CULTURA

Alicia Giménez Bartlett: "Escribir es una manera de vivir"

La escritora Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951).

La escritora Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951). / José Ángel García

La escritora Alicia Giménez Bartlett (Almansa, Albacete, 1951) concibió a la investigadora Petra Delicado en 1996. La que se convertiría en su personaje fetiche protagonizó su primera novela Ritos de muerte ese año otorgando una perspectiva feminista –y pionera– a la novela policiaca. La autora vuelve a dar vida a Petra Delicado –en la novela número 13 de esta saga– para investigar un asesinato del dueño de un foodtruck en La mujer fugitiva (Ediciones Destino).

-Petra Delicado y su inseparable Fermín Garzón están de vuelta, ¿a qué se enfrentan en esta ocasión?

-Se enfrentan a una trama muy complicada, un asesinato… Aparece el dueño de una furgoneta gastronómica con un par de puñaladas dentro de su propio vehículo. No hay testimonios, y solo se ha visto el día anterior a una elegante señora haciendo una importante compra y charlando mínimamente con él. A partir de ahí las pesquisas son duras y complicadas.

-La mujer fugitiva se caracteriza por su cotidianidad y realismo, fuera de los espacios habituales en los que suele moverse el género.

-Sí, eso me apetecía mucho, nada de carreteras secundarias, callejones oscuros y bosques siniestros. En medio de una feria, comiendo y bebiendo y la gente pasando. Para dejar claro que un asesinato se puede cometer en cualquier lugar. No siempre las ambientaciones tétricas son las más ideales.

-El desencanto por la política está presente en la novela.

-Sí, pero más que por la política, por el ambiente del país. Queda reflejado, más que subrayado, porque con los detalles el lector completa la imagen. Estamos en un momento que parece el apocalipsis, nos acechan mil peligros, se gritan e insultan, los políticos se pelean entre ellos, y eso genera un desencanto en los ciudadanos, así como un cabreo colectivo. Petra también está cabreada.

"La novela negra tiene una mirada a la gente de la calle"

-Una vez más, no hay vísceras…

-Ni las habrá. Me horroriza lo de las vísceras. Lo de describir minuciosamente la tortura de las víctimas, el contar cómo aparece el cadáver y en qué estado, creo que es innecesario. ¿Por qué? Porque al final la imaginación de una persona siempre va más allá, incluso tememos a nuestra propia imaginación.

-¿Cómo surgió la idea de ambientar La mujer fugitiva en un grupo de furgonetas gastronómicas, qué le llamó la atención?

-Yo hice un poco de encuesta con quienes trabajan en las furgonetas gastronómicas, y me llamó la atención que no consideran que sean un saltimbanquis. Pagan sus impuestos, tienen familia e hijos que van al colegio, pero se sienten privilegiados porque te dicen: nosotros no fichamos, no estamos encerrados, no vamos a una oficina. Todos estaban muy orgullosos de esa faceta más libre de su trabajo.

-¿Creyó que le iba a durar tanto Petra Delicado, se lleva bien con ella todavía?

-No tenía la menor idea tras escribir la primera novela (Ritos de muerte, 1996), porque fue como un relajo. Venía de un texto muy académico, muy rígido, sobre Virginia Woolf (Una habitación ajena), en el que me leí todos sus diarios, investigué tanto que ya no sabía si era profesora o novelista. Necesitaba hacer algo más abierto, más divertido, y pensé en el género negro, porque además las mujeres teníamos todas unos papeles… la víctima, la amiga de alguien, la esposa del policía. Y pensé: voy a ponerme impertinente. Cayó bien la cosa y continué. Me sigo llevado bien con ella porque escribo otro tipo de libros, si solo hubiera escrito novelas de Petra Delicado en este tiempo, por las ventas, por ejemplo, estaría harta. Para mí escribir es una manera de vivir, es el cada día, no es apasionarse y acabar una novela en tres meses. Es calma y trabajo. Eso me ha ayudado a no detestar al personaje. Pero tengo claro que no puede durar toda la vida.

"Tememos a nuestra propia imaginación"

-¿Se siente una pionera? Petra Delicado llegó cuando apenas había mujeres en el género y ahora abundan.

-¡Más que las setas! (Risas). Sí que me siento pionera, casi con mi delantalito de cuadros, como en La casa de la pradera, cuidando a mis ovejas. En España hubo dos autoras, María Antònia Oliver y Lourdes Ortiz, pero que publicaron muy pocas novelas de género. Y los pocos colegas hombres que tenía, porque tampoco había tantos autores, me acogieron bien. Aquello que surgió casi de repente y ahora cuántas mujeres investigando hay, tanto en la ficción como en la realidad. Me invitaron a una toma de despachos de la policía y me quedé asombrada cuando vi todas las mujeres que había. Mi contacto en la policía, que ahora es comisaria, cuando estuvo en Ávila en la academia, eran nueve mujeres. Eso ha cambiado. Cuando comencé con Petra había una comisaria, ahora hay varias. En España va bien la cosa.

-¿No cree que se nota en algunos autores la mala influencia que la televisión ejerce en ellos, como si pretendieran escribir episodios de C.S.I. o de Mentes Criminales?

-¡Es verdad, eso sucede! Hay novelas que son demasiado esquemáticas, que solo buscan la acción. Y una novela, ya sea negra, verde o de cuadros, tiene que fijarse en la forma, tiene que tener buenos diálogos, valores literarios, pero meramente literarios. Lo audiovisual tiene otros. La literatura tiene sus propias claves.

-¿Que le ofrece Petra que no tengan las Miralles (protagonistas de La Presidenta, 2022) y viceversa?

-Algún crítico me ha dicho: las Miralles no hacen ningún tipo de reflexión. ¡Claro, porque tienen treinta años! Petra ya es una veterana. Y me da el poder de la reflexión y las Miralles… ¡me dan una marcha! Son policías jóvenes, con otro esquema mental.

-¿Cómo explica su enorme éxito en Italia?

-Todavía no lo he podido comprender. Yo de broma suelo decir que en Italia es el Papa y yo, pero no necesariamente en ese orden (risas). Por buscar una razón, diría que la liberación de las mujeres en Italia va más lenta que en España, y creo que Petra estimula a muchas mujeres.

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