Obra y legajos de Juan de La Zaranda | Crítica

Juan Sánchez o las entrañas de La Zaranda

  • Ediciones del Bufón recupera la 'Obra y legajos de Juan de La Zaranda', quien creó un teatro propio con un lenguaje hecho de silencios y repeticiones, de realidad y de sueños

Paco Sánchez y Gaspar Campuzano, en ‘Vinagre de Jerez’.

Paco Sánchez y Gaspar Campuzano, en ‘Vinagre de Jerez’.

A nadie se le escapa que el mundo de la letra impresa no atraviesa su mejor momento. La lectura digital y la piratería, entre otras cosas, están provocando el cierre de numerosas librerías y golpeando duramente uno de los sectores fundamentales de la cultura. La literatura dramática, además, ha sido siempre, incluso en épocas más florecientes y a excepción de los clásicos, el género más minoritario en el mundo editorial.

Desde los libritos de la Editorial Escelicer –con casi 800 textos teatrales publicados desde 1951– hasta las colecciones de textos contemporáneos de algunas revistas especializadas como El Público o Primer Acto, lo cierto es que la mayoría de las publicaciones teatrales ha ido desapareciendo año tras año.

Por todo ello, hay que saludar con verdadero júbilo el nacimiento de pequeñas editoriales comprometidas con el teatro actual, como Ediciones del Bufón que, desde la localidad sevillana de Morón de la Frontera, está dispuesta a salvar del olvido textos imprescindibles para conocer la historia de las artes escénicas de Andalucía, su patria real, y de Hispanoamérica que, según la responsable de la editorial, Mercedes Martínez, es su patria emocional.

Ediciones del Bufón, junto a la compañía teatral La Periférica y la Escuela de Teatro, es una de las ramas de Teatro del Bufón, un proyecto encabezado por el dramaturgo y director de escena Raúl Cortés.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

Nacida, al igual que un podcast teatral, durante el vacío escénico de la pandemia, su primera publicación fue, en 2021, una antología del autor y director moronense Alfonso Jiménez titulada Contra el olvido. Ahora ve la luz la tercera entrega: Obra y legajos de Juan de La Zaranda. Teatro incompleto. Unos textos que fueron el manantial primero de La Zaranda, un grupo teatral dotado de una fortísima identidad, reconocible y reconocida a nivel nacional e internacional y que hoy, con 45 años de andadura, sigue siendo uno de los más emblemáticos de este país.

A pesar de haber cambiado su denominación de Teatro Inestable de Andalucía La Baja por la de Teatro Inestable de Ninguna Parte, La Zaranda está y estará siempre indisolublemente unida a su tierra, Jerez de la Frontera, y al genio de su primer director.Juan Sánchez, para el arte Juan de la Zaranda, hermano del actor y hoy director de la compañía Paco (Sánchez) de La Zaranda, escribió tan solo cinco obras para ella, apartándose cuando esta empezó a volar por los cinco continentes y dejando en su lugar al que por entonces era el iluminador del grupo, Eusebio Calonge quien, desde Perdonen la tristeza (1992), ha escrito todos los textos de la compañía, por fortuna editados por otra pequeña editorial como es Pepitas de Calabaza.

Juan fue capaz de crear un teatro propio con un lenguaje poético hecho de silencios y de repeticiones, de pasado y de presente, de realidad y de sueños. Un lenguaje ritual que se acerca a Beckett y a Kantor, pero que está profundamente ligado al flamenco, tanto en sus ritmos como en sus temas, centrados en el humano, eterno y atemporal existir, con sus grandezas y sus miserias cotidianas.

‘Vinagre de Jerez’ catapultó a La Zaranda a los festivales más importantes del mundo

El periodista Paco Sánchez Múgica, sobrino de Juan, fue quien entregó estos legajos al Bufón. "Estaban escritos a mano y ha habido que hacer un gran trabajo para transcribirlos manteniendo el andaluz hablado en el que los escribió", comenta Mercedes Martínez.

Sus dos obras más significativas, Mariameneo Mariameneo y Vinagre de Jerez se convirtieron en teatro y lanzaron a La Zaranda a los escenarios del mundo. La primera, estrenada en Cádiz en 1985, alcanzó las 100 representaciones en España y una repercusión internacional que aumentó de forma exponencial con la segunda, estrenada en 1989.

Vinagre de Jerez, en efecto, catapultó a La Zaranda a los festivales internacionales más relevantes del mundo en un periplo que duró siete años, si bien podría haber seguido en su repertorio hasta el día de hoy.

Las dos obras fueron impresas únicamente en 1996, en la Biblioteca Antonio Machado de Teatro, acogida en los 90 por la Editorial Visor, y hoy están descatalogadas. De ahí la importancia de esta nueva publicación que aparece diez años después de la muerte de Juan de La Zaranda (1954-2013). Ahora, gracias al material proporcionado por Sánchez Múgica, no solo cuenta con las dos obras citadas sino que se han añadido otras más breves y algunos dibujos realizados por Juan para sus puestas en escena.

Sin orden cronológico, la Obra y legajos de Juan de La Zaranda comienza con Vinagre de Jerez, una pieza en un acto y 24 escenas en la que el diálogo –o los tres monólogos– de un cantaor, un guitarrista y un bailaor en una vieja taberna jerezana se alterna con unas larguísimas acotaciones en las que se mezclan, entre otras cosas, reminiscencias de Valle-Inclán (uno de sus autores de cabecera, junto con Lorca y Antonio Machado), del teatro del absurdo, del expresionismo y de la savia aún viva de un pueblo único, cuna de artistas notables como La Macarrona o Manuel Torre y de otros cuyo fracaso reposa junto a ellos en el olvido.

Los decorados de 'Mariameneo Mariameneo'. Los decorados de 'Mariameneo Mariameneo'.

Los decorados de 'Mariameneo Mariameneo'.

En Vinagre de Jerez resuenan ecos ancestrales que ya habían aparecido en Mariameneo Mariameneo (el segundo texto del libro): siete actos con un introito y un epitafio llenos también de acotaciones y personajes cuyas frases se repiten una y otra vez, a modo de mantras, aderezadas con marchas de Semana Santa y los ruidos de un montón de cachivaches. Imágenes y sonidos que componen en escena el cuadro descolorido de una región más conocida por los tópicos y las postales folklóricas que se han proyectado de ella.

Junto a estas dos obras aparecen otros textos, más breves y en algunos casos más experimentales en su lenguaje y en su composición. Sigue, por orden, el monólogo La maletita, escrita en 2000 y, tras esta, La Santoentierro, una breve pieza escrita en verso con el último personaje que creó el jerezano y que, como se cuenta en su introducción, llegó a ser encarnado por la actriz colombiana María Isabel Rincón (Maloka), que fundó, en honor a Juan, la compañía Teatro del Vinagre.

A continuación, el Pregón Macandé, su texto más literalmente flamenco, con once escenas, un prefacio y un epílogo; Chahín, compuesto por lo que el autor llamaba sesiones dramáticas, con sus correspondientes dibujos; Surhondo y, para concluir, Apuntes imprecisos, unas notas para lo que luego sería la dramaturgia de Tierra Cantaora, el espectáculo que realizó con el guitarrista Manuel Morao y los Gitanos de Jerez.

Unos legajos, en resumen, con los que de seguro disfrutarán los buenos lectores, sean o no aficionados al teatro.

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