ESTAMPAS DE LA HISTORIA DEL CAMPO DE GIBRALTAR

Tarifa, puerto de comercio y de pesca entre los siglos XIV y XVII

  • A pesar de los condicionantes geográficos que impedían la existencia en Tarifa de un puerto seguro, los barcos de comercio no dejaron de frecuentar su litoral a lo largo de los siglos XV y XVI

  • La almadraba de Tarifa se armaba en la playa de Los Lances, en la que se había instalado la “chanca” o almacén donde se guardaban las barcas y los aperos de pesca

  • Fotos de la Isla de Las Palomas en Tarifa

Plano de la isla y de la ciudad de Tarifa levantado en el año 1770 (Gentileza de J. A. Patrón).

Plano de la isla y de la ciudad de Tarifa levantado en el año 1770 (Gentileza de J. A. Patrón).

La privilegiada posición geográfica de Tarifa, situada en pleno Estrecho y a tan sólo doce kilómetros de la costa africana, adoleció históricamente de un grave problema que le restaba importancia como enclave portuario: carecía de aguas abrigadas para su uso como puerto o como fondeadero. Ese fue el motivo por el que, en la antigüedad, fueran la bahía de Algeciras o los estuarios de los ríos Guadarranque y Guadiaro los espacios elegidos por fenicios, púnicos y romanos para establecer asentamientos costeros permanentes.

A pesar de la falta de una rada o un estuario, la isla de Tarifa, situada muy cerca del litoral, y el cercano promontorio costero en el que, a mediados del siglo X, Abderramán III erigió el castillo, fueron usados por los navegantes fenicios, al menos desde el siglo VII a.C., para instalar uno de sus asentamientos. Los arqueólogos Alejandro Pérez-Malumbres y Juan Antonio Martín Ruiz, en una intervención realizada en el interior del Castillo, hallaron cerámica de la Edad del Bronce, numerosos fragmentos de cerámica fenicia pintada con franjas en negro y rojo y una cazuela con una cronología situada entre los siglos VI y V a.C. Según los citados investigadores, estos vestigios hay que ponerlos en relación con los hallazgos de época fenicia efectuados en la cercana isla, entre ellos varios hipogeos localizados en el borde del acantilado, cinco tumbas de dos tipos diferentes y diversos restos anfóricos que se remontan al siglo VI a.C.

Pero, habría que esperar a la etapa musulmana para que este enclave volviera a adquirir el protagonismo que le proporcionaba su privilegiada posición geográfica y su uso como puerto de desembarco para las diversas invasiones llegadas desde el norte de África. La playa de Los Lances fue utilizada entre los años 1145 y 1212 como lugar de desembarco de los ejércitos almohades que acudían a la Península Ibérica para hacer la guerra a los estados cristianos.

La ciudad de Tarifa vista desde el oeste (Dibujo de Anton van den Wyngaerde. Año 1567). Con la letra A, las antiguas atarazanas. La ciudad de Tarifa vista desde el oeste (Dibujo de Anton van den Wyngaerde. Año 1567). Con la letra A, las antiguas atarazanas.

La ciudad de Tarifa vista desde el oeste (Dibujo de Anton van den Wyngaerde. Año 1567). Con la letra A, las antiguas atarazanas.

Primero los almorávides y después los almohades ampliaron el espacio urbano de Tarifa con la adición de dos nuevos recintos, uno de ellos al este de la medina y el otro al norte de la ciudad y del Castillo, que fue edificado por los almohades con el objetivo de usarlo como campamento para instalar a las tropas que se trasladaban desde la otra orilla.

