En Un manicomio en el fin del mundo, el periodista norteamericano Julian Sancton recrea, con una sólida documentación y una escritura ágil y concisa, la aventura del Bélgica y su tripulación en la llanura helada de la Antártida. Dicha expedición, comandada por Adrien de Gerlache, y en la que intervendrían, entre otros, los célebres Frederick Cook y Roald Amundsen, comprendió desde el verano de 1897 a noviembre de 1899, sin que se alcanzaran sus objetivos principales, pero recabando numerosos datos de utilidad científica. A ello se unirá otro logro, menos patente, pero que ocupa buena parte de estas páginas: la supervivencia extrema de sus tripulantes, asediados por la enfermedad, la soledad, la oscuridad y el frío, con un resultado previsible: la locura en la que se abismaron algunos de los miembros del Bélgica.

En la literatura de Melville y Verne se condensó una fascinación por las regiones heladas que llegará al XX

El lector recordará la mitología propicia de aquella hora, tanto en lo que concierne a episodios reales -el dramático fracaso del Erebus y el Terror en aguas del norte-; como a la literatura de Melville y Verne, donde se condensa una fascinación por las regiones heladas que atraviesa, de manera creciente, el XVIII y el XIX. A este respecto, es fácil recordar que Frankenstein persiguió a su criatura sin nombre por las aguas del mar boreal. Pero también es oportuno señalar una cuestión no menos importante, que culminará en el XX. En el mito de los hiperbóreos se buscó el origen último de las naciones europeas, en contraposición a los mitos grecorromanos, bien acudiendo a la mitología céltica y escandinava, bien a la germana, y fruto de lo cual resultó el mito de la raza aria, de catastróficas repercusiones en la primera mitad del siglo pasado (el Bélgica partirá para vindicar y prestigiar la reciente nación belga).

Es es este contexto, donde afluyen y se confunden el positivismo, el nacionalismo, la geografía y la cruda maquinaria colonialista, donde el libro de Sancton adquiere su completo significado. También en lo que atañe al propio tratamiento de la locura de estos héroes del frío, cuyo final no puede calificarse, sin faltar a la verdad, como envidiable. En tal sentido, la prisión padecida por Cook, o la muerte de Amundsen, no hacen sino configurar, hasta su borde exterior, la trama cultural donde declinan estos últimos exploradores.