TOROS EN LA LÍNEA

Roca Rey, 'hic et nunc', corta tres orejas y revoluciona La Línea saliendo a hombros con Manzanares

  • El peruano se juega la vida de forma espeluznante y enloquece a los tendidos linenses en el primer festejo de la feria

Manzanares y Roca Rey salen a hombros de la plaza de La Línea.

Manzanares y Roca Rey salen a hombros de la plaza de La Línea. / Erasmo Fenoy

Al presidente le faltaban pañuelos para satisfacer la petición popular. La gente de La Línea pedía el rabo con ardor. Hacía tiempo que no veían algo igual, jugarse la vida de ese modo, con ese desprecio, pasándose al toro por los muslos, la barriga y la espalda, anclado al ruedo, como una roca, como el Peñón mismo. Roca Rey debutaba en El Arenal cortando dos orejas. Una aficionada en el tendido seguía agitando su pañuelo blanco incluso cuando las mulillas habían arrastrado al toro. La recompensa final para el peruano le sabía a poco. En la parte posterior del brazo de la joven había un tatuaje, una locución latina, hic et nunc. Aquí y ahora. Para Roca Rey tampoco existe pasado ni futuro cada vez que pisa un ruedo. El arte de sobrevivir en un presente de tensión y nudo en la garganta es su especialidad.

Al de Núñez del Cuvillo le hizo de todo. Era un toro feo de hechuras, con un galope explosivo y enorme nobleza. En cuanto se le enseñaba la muleta, se arrancaba. Un buen toro ovacionado en el arrastre. Me resulta imposible dar sus datos porque en La Línea se ha perdido la costumbre de sacar una tablilla al ruedo entre toro y toro con el nombre, número, peso y edad de cada astado. Una pena. Volviendo a Roca Rey. Con Juan Belmonte, la gente decía: “O se quita de donde se pone o lo quita el toro”. Pues, el peruano, al igual que el trianero, viene a demostrar que este principio no resulta tan evidente.

Un lance de Roca Rey en la plaza de La Línea. Un lance de Roca Rey en la plaza de La Línea.

Un lance de Roca Rey en la plaza de La Línea. / Erasmo Fenoy

No disminuyó su ambición ni su valor ante el sexto, que le pegó varios viajes al cuerpo, milagrosamente sin calar. Previamente brindó esa faena a La Chispa, la viuda de Camarón. Roca Rey, temerario, salvaje y revolucionario, terminó de rodillas, entre la testud, acariciándole los pitones. El público acabó rendido a sus pies, salvo el presidente que, cicatero, sólo le concedió una oreja. Hic et nunc.

Hay toreros que salen de la plaza con el terno completamente manchado en sangre de lo mucho que se arriman. Es el caso de Roca Rey. Otros abandonan el coso impolutos. No son peores, simplemente exponen menos, quizá porque no son capaces de igualar esas cotas de valor o porque su concepto artístico es distinto. El riesgo está ahí, a la vista o latente. El verdadero aficionado siempre ha agradecido la variedad. José María Manzanares, por supuesto, también tiene su público y motivos para gustar.

Con su primero, el alicantino fue un dechado de temple. Todo suavidad, andándole, en una faena de tiempos muertos que el de Cuvillo requería. Paseó una oreja. Lo mismo que al quinto, que recortaba más las embestidas, pero que el diestro supo enjaretar en los medios, tapándole la cara con la muleta. Además de la estética y la técnica, Manzanares atesora otra virtud: su magisterio con la espada. En su regreso a La Línea, también salió a hombros. Por cierto, su banderillero Dani Duarte, de Los Barrios, tuvo que pasar a la enfermería por una lesión en el tendón de Aquiles, quizá una rotura. En el apartado de las cuadrillas, Antonio Chacón saludó una ovación tras parear al sexto. 

Esto de los festejos mixtos, con un rejoneador por delante, es algo muy desagradable. Los caballos dejan el piso lleno de agujeros, como si fuera un patatal -intentaron solucionarlo con un quad haciendo las labores de aplanadora-, y los toreros de a pie luego tienen que ingeniárselas para no meter el pie en un hoyo y caerse. Eso sumado a la particularidad de que el aficionado taurino no entiende de rejones ni el de rejones entiende de toros desemboca en una singular amalgama en los tendidos. Y eso ha sucedido este jueves en La Línea.

Manzanares, durante su actuación en la Feria de La Línea. Manzanares, durante su actuación en la Feria de La Línea.

Manzanares, durante su actuación en la Feria de La Línea. / Erasmo Fenoy

El rejoneo ha llegado, en los últimos tiempos, a la absoluta perfección gracias a la maestría de los jinetes y la inverosímil doma de los caballos. Sin embargo, que el toro salga de chiqueros con los pitones desmochados causa mucha grima. En el toreo a pie, la lucha entre el hombre y el toro -con su encornadura sin mutilar- es más justa e igualitaria. Pero es cierto que a la gente le gusta mucho el espectáculo de los caballos, con sus piruetas y cabriolas. Pan y circo. Dejando a un lado el apunte ético, Diego Ventura ha exhibido a su cuadra en en El Arenal linense con la espectacularidad que le caracteriza. Sin embargo, los desaciertos a la hora de manejar el rejón de muerte lo han dejado sin tocar pelo.

La puntualidad británica en los toros se cumple a rajatabla en todas las plazas salvo en La Línea de la Concepción, a pesar de tener a Gibraltar a tiro de piedra. La corrida comenzó con 15 minutos de retraso y el caballo de la alguacilla haciendo el despeje de plaza a medio desbocar. Y si así empezó, terminó el festejo con una imagen un tanto fantasmagórica: la cima del Peñón sobre los tendidos de El Arenal prácticamente borrada por la bruma del levante. Este viernes, saltarán al ruedo los legendarios toros de Miura.

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