Nuestro último baile | Crítica

Bailar el duelo

François Berléand en una imagen del filme.

François Berléand en una imagen del filme.

Película de buen rollo de manual con pedigrí cultureta, Nuestro último baile concilia la danza contemporánea con el proceso de duelo de un viudo jubilado que canaliza su tránsito ocupando el lugar de su esposa en un proyecto liderado por la prestigiosa coreógrafa española La Ribot donde los cuerpos no normativos y los gestos cotidianos son los protagonistas lejos de toda férrea disciplina clásica.

El veterano François Berléand se echa literalmente a las espaldas y las piernas un filme que coquetea siempre con la vertiente amable de los avatares de la vida en el trazo de la familia e hijos que rodean a nuestro protagonista, también en el camino de un guion que no lleva los equívocos, ocultaciones y enredos más lejos de lo recomendable y que sabe replegarse cuando toca a ese tono sentimental y nostálgico a través de las cartas que nuestro viudo dirige a su esposa y que esconde entre los libros de la biblioteca en la que se conocieron.

Con todos estos mimbres la suiza Delphine Lehericey (El horizonte) levanta una comedia tan liviana como optimista que ni ofende ni molesta, siempre en un tono suficientemente equilibrado como para que su flujo de ideas terapéuticas y mensajes positivos atraviesen el ajustado metraje sin tomarnos demasiado por ingenuos.