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La borrasca Emilia golpea el Campo de Gibraltar

Emilio Griffiths Navarro, 1936: Las cloacas del Estado en la comarca

Tierra de Fronteras

El régimen franquista promovió el gran estraperlo, beneficiando a empresarios y funcionarios afines mientras castigaba el pequeño contrabando de la población humilde para mantener el control político y social sin cuestionamientos

Emilio Griffiths consolidó su poder en el Campo de Gibraltar, actuando con el respaldo de Queipo de Llano, controlando autoridades locales y participando en redes corruptas vinculadas al franquismo

El Santito de Algeciras. Un santo rojo

Nombramiento de la nueva corporación municipal de La Línea. Septiembre 1936. Con chaqueta blanca, en el centro, Emilio Griffiths.

El "gran estraperlo" del franquismo, el que se refiere a la corrupción y al mercado negro de altas cantidades económicas que benefició a personas afines al régimen, empresarios y funcionarios, operaba con el apoyo y favor de las autoridades. Este fenómeno contrastaba con el "pequeño estraperlo" de la población humilde, que realizaba intercambios ilegales para sobrevivir severamente castigados. El gran estraperlo hizo grandes fortunas, mientras el pequeño era reprimido y considerado un acto de subversión. El régimen franquista toleraba ambos tipos a su conveniencia, en una suerte de balanza para mantener la estabilidad política y social.

Tras el mito extendido en la sociedad actual de la inexistencia de la corrupción durante el franquismo, el Campo de Gibraltar fue durante los primeros meses de la Guerra Civil un centro de pruebas del “gran estraperlo”. Un lucrativo negocio que se extendería durante la posguerra y toda la dictadura. La corrupción fue algo estructural dentro de la dictadura. En este floreciente negocio participaron personas pertenecientes al poder franquista, como Emilio Griffiths, el hombre de Queipo de Llano en el Campo de Gibraltar.

Emilio Griffiths, sus relaciones con el poder

Emilio Griffiths Navarro había nacido en Jerez de la Frontera en 1890. De padre inglés y madre española, se había criado entre Jerez y Gibraltar, donde tenía a sus abuelos paternos. Su abuela lo crió en el Peñón, tenía nacionalidad británica, aunque se le concedió la española. Con 24 años ya estaba casado. Conocía muy bien La Línea, ya que había vivido allí su juventud, al menos los últimos cinco años antes de que se desplazase a Madrid, en septiembre de 1913. Su infancia y juventud transcurren entre La Línea y Gibraltar.

El objetivo de su llegada a Madrid era aprobar las oposiciones del cuerpo de investigación y vigilancia, compuesto por agentes de paisano (lo que se conocía como policía secreta). En 1915 tomaría posesión en Madrid de su plaza. Sus conocimientos de inglés, idioma que lógicamente dominaba, y su ambición le facilitaron conocer y relacionarse con personas poderosas en la villa y corte. Acompañó al extranjero a múltiples personalidades desde 1922, entre ellas el propio rey Alfonso XIII, en el importante viaje del monarca a la Italia de Benito Mussolini.

Recién llegada la Segunda República, sería nombrado subdelegado de veterinaria, no sin polémica. Duraría poco en el puesto, ya que en diciembre de 1934 es nombrado agente de primera. Formó parte de la escolta de Diego Martínez Barrio, una de las máximas autoridades del régimen republicano (presidente de las Cortes, presidente y vicepresidente del Consejo de Ministros, presidente interino de la Segunda República Española y presidente de la Segunda República Española en el exilio).

Tras el golpe de estado de julio de 1936, el 12 de agosto de 1936 sería declarado cesado de su cargo por el Gobierno republicano. En los primeros días de agosto de 1936, Emilio Griffiths sería designado delegado gubernativo del Excelentísimo Señor General de la segunda división, Queipo de Llano, con atribuciones en asuntos relacionados con todos los ministerios, excepto el de la Guerra, que era reservado a los Comandantes Militares de Algeciras y La Línea.

Escrito del espionaje italiano acusando a Griffiths de ser espía británico.

Unas importantes declaraciones del comandante de infantería José María MonteroJiménez nos da pistas sobre los amigos del general Queipo de Llano y su relación con Emilio Griffiths. Uno de las personas de mayor confianza de Griffiths, John Beatty, era súbdito inglés y carnicero en Gibraltar, concesionario de suministros para el ejército golpista. Su hija tenía relaciones con Griffiths y él era tan buen amigo de Emilio Griffiths que incluso le acompañaba en automóvil el día de la detención de este. Declaró que “tiene amistades bastante escopeteadas en España. Su reputación no es aquí muy buena”.

De Queipo dice que era un explotador del Campo de Gibraltar desde mucho antes del movimiento, habla de un canódromo que montó en La Línea y que iba a ser inaugurado en los días que estalló el movimiento y que lo puso a medias con uno de La Línea, que es carnicero y que tiene el establecimiento en Gibraltar. Este es su gran amigo y tienen influencias con el general, hasta tal punto que allí no se hace más que lo que el carnicero quería. Se refiere sin duda a John Beatty. El comandante de infantería insinuaba lo que era vox populi en la comarca: “Sería conveniente averiguar el ganado que entraba a Gibraltar de dónde provenía”. Y habría que recordar que, en los procesos de incautación de bienes, era una práctica general de los vencidos quedarse con todos los bienes de los republicanos.

