Regreso del principio de autoridad

  • Los agentes de la Comisaría linense que afrontaron a los graves disturbios de mediados de mayo defienden que trabajan en una ciudad segura que ya ha vuelto a la normalidad

Una noche de patrulla en La Línea con la Policía Nacional

Saludo entre policías desde dentro de la furgoneta del GOR. Saludo entre policías desde dentro de la furgoneta del GOR.

Saludo entre policías desde dentro de la furgoneta del GOR. / Erasmo Fenoy

Escrito por

· Quino López

Redactor

“Llevo quince años como Policía en La Línea y jamás había visto nada igual”. La lechera azul y blanca circula despacio por la calle Canarias, en pleno barrio de La Atunara. Dentro van el hombre que habla y tres policías más. Son las once de la noche y apenas se ve un alma. En la puerta de una casa tres mujeres están sentadas al fresco y levantan la mirada cuando llega el vehículo. No hacen ningún gesto. Los agentes tampoco. Nadie diría que a solo unos metros, dentro del puerto de este barrio marinero, el pasado día 10 de mayo los mismos hombres que van en la furgoneta -y algunos compañeros más- fueron agredidos con gran virulencia por una muchedumbre enfurecida tras la muerte accidental de dos vecinos en el mar.

“Nunca en mi vida vi algo así. ¿Qué si me sorprendió? Por supuesto. Nadie lo esperaba”. No es persona de muchas palabras este veterano policía del Grupo Operativo de Respuesta (GOR) de La Línea, el único dedicado al orden público con el que cuenta la Comisaría de la avenida Menéndez Pelayo y que ha estado en el eje de los graves disturbios que comenzaron ese lunes con la salida de los féretros de las instalaciones portuarias y remitieron hasta extinguirse el viernes 15. Fue un mensaje falso emitido en las redes sociales el que lanzó a muchos vecinos en contra de las Fuerzas de Seguridad como nunca antes en La Línea. Acusaban a los policías de no haber permitido que socorrieran a Ángel y Sergio, ahogados cuando supuestamente iban a repostar a una narcolancha a varias millas del puerto de la Atunara. La realidad es que la Policía Nacional participó en el rescate junto a una embarcación privada y otra del Servicio Marítimo de Guardia Civil, pero cuando los agentes se enteraron por unos marineros de que los dos vecinos estaban en apuros, la embarcación ya estaba hundida y ellos, en el agua. Hacía un fuerte viento de poniente que empujaba con fuerza hacia el interior. Cuando los sacaron uno había muerto. Al otro lo intentaron reanimar durante más de media hora sin éxito.

Tres miembros del GOR de la Policía Nacional de La Línea. Tres miembros del GOR de la Policía Nacional de La Línea.

Tres miembros del GOR de la Policía Nacional de La Línea. / Erasmo Fenoy

Hubo graves altercados de orden público ese día y los siguientes. Ahora no. La normalidad ha vuelto a La Línea como se fue, aunque ya nadie apuesta porque no vuelva a suceder lo que nadie esperaba antes del día 10. No al menos dentro de esta lechera que patrulla por la ya tranquila ciudad de La Línea. Aquella primera jornada dos agentes uniformados resultaron heridos, una mujer con un golpe de una piedra en la cabeza y un hombre con un corte profundo en un brazo. Dos días después incluso recibieron disparos. 41 personas han sido detenidas o investigadas desde entonces, lo que da una idea de la gravedad de los disturbios. ¿Por qué terminaron? Hubo varias causas. En el interior de la furgoneta del GOR surgen varias. El llamamiento a la calma de algunos familiares de los fallecidos fue una de ellas. “Que las propias familias hablaran para decir que aquello no iba a ninguna parte fue muy importante”, explica el conductor de la furgoneta, como el hombre que viaja de copiloto nacido en La Línea. Dos policías de aquí en el punto de mira de sus convecinos y que hablan, sin embargo, con una enorme calma y sensatez de la situación. “Además, a estas organizaciones no les interesa que haya problemas porque eso significa que vienen más policías y les es más difícil pasar la droga o el tabaco”, explica un tercero, un canario que ya lleva diez años en la ciudad y no tiene ninguna intención de marcharse. “Este es un buen sitio para trabajar. Ya he hecho mi vida aquí y no quiero marcharme por nada de este mundo”, subraya con un suave acento de las Islas.

“La Línea no es una ciudad insegura. Yo estuve seis años en Madrid y hay barrios por los que no se puede andar por la calle. Aquí no hay demasiados delitos comunes, aunque el tabaco y el tráfico de drogas es un problema profundo y generalizado. Es precisamente por eso por lo que no hay tantos delincuentes comunes como en otros lugares de España, nadie va a reventar un coche para llevarse 15 euros si gana cientos con otras actividades delictivas”, reflexiona el conductor, que duda sobre si permitir al periódico dar su nombre: “En realidad aquí todos nos conocen y más, a los que somos de aquí, pero bueno, cuanto menos se sepa mejor”.

Un control de la Policía Nacional en el paseo de Levante. Un control de la Policía Nacional en el paseo de Levante.

Un control de la Policía Nacional en el paseo de Levante. / Erasmo Fenoy

Los policías hablan entre ellos sobre el tema dentro de la furgoneta. Nunca, afirman, han tenido problemas en la calle, de paisanos. “Hay alguien que te mira, y notas que te reconoce, pero nada más”, explica uno de ellos.

