Narcotráfico
Los narcotraficantes recuperan por piezas las lanchas incautadas por la Guardia Civil

'Pasar tabaquillo', un refugio con escasa condena social

Los detenidos se enfrentan a los agentes porque no asumen que cometen un delito

Un ciudadano, con una bolsa negra, habitual en el paso de tabaco.
R. A. La Línea

19 de septiembre 2016 - 01:00

El contrabando de tabaco, sobre todo a pequeña escala, no cuenta en La Línea con la reprobación social que sí alimentan los que trabajan con drogas. El propio léxico local ya se encarga de establecer una marcada diferencia entre ambas actividades. Los segundos contrabandean con productos estupefacientes. Los primeros pasan tabaquillo (así, en diminutivo). A la sombra de ese factor cultural difícil de entender más allá del cruce del Toril, las matuteras -casi todas mujeres- y un buen número de jóvenes que por supuesto abandonan sus estudios de manera prematura centran su actividad diaria en atravesar una y otra vez la Verja con el argumento de que apenas ganan "unos eurillos" que les permiten sortear la crisis "y echarle algo más que agua al puchero".

"Si no me los quedo yo, se los acaba quedando algún político y no para comer", defiende un ojeador que espera pacientemente en los locales frente a la salida del Peñón a que lleguen sus gregarios para entregarles los paquetes de cada una de sus visitas al otro lado de la Verja.

Todos ellos forman el escalafón más básico de una actividad que supone una pérdida recaudatoria para el Estado de unos 1.300 millones de euros al año. Según los últimos datos oficiales, Andalucía y Extremadura son las comunidades donde el nivel de contrabando es más alto (40,1 % y 40 % respectivamente).

"Esa forma de aceptar una actividad ilícita tan concreta es el reflejo de que se trata de un refugio que siempre está ahí", explica el Sargento Jefe de la Policía Judicial de La Línea, F.J.C.A., "Hay una parte de la sociedad que entiende que en un momento desesperado ése podría ser un recurso para salir adelante y no lo criminaliza, lo trata como algo cotidiano".

"Queda patente cuando se produce una detención", puntualiza. "Un narco sorprendido casi acepta la situación, entiende que ha sido sorprendido haciendo algo ilegal. Sin embargo los que llevan tabaco se defienden, explican que es su modo de vida y no comprenden muy bien por qué tenemos que obstaculizarles".

"La solución no es nada fácil", admite. "En primer lugar porque hay demanda y si ésta existe, alguien se encargará de crear la oferta y en segundo por el precio del tabaco en los estancos en España".

"Estamos hablando de que un consumidor que se fume un paquete al día se puede ahorrar dos euros cada veinticuatro horas y eso supone unos sesenta euros al mes. La realidad es que la gente no piensa en el prójimo, sino en su propio beneficio y como no va a dejar de fumar, piensa en cómo ahorrarse en dinero", recalca el sargento.

Buena parte de ese contrabando doméstico es realizado a pie. Pero otro porcentaje, nada desdeñable, en vehículos, especialmente de muy baja gama, en previsión de que puedan ser requisados por las fuerzas del orden.

Desde maleteros con dobles fondos a neumáticos desmontados y rellenos de cartones, el abanico se expande todo cuanto abarca la imaginación.

Se establece a diario un curioso juego del gato y el ratón entre el que trapichea y el guardia civil que hace su turno. Ambos saben que unas veces ganan unos y otras, el adversario. Ese juego degenera en una convivencia complicada, que, sin ir más lejos, explica por qué son tan pocos los guardias linenses que solicitan este destino.

"No resulta nada sencillo pelear contra todo esto, porque por esa frontera pasan unos 45.000 vehículos al día y si se retienen se crean problemas de circulación no sólo en las inmediaciones de la Verja, sino en el propio Gibraltar y hay que echar mano de la pericia del guardia, que se ve obligado a discriminar", justifica el mando de la Guardia Civil.

Los agentes, que cuentan con muy pocos minutos para decidir si realiza una inspección, empieza detectando si el que conduce es un personaje conocido, si la documentación del vehículo no está a su nombre. "No es una cuestión de dotación de efectivos. La línea de frontera es la que es y no se puede inspeccionar un coche en otro sitio que no sea ése. Es decir, aunque hubiese trescientos mil guardias civiles destinados, no podríamos hacer mucho más de lo que hacemos".

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