace le aporta y no le quita.

"El artista tiene que arriesgar, no permanecer en su zona de confort y hacer siempre lo mismo”

-¿Esas cosas que está aprendiendo se van a quedar atrás, como los boleros, o las va a aplicar en nuevos trabajos?

-De cada disco siempre te va quedando algo que vas añadiendo a tu repertorio. En los que voy trabajando siempre van conmigo algunos temas que prevalecen muy bien a lo largo del tiempo y siguen funcionando como el primer día. Sí que es verdad que todo el aparataje y todos los armatostes que hay que montar para llevar la electrónica contigo es una cosa que por generación no la tengo completamente adaptada a mi gira y me muevo mucho mejor con los instrumentos de toda la vida, con los arreglos de toda la vida y cantando de viva voz como toda la vida; pero algo de este disco quedará seguramente.

-¿Hay alguna etiqueta que le cuadre?

-Me encanta ir a cualquier gran almacén a mirar donde han puesto mi disco y no hay ni una vez que no me lo encuentre en un sitio distinto al anterior: pop rock español, músicas del mundo, jazz latino; la vez que más me gustó fue una en que me pusieron al lado de Raphael; ahí acabé orgulloso. Está bien que sea así, me parece bonito que no sepan nunca cómo etiquetarme ni dónde colocarme.

-¿Tiene ya cosas preparadas para el próximo disco?

-Hay dos cositas que tengo ahí dándole vueltas y tengo que ver cómo dirimir cuál va primero. Son inspiraciones diferentes, cada una tira para un lado y espero que la propia vida me diga cuál va antes, porque he de hablar con distintas personas que me ayuden en el proyecto. Pero sí, ya estamos con otra cosa en la cabeza.

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