“Este es un buen sitio para trabajar. Ya he hecho mi vida aquí y no quiero marcharme por nada de este mundo”, afirma un agente

El GOR pertenece a la Brigada de Seguridad Ciudadana que manda Carlos Hernández. Son los que el comisario local, Antonio María de los Reyes, llama sus “espartanos”. Hombres recios que a menudo se encuentran con situaciones desagradables ante las que tienen que mantener el pulso firme. En la sala en la que se reúnen dentro de la Comisaría no faltan las fotos de familia de todos ellos. Dentro del vehículo, cuando se relajan tras asumir la presencia de los dos periodistas, surgen las bromas.

La lechera llega al Paseo Marítimo de Levante, cerca del Fuerte de Santa Bárbara, donde otros agentes, estos pertenecientes a las Unidades de Prevención y Reacción (UPR) han montado un control. Este grupo no es de La Línea, vienen de Algeciras, la Bahía de Cádiz o Torremolinos como refuerzo hasta que pasa un tiempo prudencial sin más altercados. Suelen buscar así droga o personas sobre las que pesa alguna orden de búsqueda. Los coches se van situando en fila mientras los agentes comprueban que todo este bien.

Controlando el tráfico tras un accidente camino del Higuerón. Controlando el tráfico tras un accidente camino del Higuerón.

Controlando el tráfico tras un accidente camino del Higuerón. / Erasmo Fenoy

Ellos también recibieron durante tres noches multitud de piedras, cohetes, cócteles molotov y hasta el disparo de un arma de fuego que impactó contra uno de los vehículos policiales. No hubo heridos. El pasado jueves, gracias a las investigaciones del equipo que lidera David Sánchez fue detenido el autor de los tiros e intervenida la escopeta. El arresto es simbólico de que la Policía Nacional ha repuesto el principio de autoridad en La Línea.

No ha sido fácil. Siete vehículos recibieron daños, así como el mobiliario urbano muchas veces utilizado como barricada. Los alborotadores, agrupados en pequeñas células y bien organizados, las establecían atacaban a los primeros agentes que llegaban incluso con gasolina, que luego prendían para meterles fuego. Cuando llegaban refuerzos se dispersaban inmediatamente, perdidos por el entramado de calles de La Atunara, Los Junquillos o San Bernardo. Se desplazaban en ciclomotores, muchos de ellos con las placas de matrícula tapadas, para dar sensación de ser grupos más numerosos y para ampliar el radio de acción a diferentes zonas de la ciudad. Son chicos jóvenes, algunos menores, como alerta el propio comisario. 

Revisando la valla con Gibraltar. Revisando la valla con Gibraltar.

Revisando la valla con Gibraltar. / Erasmo Fenoy

La furgoneta de la Policía enfila la carretera del Higuerón, a esta hora muy oscura, cuando los policías observan a tres coches parados. Inmediatamente se dan cuenta de que se trata de un accidente. Cambian el sentido de la marcha y se disponen a ayudar. Cortan uno de los ramales para que un coche dañado salga, redirigen el tráfico para evitar otro susto y el más veterano habla con los conductores. No es nada grave y cuando el asunto se aclara siguen la marcha. “Ves, no pasa nada”, murmura el más veterano.

La furgoneta circula tiempo después por La Atunara. Reina la tranquilidad en estos días. Como siempre o, mejor dicho, como antes del 10 de mayo. Hay 21 personas detenidas y puestas a disposición judicial, tres de ellas en prisión provisional por aquellos disturbios. Los agentes son conscientes de que eso es necesario, pero no termina de solucionar un problema endémico. “El problema es que La Línea está abandonada”, resume uno de ellos. “Esa es la palabra, abandonada. Uno va a Algeciras y allí al menos está el puerto, pero aquí ¿qué hay? Bueno, sí, Gibraltar”.

Y allí que se dirigen, hacia la valla que separa el Peñón de La Línea, uno de los escenarios clásicos del contrabando de tabaco. Por encima de las concertinas y entre dos redes metálicas pasan cajas y cajas de tabaco ilegal que se vende en España a un precio menor que el de un estanco porque los impuestos en la colonia son, también, muy bajos. Los cigarrillos pasan por boquetes que realizan en la valla, o por encima, donde los matuteros depositan palés de madera para no lastimarse. “Esto no para nunca y cada vez son más jóvenes”, explican los policías mientras circulan en paralelo a una zona que, en el lado gibraltareño, está en obras. Pasa un albañil y, minutos después, llega un coche de la Policía de Gibraltar. A ver qué pasa.

Control en La Línea. Control en La Línea.

Control en La Línea. / Erasmo Fenoy

Gibraltar ha elevado el precio del tabaco como parte de su compromiso para que el diferencial con respecto a los precios en España no supere el 32 por ciento, dentro de los acuerdos del Brexit que en principio conducirá a la Roca a integrarse en el espacio Schengen. Sin embargo, el contrabando, no cesa y hace un mes la Unión Europea censuró a Reino Unido que ha incumplido sus obligaciones relacionadas con esta lucha. En concreto se refiere al establecimiento de un sistema de trazabilidad y medidas de seguridad relativas a los productos del tabaco, que están estipuladas en el artículo 3 (3) del Protocolo de Gibraltar, anejo al Acuerdo de Retirada de los británicos de la Unión Europea.

“No hace mucho encontramos a veinte jóvenes pasando cajas y, cuando pedimos ayuda a Gibraltar, la Policía tardó lo suyo. A lo mejor no es que lo hagan a conciencia, es que no les preocupa como a nosotros”, explica un agente.

La furgoneta llega minutos después de vuelta a la Comisaría. Un grupo de policías se relaja en el bar de enfrente tras cumplir con la jornada de trabajo. Hace unos días este lugar estaba cercado, con cientos de personas enfurecidas que pretendían rodear el lugar. Ahora está tranquilo. De eso se trata.

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