Diario de navegación: un viaje que quiere ser costumbre entre Tarifa y Tánger

Baleària inicia su travesía entre Tarifa y Tánger con el 'Avemar Dos', un ferry rápido que promete convertir el Estrecho en una escapada de ida y vuelta

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El trayecto inaugural entre Tarifa y Tánger a bordo del 'Avemar Dos' de Baleària. / Erasmo Fenoy

Tarifa/El barco zarpa a las nueve en punto, aunque parezca que no. El mar está tan tranquilo que apenas se altera cuando empieza a rugir el motor, salvo por una gruesa estela de espuma blanca que las turbinas baten con fuerza sobre las aguas dormidas del Estrecho de Gibraltar. No hay viento. Solo una brisa mínima, de esas que no se notan si uno no va en cubierta. Y el cielo —gris, perlado, de una sola pieza— está tan inmóvil como el puerto. A bordo, una joven rubia vestida de naranja se graba caminando hacia la popa con esa determinación coreográfica de los influencers, mientras su hermano, su madre y un primo pequeño discuten la toma buena. Que si aquí sale el pelo raro. Que si no se ve el mar. Que si otra vez.

El ferry Avemar Dos acaba de iniciar su primera travesía entre Tarifa y Tánger Ville con Baleària al timón de la línea. El cambio de manos ha sido discreto, sin grandes aspavientos, pero con desayuno incluido. La naviera propiedad de Adolfo Utor ha querido tener un detalle con los viajeros del viaje inaugural: zumo de naranja, bollería y unas bolsas de tela con el logo corporativo. Los que subieron sin desayunar lo agradecen.

A bordo, una joven rubia vestida de naranja se graba caminando hacia la popa con esa determinación coreográfica de los 'influencers'.
A bordo, una joven rubia vestida de naranja se graba caminando hacia la popa con esa determinación coreográfica de los 'influencers'. / Erasmo Fenoy

En total, a bordo van 270 personas. Diez coches. Y dieciséis tripulantes que ya no se pierden por el barco. El Avemar Dos no es un novato: hasta ahora enlazaba Algeciras con Ceuta, así que conoce bien los caprichos del Estrecho. Puede navegar a 35 nudos, aunque hoy va algo más relajado, a unos 30, lo justo para llegar sin apuros ni botes.

Lo que no es, al menos de momento, es eléctrico. A pesar de que un periodista —con camisa a rayas y el móvil en vertical— asegurara en una conexión en directo que estábamos a punto de hacer historia con el primer ferry de cero emisiones. Error. O adelanto del futuro. Baleària sí tiene previsto incorporar dos fast ferries eléctricos para esta línea, pero habrá que esperar dos años y medio. Quizá tres. Hoy por hoy, el motor huele a combustible, y la espuma la dibujan las turbinas de siempre.

Desde tierra, la estatua del Sagrado Corazón de Jesús despide al ferry con la misma impasibilidad que hace ochenta años

La salida desde el puerto de Tarifa es milimétrica. El muelle es estrecho, y el barco —una especie de ballena de aluminio que traga personas, coches y mochilas sin fondo— necesita de un práctico para salir con garantías. El práctico, ese capitán que no manda barcos propios, pero sí dirige a los ajenos en las maniobras difíciles. No se le ve, pero está. Y eso basta.

Desde tierra, la estatua del Sagrado Corazón de Jesús —cinco metros de granito rosa sobre veinte más de pedestal gallego— despide al ferry con la misma impasibilidad que hace ochenta años. La colocaron ahí, en 1943, aprovechando que había que levantar una torre para las luces del puerto. Acción Católica propuso rematar la obra con un Cristo mirando a África. Y se hizo. Desde entonces bendice con los brazos abiertos a los que se van y a los que vuelven.

