Literatura

Andrés Felipe Solano: “Recordar también es imaginar. La memoria suele ser una invención”

  • El autor colombiano afincado en Seúl publica 'Gloria', una novela editada por Sexto Piso en la que se traslada al Nueva York de los 70 y los 80 para contar la historia de su madre

El narrador Andrés Felipe Solano, fotografiado hace unos meses en una visita a Sevilla.

El narrador Andrés Felipe Solano, fotografiado hace unos meses en una visita a Sevilla. / Juan Carlos Muñoz

Una mirada hacia el pasado, que para el escritor Andrés Felipe Solano (Bogotá, 1977) es como decir una mirada hacia los orígenes. Así podríamos definir Gloria, la nueva novela del autor colombiano, afincado en Corea. Publicada por la editorial Sexto Piso, en esta obra su autor nos descubre una época y una ciudad, los años 70 y 80 en Nueva York, y construye la biografía de la mujer que lo trajo al mundo. Un mundo a veces hostil, a veces entrañable, a veces nostálgico, a veces difícil. Un mundo que ha formado parte de Solano, pero cuyos recuerdos trascienden la memoria personal, para así hacer literatura en torno a la infancia, el arraigo, el papel de la figura materna, nuestro pasado, algunos de los temas que salen en esta conversación.

–¿Ha saldado una deuda personal con este libro?

–Sí y no. Obviamente que se trata de una historia muy personal, pero a la vez, al decidir afrontarla como ficción, se convierte en saldar una deuda literaria, más que personal. El libro tenía, en principio, otra forma. Era un libro más fragmentado, híbrido, reflexivo… sobre las relaciones entre padres e hijos, o madres e hijos. Un libro donde quizá sí pensaba más en mi relación con mi madre. Aunque en esa primera encarnación no podría haber surgido este narrador tan extraño y tan particular de la actual novela.

–Hablamos de una novela en la que recuerda a su madre, pero la palabra ‘madre’ no se pronuncia. Siempre la menciona por el nombre, Gloria. ¿Por qué esa distancia?

–Fue una cosa muy a propósito. Fue una cosa muy deliberada. Usualmente en la ficción me muevo por intuiciones. Pero una de las pocas que tenía muy claras es que quería hacer una novela sin usar la palabra ‘madre’, sino Gloria. O la manera en la que otras personas se dirigen a ella, como Gloria Lucía o Lucía. Así la presento al lector. Evitando meterme ahí en medio. Es un recurso que llevé tan lejos que ni siquiera escribo la palabra ‘padre’. Simplemente uso ‘él’. La distancia me permitió alejarme de la propia historia.

"No quería usar la palabra ‘madre’, quería llamar por su nombre a esa mujer. La distancia me ayudaba a escribir"

–¿Su madre influyó en su mirada como escritor?

–En cosas puntuales, sí. En mi casa no había muchas novelas o muchos libros de literatura. Pero ella sí tenía una obsesión por las enciclopedias. Había muchas enciclopedias en la casa. Incluso me acuerdo de que algunas veces fueron vendedores de enciclopedias a la casa. Todo ello se vio muy reflejado en mi segunda novela, Los hermanos Cuervo. Ahora bien, de su personalidad quizá me influyó la libertad con la que mi madre vivió su vida. La libertad con la que vivió su vida me dio impulso para desarrollar esta novela, Gloria.

–¿Cómo recuerda aquellos EE UU de los años 80?

–Mi madre tiene una memoria increíble. Ella me ayudó particularmente en el retrato que hago de los 70. De aquellos 80 tengo imágenes grabadas, como los parques de atracciones o ver un Porsche, en la calle; aquel coche, en 1983, me pareció una nave espacial.

–Una cultura muy diferente a la de la actual Seúl, donde hoy reside.

–Sí, totalmente. Llevó diez años allá. Corea es un país muy especial, por su propia historia. Es un país que estrenó democracia hará ahora unos 30 años. Hasta entonces estuvo gobernada por una dictadura que recortó los derechos civiles de una manera brutal. Aun así, hay gente muy nostálgica de esos años del dictador, pues impulsó la economía, pero otra aborrece esa etapa, por supuesto.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro. / D. S.

–Usted ha dedicado un libro a contar la vida en Seúl, titulado Corea: apuntes desde la cuerda floja. ¿Cuáles son los rasgos distintivos de aquel país?

–Esta es una pregunta que me hago a diario. Lo puedo describir desde la generalización, aunque toda generalización sea una realidad. Los coreanos son muy impacientes. Son explosivos temperamentalmente. Tienen fachada de reservados, pero pueden ser muy de mecha corta, como se dice. Son muy trabajadores, por otra parte, hasta el punto de que su hobby es el trabajo. También son muy dedicados al estudio, aunque esa dedicación se base tan sólo en memorizar cosas. Sin un sentido crítico. Hablo de todo ello desde la generalización. La historia de este país, como decía, es impresionante. Pues en pocos años pasó de la pobreza absoluta, a causa de la guerra, a principios de los años 50 del pasado siglo, a ser la décima o undécima economía del mundo. Se mantienen muchas cuestiones del país agrario, rural, y esto convive con otro país que no sólo consume alta tecnología sino que la produce. Estos dos países conviven.

–¿Y Corea del Norte?

–Pues fueron un sólo país durante milenos. Es cierto que esa zona de Asia ha sido siempre muy homogénea. Aunque no tanto como lo quieren hacer parecer ellos, que a veces entran en un etnonacionalismo… Sobre todo los japoneses. Pero sí es verdad que fue una sociedad, la coreana, muy homogénea. Siempre amenazados por China o por Japón. Y llega un momento en el que ese territorio, Corea, se parte en dos, hace 70 años. Estas décadas sí han mantenido, claro está, caminos opuestos, aunque la estructura mental es muy parecida entre norcoreanos y surcoreanos.

–Volviendo a la novela, a Gloria, ¿cuál cree que es el valor literario de la autoficción, una fórmula en ocasiones denostada?

–A mí me parece una etiqueta más. Y me parece un absurdo pensar que ningún tipo de literatura nace del impulso autobiográfico. Hay autores que lo encubren más, otros menos; pero siempre hay un germen que parte del interés de la vida del autor por ciertas cosas.

"Me parece un absurdo pensar que ningún tipo de literatura nace del impulso autobiográfico"

–Pero no puede existir literatura sin imaginación.

–De acuerdo. Absolutamente. Me podría tatuar esa frase [risas]. Y añado que recordar también es imaginar.

–¿La memoria siempre es una mentira?

–Suele ser una invención. Y, como escritor, cuando se entiende esto, los caminos se abren totalmente.

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