Esta misma fuente de información nos habla de que Griffiths era empleado de las Caballerizas Reales en época de la Monarquía y, lo que es más significativo: “Que fue quien facilitó la fuga al General Queipo de Llano, cuando la pasada sublevación de Jaca, que escapó en avión con el comandante aviador Ramón Franco. Que desde entonces le profesaba el General una sospechosa devoción”.

Bando de Emilio Griffiths de septiembre de 1936.

Esta es la razón de la estrecha amistad entre Emilio Griffiths y el general Queipo de Llano. Griffiths se convirtió en el amo del Campo de Gibraltar y en el tiempo que fue delegado del general, puesto por aquel, hacía y deshacía a su antojo, ponía y quitaba alcaldes y concejales y buena parte de la represión pasaba por sus órdenes.

También manifestaba que Griffiths fue espía inglés y masón y que durante la República ejerció de jefe de la escolta de Martínez Barrio. Respecto a su papel de espía británico, hay bastante controversia, aunque el espionaje italiano lo tacha de agente del Intelligence Services.

Justo López, uno de los líderes de Falange de La Línea, funcionaba de acuerdo con Griffiths. López les regaló un bastón a él y otro al comandante militar de La Línea, Jiménez, con puños de oro hechos con los dientes y coronas de las dentaduras de los fusilados.

Emilio Griffiths en Gibraltar

El apoyo al Gobierno legítimo de España fue encabezado por el Sindicato General de Trabajadores del Transporte de Gibraltar (TGWU). Uno de los líderes más vociferantes del TGWU fue Agustín Huart. La mayoría de las clases trabajadoras simpatizaban con la causa republicana. Mientras que el poder económico de la Roca y el gobernador de Gibraltar, Harrington, no hizo ningún intento de ocultar su apoyo a los nacionales e hizo la vista gorda ante las numerosas amenazas de muerte que figuras políticas como Huart y otros miembros del TGWU recibieron de partidarios de Franco pero, por otro lado, intentó por todos los medios a su alcance reducir los esfuerzos de los activistas pro republicanos en Gibraltar bajo la política apenas disimulada de "estricta neutralidad".

Las revelaciones de la logia San Juan de Gibraltar dejaba claro que “aquellos que colaboraron con los fascistas, incluido un notorio verdugo nacido en Gibraltar llamado Emilio Griffiths y un jesuita español que estaría presente en las ejecuciones, vagaban libremente por Gibraltar, y no fueron interferidos e informaban a los fascistas sobre los partidarios destacados de la República”. Incluso algunos gibraltareños se vistieron con uniformes azules de la Falange Española para señalar a los simpatizantes republicanos que cruzaban a España.

Algunos escritos de puño y letra de Queipo de Llano, de marzo de 1937, en defensa de Griffiths, explican textualmente: “En el Campo de Gibraltar, contrabandea todo el mundo en mayor o menor escala, sin que fuese nota discordante. En los primeros días del movimiento salvador, pude darme cuenta de que estaba ocurriendo en Algeciras y La Línea. Las propias familias de los militares, aprovechando los coches requisados, hacían contrabando en aquel campo y en la propia Gibraltar”.

Hay que recordar que Queipo de Llano conocía muy a fondo la comarca, ya que, en su calidad de Inspector de Carabinero durante tres años, estuvo en el Campo de Gibraltar, del que no tenía muy buena consideración, en sus afirmaciones lo deja bien claro: “El Campo de Gibraltar y el puesto de Barcelona son los dos pasajes de más inmunda podredumbre que existen en España”.

El principio del fin. Caída en desgracia de Emilio Griffiths

Tras la pugna por destituir a Griffiths se escondía una lucha encubierta entre el poder de Queipo de Llano y el de Franco, lucha en la que saldría vencedor Franco.

Documento de la comisaría de investigación y vigilancia de Sevilla, subrayado la causa de la muerte de Griffiths.

Varios escritos denunciaban la labor desarrollada por Emilio Griffiths Navarro, con motivo de las funciones que desempeñaba como delegado gubernativo del general de la segunda división en el Campo de Gibraltar. Los hechos estaban centrados principalmente en las relaciones que Griffiths mantenía con el cuerpo de investigación, del que procedía, de la comarca. Los denunciantes consideraban que el delegado de Queipo en el Campo de Gibraltar se extralimitaba en algunos casos de las atribuciones que tenía como delegado, y en otras por el desprestigio de sus formas de actuar contra el cuerpo de investigación y vigilancia. Pero su caída en desgracia, su detención y traslado a Sevilla, y su muerte en la Semana Santa de 1937 en extrañas circunstancias merecen otro artículo por su complejidad.

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