Desde Tarifa, la estatua del Sagrado Corazón de Jesús despide al ferry en su travesía hacia Tánger.
Desde Tarifa, la estatua del Sagrado Corazón de Jesús despide al ferry en su travesía hacia Tánger. / Erasmo Fenoy

Dentro, el ambiente es de expectación tranquila. Hay niños con galletas, mochilas con banderas de Marruecos, jubilados con aire de viaje organizado y empleados que recorren el pasillo arriba y abajo con carpetas, bolis, walkies. No hay prisa, pero se nota que es el primer día. En una de las mesas, el director general de Baleària, Georges Bassoul, charla con la directora de comunicación de la naviera alicantina, Pilar Boix. Observan, anotan. Bassoul, que antes fue el jefe de Pikolinos —sí, los zapatos—, lleva cinco años en la naviera. Su idea es clara: quiere que Andalucía cruce el Estrecho. Que sevillanos y gaditanos vayan a Tánger a pasar el día, a comer couscous, a hacerse fotos en la Medina y a regatear en el zoco. Ese es el nicho.

En la cafetería, el camarero no da abasto. Hay máquina de palomitas. También de pizzas. Hay tragaperras. Hay pantallas que todavía no han encendido. Se baraja poner documentales, películas o fútbol, pero aún no hay decisión. El barco huele a nuevo, aunque no lo sea. Baleària lo ha renovado para la ocasión. Acomodación para mascotas, tienda de regalos, pasaportes sin bajarse del barco. En unos días se incorporará a la línea el Jaume I y los viajes se incrementarán de forma progresiva con la llegada del verano, con salidas desde primera hora de la mañana y hasta la noche. Cuando el calor apriete, llegará la vorágine de la Operación Paso del Estrecho (OPE 2025).

Dos pasajeros del 'Avermar Dos' de Bàlearia ven alejarse la costa de Tarifa desde cubierta.
Dos pasajeros del 'Avermar Dos' de Bàlearia ven alejarse la costa de Tarifa desde cubierta. / Erasmo Fenoy
"La mercancía no protesta. La gente, sí"

En el puente de mando, el capitán Miguel Ángel Blanco se mueve con una seguridad de costumbre. Lleva toda la vida en esto. Dieciséis años con Baleària. Ceutí de nacimiento. Buen francés por radio. Dice que prefiere estar navegando a estar en puerto. “Es donde se está más tranquilo”, afirma. Su mano derecha es el primer oficial Mohamed Karim Rouchdi Sanhaji, marroquí de Alhucemas. Lleva dos años en la naviera. Hablan poco, pero no paran. En la cabina, entre pantallas y prismáticos, cuelgan las escalas Beaufort y Douglas, apuntes sobre el STM del Estrecho, y una Virgen del Carmen diminuta que observa el radar como si fuera el televisor de casa.

—A veces hay más tensión con 200 pasajeros que con mil toneladas de pescado —dice Blanco—. El mercancía no protesta. La gente, sí.

Miguel Ángel Blanco y Mohamed Karim Rouchdi Sanhaji se preparan para atracar en Tánger tras zarpar desde Tarifa.
Miguel Ángel Blanco y Mohamed Karim Rouchdi Sanhaji se preparan para atracar en Tánger tras zarpar desde Tarifa. / Erasmo Fenoy

A lo lejos, una silueta mínima. El capitán la mira con prismáticos. ¿Pesquero o práctico? Lo segundo, pero en Ceuta. Falta poco. Marruecos se insinúa con minaretes blancos en la neblina de la primera hora. Cuando ya se adivina la ciudad, Blanco da la orden: hay que izar la bandera marroquí. Por cortesía. El contramaestre obedece, y el Avemar Dos, que hasta ahora ondeaba solo la española, navega ya bajo doble estandarte.

El 'Avemar Dos', que hasta ahora ondeaba solo la española, navega ya bajo doble estandarte

No hay retrasos. Los controles de pasaportes y los impresos para la Direction Générale de la Sûreté Nationale (DGSN), es decir, para la policía marroquí, se realizan y cumplimentan en mitad de mar. Todo se hace dentro. En Tánger, la llegada es suave. Hay algo de nostalgia en los que miran a España alejarse. Y algo de impaciencia en los que se asoman al continente africano como quien estrena zapatos.

La travesía ha durado alrededor de una hora. Pero en el recuerdo, será más larga.

Porque a veces, lo que dura poco, queda más.

Los pasajeros del 'Avemar Dos' desembarcan en el Puerto de Tánger, este jueves por la mañana.
Los pasajeros del 'Avemar Dos' desembarcan en el Puerto de Tánger, este jueves por la mañana. / Eramo Fenoy
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