Un panorama la mar... de feo (0-2)
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La Balompédica se ancla en el farolillo rojo después de enlazar la sexta jornada sin ganar Los albinegros caen ante un Marbella que no precisa de un gran alarde y que aprovecha dos inadmisibles errores defensivos
Árbitro: Hugo José López Puerta (Madrid) . No se hizo notar. Queda la duda de si ignoró un penalti de Joe y de si el segundo gol visitante llegó precedido de fuera de juego, pero ambas acciones son muy dudosas.
Tarjetas:Amarillas a los locales Manolo León (21'), Juampe (64'), Joe (65'), Buitrago (71') e Ismael Chico (89') y al visitante Emilio Cubo (64').
Goles0-1 (29') Juanfri, a placer, aprovecha un saque en largo del portero visitante, 0-2 (76') Sergio Narváez controla de espaldas al marco, se va de los dos centrales y fusila a Lolo Soler.
Incidencias: Encuentro de la sexta jornada de Liga en el grupo IV de la Segunda división B, disputado en el Municipal de La Línea, que registró la peor entrada de lo que va de temporada, con apenas 1.500 personas en las gradas.
Suenan las alarmas. Y bien fuerte. El farolillo rojo de la Balompédica hace rato que de ser una cuestión anecdótica para constituirse en preocupante. Es más, en muy preocupante. Especialmente para los que tienen aún en la memoria el arranque de la fatídica 2008-09, de infausto recuerdo para todos los que se sienten parte de ese club. Los albinegros enlazaron ayer la sexta jornada sin conocer el triunfo y lo peor no es que perdiesen con el Marbella, sino que a los malagueños les bastó [es un decir] con juntar sus líneas, jugar ordenados, presionar y esperar el fallo para lograr la victoria. Cuando el enemigo no precisa de grandes alardes para salir victorioso del añejo Municipal es que algo falla. O mejor dicho, que lo hacen muchas cosas. Demasiadas. La paradoja es tan grande que la estadística demuestra que el equipo de casa tuvo más ocasiones que el rival y, sin embargo, nadie se fue del estadio con la sensación de que el triunfo forastero fue injusto.
La Balona fue ayer un equipo sin brújula. Un conjunto que se empeña en hacer un fútbol de toque desde atrás para el que estructuralmente no está capacitado y al que ya le ha cogido la copla medio grupo IV. Vaya, medio porque con el resto aún no ha jugado.
Por si a alguien se le ha olvidado, la finalidad de este bendito deporte es ganar y a veces, sobre todo cuando aprieta la necesidad, hay que hacerlo a las bravas. O de cualquier otra forma, pero ganar. El único objetivo cuando se es colista debe ser sumar de tres en tres y asegurar la permanencia. Sí, sí, la permanencia, que ése es el debate ahora. Porque la Balona es ahora mismo, con un punto, el peor entre los ochenta equipos que compiten en toda la Segunda B. Y mientras esa situación perdure, como dijo aquel, el que quiera espectáculo que ponga las Mamachicho.
El elenco albinegro está jugando sistemáticamente con un solo mediocentro, el capitán Ismael Chico, que si no se pone remedio acabará por fundirse porque no se puede correr más. De sus compañeros en el pivote, juegue el que juegue, nada se sabe. Tampoco tiene sentido que Juampe esté noventa minutos en el césped sin haberse entrenado en una pila de días cuando están en condiciones Mauri y José Ramón. Ni que Copi siga teniendo poco menos que por decreto una plaza antes que Diego Buitrago. Que no es que aportara nada del otro mundo, pero que al menos incomodó a la defensa rival y provocó faltas en los aledaños del área, lo que no hizo, ni de lejos, el algecireño. Otrora, goleador.
Pero mucho peor que el problema futbolístico, que ya es hiperbólico, es que la antes conocida como Recia no dio -como tampoco lo hizo en el Nuevo Mirador una semana antes- la sensación de estar jugándose la vida.
Igual va siendo hora de que alguien entre en el vestuario, lo cierre por dentro y le explique a más de cuatro, y muy especialmente a los recién llegados que parecen no haberse enterado, lo que supone lucir la túnica sagrada de esta entidad centenaria. No vaya a ser que cuando se enteren ya sea demasiado tarde.
El partido fue una copia de tantos que se han visto en el Municipal. Uno de esos en los que la Balona toca y toca sin encontrar a Canario y el rival espera plácidamente, cortocircuitando su ¿fútbol?
Los visitantes se asomaron hasta cuatro veces a la cercanía de Lolo Soler. Una muy clara, un cabezazo Edy tras un córner que le se fue alto mientras su técnico se mesaba los cabellos. Fue cinco minutos antes de que el meta Quique Cebriá sacase en largo, los centrales ni se enterasen y Juanfri tuviese tiempo de todo -si hubiese sido un ciclista se hubiese hasta persignado- antes de marcar. Un gol que si no fuera porque maldita la gracia que tiene podría escribirse que es de circo.
Los de casa, que empezaban a escuchar silbidos de desaprobación desde la grada, sintieron el castigo. Y hasta por tres veces pudieron empatar. La mejor, un pase de Canario a lo Canario, que dejó a Copi solo delante del cancerbero visitante. Una de esas que antes no fallaba y que ayer estrelló en el pie del guardavallas. Juampe y Zamorano también lo intentaron,
Tras el descanso Escobar pareció buscar soluciones a la desesperada. Sacrificó a Manu Palancar y a Ximo Forner, colocó a Zamorano de lateral diestro, retrasó a Canario para que éste intentase canalizar el ¿fútbol? de los locales y ubicó a Diego Buitrago arriba.
Pero fue más de lo mismo. La Balompédica estaba bloqueada mentalmente y no encontraba el antídoto a su depresión futbolística.
En el 67' el colegiado sacó del área una mano de Joe que tuvo toda la pinta de haberse producido dentro y cuando restaba un cuarto de hora Olmo y Joe volvieron a hacerse un lío, permitieron a Sergio Narváez darse la vuelta y fusilar el 0-2. Igual el delantero inició la jugada en posición antirreglamentaria, pero a estas alturas recurrir a eso suena a descortesía.
El gol supuso una sentencia en toda regla. Tanto, que el público empezó a abandonar el estadio en silencio. Pero no como gesto de reproche. Sino como expresando su negativa a sufrir más.
Después, unas cuantas muestras de orgullo y algún coletazo amparado en una cierta complacencia del Marbella que le pudo costar cara. Pero ya se sabe que cuando un equipo está abajo no sólo le penalizan sus errores, sino que carece de suerte.
Al final, silencio. Ese vacío que precede a la tormenta. Esas caras largas de aficionados añejos que miran al césped y se preguntan quién va a parar este descalabro antes de que sea demasiado tarde. Lo primero que está obligada a hacer esta plantilla, con su entrenador al frente, es un ejercicio de responsabilidad y aceptar la única verdad: que está úl-ti-ma. Y desde ahí poner soluciones futbolísticas y anímicas. Todas las demás muestras de valentía no son sino papel mojado. Y a la sabia hinchada albinegra hace mucho que no se le engaña con palabras.
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