Desde la conquista de la ciudad por el rey Sancho IV en el año 1292, Tarifa entraría en la órbita económica de Castilla y después de la Casa de Medina Sidonia. Hasta la toma de Algeciras por Alfonso XI en 1344 y el definitivo control del Estrecho por las escuadras cristianas, Tarifa, amenazada por el peligro de la cercana frontera, vería su desarrollo limitado por la continua presencia militar y la escasa actividad comercial. En el medio siglo largo que duró la “Batalla del Estrecho” (1279-1344), las dificultades que se presentaban para la repoblación y la reactivación económica de la ciudad y su término sólo pudieron ser paliadas, en parte, por la concesión de privilegios y exenciones fiscales contenidas, primero en la carta-puebla otorgada por el rey Sancho IV de 1295, una de cuyas cláusulas consistía en la exención del pago del derecho de “ancoraje” a todos los navíos que vinieran a comerciar a Tarifa, y, más tarde, en el privilegio por el que, en 1344, Alfonso XI autorizaba al concejo tarifeño a celebrar una feria anual a la que podían acudir para comprar o vender sus productos comerciantes de Castilla, del reino de Granada, e incluso, de la otra orilla.

Una vez que Algeciras y su puerto, a partir del mes de marzo del año 1344, estuvo bajo el control de Castilla, Tarifa vio alejarse la frontera de sus términos normalizándose la actividad repobladora, la explotación agropecuaria y el comercio. A pesar de las dificultades que su puerto presentaba a la navegación, está documentada la presencia de mercaderes valencianos y sevillanos en Tarifa en las décadas de 1360 y 1370. Conocemos el nombre de un comerciante judío, Salomo Sibili, que en dos ocasiones en 1378 envió muebles desde Sevilla al puerto de Tarifa. También sabemos de comerciantes de Tarifa que mantenían intercambios por mar con Valencia a finales del siglo XIV y con Ceuta, en 1409, de donde importaban frutas.

Despiece de atunes en la almadraba de Conil por G. Hofnagel (Año 1575). Despiece de atunes en la almadraba de Conil por G. Hofnagel (Año 1575).

Despiece de atunes en la almadraba de Conil por G. Hofnagel (Año 1575).

Entre las embarcaciones de comercio que arribaban al puerto de Tarifa por esa época, destacan las barcas, usadas a finales del la Edad Media para la navegación de cabotaje, y las naves de borda alta, vela triangular y dos o tres palos, que admitían un mayor tonelaje de carga y eran aptas para la navegación de altura. De éstas, al menos una de las documentadas, pertenecía a un mercader establecido en la ciudad de Tarifa. En 1434, una de las naves de este puerto que comerciaba con Valencia estaba mandada por el patrón tarifeño Johan Martínez. En 1509 un vecino del Puerto de Santa María fletó una nave de Triana con la que cargó diversos productos en Sevilla y, al pasar por Tarifa, embarcó cueros vacunos con destino a Barcelona.

Desde el punto de vista militar, el puerto de Tarifa, a partir de la última década del siglo XIV, desaparecida Algeciras y todavía Gibraltar en poder de los musulmanes, se convirtió en el centro de la actividad naval de Castilla en el área del Estrecho. Tarifa actuaba como base de la flota castellana, fondeada junto a la Isla, desde la cual vigilaba el Estrecho, las aguas de Gibraltar y el mar de Alborán para evitar nuevas invasiones norteafricanas. En el año 1409, el almirante de Castilla, don Alfonso Enriquez, mantenía una flotilla formada por galeras, naves, leños y balengueros en Tarifa, atacando con ella las costas de Gibraltar mientras que los hombres de a pie de Tarifa, mandados por don Martín Fernández Portocarrero, atosigaban por tierra la ciudad.

Sin embargo, se tiene constancia de que el canal que separaba la isla del continente, sometido continuamente a fuertes corrientes y a los cambiantes vientos del Estrecho, no ofrecía la suficiente garantía para ser utilizado con función portuaria permanente, al menos desde finales del siglo XVI. En 1627, un decreto del Consejo de Guerra, como respuesta al informe elevado por Luis Bravo de Acuña, reconocía que Tarifa no tiene puerto, pero todavía suelen dar allí fondo los navíos y galeras, porque es el lugar más cercano a Berbería… El surgidero de Tarifa no lo tiene porque las corrientes son allí muy fuertes.

