Miriam Cabas debuta con picadores en La Línea con raza y sin red

La barreña y Juan Jesús Rodríguez cortan tres orejas cada uno en una novillada larga pero entretenida, con buen juego del ganado de Condessa de Sobral

David de Miranda, el invitado inesperado que desordenó la fiesta de Morante en La Línea

Arrojo de la barreña Miriam Cabas con el cuarto de Condessa de Sobral, que tenía más de toro que de novillo.
Arrojo de la barreña Miriam Cabas con el cuarto de Condessa de Sobral, que tenía más de toro que de novillo. / Erasmo Fenoy

Sonaba el pasodoble Ayamonte y, sin saberlo, Miriam Cabas comenzaba su andadura con picadores conectando con una casualidad feliz. Porque Ayamonte no solo es música, sino también geografía: un pueblo blanco donde el Guadiana se entrega al Atlántico y donde Sorolla vio un día una pesca del atún digna de lienzo. Tierra de confluencias, como esa otra ribera —la portuguesa— donde Manuel Vázquez Gavira cría a sus toros de Condessa de Sobral, en el Alentejo, justo en el tramo alto del mismo río.

A Vázquez Gavira lo conocían antes por ser uno de los reyes del hielo. Junto a su hermano fundó Procubitos, esa empresa del Campo de Gibraltar que abastecía media Europa de cubitos cristalinos, densos, geométricos. Vendieron el imperio gélido y compraron ganado bravo a Álvaro Domecq. De congelar bebidas a encender ruedos, y de ese negocio nos beneficiamos los aficionados: los novillos de Sobral, procedencia Torrestrella, dieron buen juego en La Línea de la Concepción.

Cabas y Rodríguez salen a hombros tras cortar tres orejas cada uno en una tarde de entrega y novillos con clase.
Cabas y Rodríguez salen a hombros tras cortar tres orejas cada uno en una tarde de entrega y novillos con clase. / Erasmo Fenoy

Con uno de ellos, llamado Impaciente, sorteado en segundo lugar, se midió Cabas. La novillera de Los Barrios, estudiante de Veterinaria en Extremadura, echó mano de su desparpajo —y de una sonrisa blanca— para meterse al público en el bolsillo. Tiene aún la técnica en pañales, como corresponde a quien empieza. Está verde, sí, pero es un verde vivo, no marchito: del que emociona porque todo puede pasar. Al segundo muletazo se queda al hilo del pitón, y ahí el novillo manda.

Eso le granjeó sustos con el primero y sobresaltos con el quinto, un toro-novillo serio y bien hecho, de nombre Gracioso. En ambos, la colocación fue su talón de Aquiles. Pero su tozudez —esa fe ciega del que cree que aún puede ser— es lo que sostuvo su actuación. Incluso se quitó las zapatillas para mejor afianzarse. Y lo logró: mató con seguridad y acierto. En Impaciente, a la segunda; en Gracioso, de una estocada entera que valdría para una tesis sobre el volapié. Cortó una oreja del primero y dos del segundo. Pañuelos blancos por todo el tendido. Alguno ya venía de casa con el suyo, porque los partidarios de Cabas habían hecho campaña con antelación. Marketing taurino, lo llaman ahora. Funciona.

Felicidad de Miriam Cabas tras desorejar al cuarto, en la tarde de su debut con picadores en La Línea.
Felicidad de Miriam Cabas tras desorejar al cuarto, en la tarde de su debut con picadores en La Línea. / Erasmo Fenoy

A su lado, otra promesa —sin picadores aún— que dio que hablar: Juan Jesús Rodríguez. Tiene lo que se dice "cabeza de torero". No por forma, sino por claridad. Ve las embestidas antes de que ocurran, las mide, las coloca. No improvisa, interpreta. En su primero, un eral corretón y con querencia a tablas, anduvo muy por encima. Le cortó dos orejas sin despeinarse. Al sexto, otro manso, lo recibió de rodillas con varias largas cambiadas que pusieron a prueba al viento de poniente. La banda, cómplice, afinó Nerva con un solo de trompeta barroco, casi litúrgico. Rodríguez, sereno, lo sujetó como pudo en la contraquerencia. Otro trofeo. El chico, de La Línea, tiene maneras, variedad con el capote y firmeza en la muleta. La plaza lo celebró como propio.

Pase de rodillas del linense Juan Jesús Rodríguez, que cortó tres orejas.
Pase de rodillas del linense Juan Jesús Rodríguez, que cortó tres orejas. / Erasmo Fenoy

Ignacio Candelas, que completaba cartel, brindó su primero al alcalde, Juan Franco, artífice de la reforma urbanística que ha dado a la plaza del Arenal un entorno más digno. El novillo, sin ser gran cosa, se dejó. Y Candelas, que apuntó algún pase clásico, se perdió en la uniformidad. Su faena fue correcta pero monocorde. No dijo nada. Y en el toreo, el silencio es peor que el error. Cerró con circulares por la espalda, como un tiovivo de sandías conilenses, de esas que se ven en las fruterías camino del coso.

El cuarto, Carcelero, era un señor novillo. Burraco, guapo, aplaudido de salida. Pero lo fundieron en el caballo y lo remataron mal con los palos. Llegó sin gas a la muleta. En un intento de quite por espaldina, Miguelín style, el bicho lo levantó como si tal cosa. Sin consecuencias. Más grave fue el metraje: tres avisos entre los dos toros. La faena se le fue de las manos por exceso, no por defecto. Le dieron una oreja por no dejarle el esportón vacío.

En un intento de quite por espaldina, Miguelín style, el bicho levantó a Ignacio Candelas como si tal cosa.
En un intento de quite por espaldina, Miguelín style, el bicho levantó a Ignacio Candelas como si tal cosa. / Erasmo Fenoy

El festejo se alargó más de lo razonable. Tres horas largas para una novillada es demasiado. Las cocinas cierran, las digestiones se agrian y los aficionados confirman si lo bueno, de verdad, no debería ser también breve.

Pero hubo emoción. Y hubo toros. La novillada, igual o más seria que la corrida del Capea la víspera, dio opciones. La nobleza no es sinónimo de sosería, y varios utreros, especialmente el segundo, cuarto y quinto, tuvieron calidad y motor. Los erales, más rajados, exigieron recursos. Al final, salieron a hombros Cabas y Rodríguez. Ella, por arrojo y pundonor. Él, por cabeza clara y temple. Y la ganadería, por el juego ofrecido, merecería también su premio. Aunque sea en prosa.

Ficha del festejo

Feria de La Línea de la Concepción. Segundo festejo del abono. Alrededor de un cuarto de entrada. Viento moderado de poniente. Novillada mixta. Cuatro utreros y dos erales de Condessa de Sobral, de procedencia Torrestrella. Muy bien presentados, especialmente cuarto y quinto, que eran casi toros. Ovacionados en el arrastre segundo, cuarto y quinto. Los utreros nobles y con transmisión; rajados los erales. Ignacio Candelas, de azul marino y oro, ovación tras dos avisos y oreja tras aviso; Miriam Cabas, que debutaba con picadores, de verde botella y oro, oreja y dos orejas; Juan Jesús Rodríguez, de verde menta y oro, dos orejas y oreja tras aviso. Destacó la cuadrilla de Cabas.

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