A pesar de los condicionantes geográficos que impedían la existencia en Tarifa de un puerto seguro, los barcos de comercio no dejaron de frecuentar su litoral a lo largo de los siglos XV y XVI; de la misma manera que las barcas de pesca y los jabeques continuaron varando en sus playas y navegando por la costa para seguridad de la población y del comercio que por ella se realizaba. Algunos de estos jabeques y barcas pescadoras se construían y reparaban en Tarifa. Se tienen noticias gráficas en relación con la industria de construcción naval en la ciudad en las primeras décadas de la Edad Moderna. En uno de los dibujos que hizo Anton van den Wyngaerde de Tarifa, en el año 1567 ⸺vista la ciudad desde el oeste⸺, aparece en la playa, al pie del Castillo, un edificio de planta rectangular que él denomina “terajanos” (atarazanas o arsenal), edificio que vuelve a estar representado, con el nombre de “tarazana” en el plano levantado por Andrés de Castillejos en el año 1611.

Embarcaciones de pesca en la playa de la Caleta. Fotografía de M. Ruffo hacia 1930 (Colección de J. A. Patrón). Embarcaciones de pesca en la playa de la Caleta. Fotografía de M. Ruffo hacia 1930 (Colección de J. A. Patrón).

Embarcaciones de pesca en la playa de la Caleta. Fotografía de M. Ruffo hacia 1930 (Colección de J. A. Patrón).

La evidencia de la existencia de una actividad de construcción naval y reparación de navíos en Tarifa desde, al menos, el siglo XVI, está confirmada por las menciones que se conservan de barcos y patrones de embarcaciones con base en esta ciudad y de haber sido Tarifa sede de una Provincia Marítima en los siglos XVII y XVIII con una nómina de “hombres de mar” (entre ellos calafates y carpinteros de ribera) inscritos en la “Matrícula de Mar”.

En cuanto a la almadraba de Tarifa, en necesario recordar que, por real privilegio, el rey Sancho IV había hecho donación a don Alonso Pérez de Guzmán “El Bueno”, para sí y sus sucesores (la futura Casa de Medina Sidonia) del derecho en exclusiva para armar almadrabas desde el río Guadiana hasta Gibraltar. Sin embargo, los enormes beneficios que producía la pesca del atún habían provocado pleitos y enfrentamientos entre las casas nobiliarias andaluzas por el control de las citadas almadrabas. En el caso de la de Tarifa, finalizada la guerra entre petristas y trastamaristas, el 28 de abril de 1369 el rey Enrique II restituía a don Juan Alfonso de Guzmán ⸺nieto de Guzmán el Bueno⸺ las franquicias en su almadraba de Tarifa, posteriormente confirmadas por el rey Juan I en 1380.

Pero la pugna por el control de la almadraba tarifeña llegó al extremo de entablarse un largo pleito entre al Marqués de Tarifa y el Duque de Medina Sidonia por el derecho de armar cada verano almadraba en las playas de la ciudad. La Real Chancillería de Granada falló, finalmente, a favor del Marqués de Tarifa, aunque años más tarde la almadraba de esta ciudad pasó a propiedad de la Corona que la arrendaba a particulares. Pero, el Duque recurrió la sentencia de la Real Chancillería y consiguió la retrocesión del derecho de almadraba. A finales del siglo XVI era el concejo de Tarifa y sus ciudadanos los que se beneficiaban de la pesca de atunes en su almadraba. En el año 1597, el corregidor de Tarifa, don Alonso de Castro, daba cuenta al rey de que yo ando fundando el almadraba de atunes para pescar este verano…, que, con la ayuda de Dios, ha de ser de mucho provecho.

La almadraba de Tarifa se armaba en la playa de Los Lances, en la que se había instalado la “chanca” o almacén donde se guardaban las barcas y los aperos de pesca y en cuyo entorno se asentaban los jabegueros entre el 25 de abril, día de San Marcos, cuando se inauguraba la temporada de pesca, y el 29 de junio, día de San Pedro y San Pablo, cuando se clausuraba la campaña.

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