Estampas de la historia del Campo de Gibraltar

Esclavos y cautivos en Gibraltar y Tarifa (siglos XVI y XVII)

Grabado de Gibraltar y la bahía de principios del siglo XIX.

Grabado de Gibraltar y la bahía de principios del siglo XIX.

Una nueva guerra de frontera asoló el área del Estrecho de Gibraltar y los mares cercanos a Marruecos a lo largo de los siglos XVI y XVII, e, incluso, parte del XVIII. Esta guerra, continuación de la mantenida en suelo hispano contra el islam, tuvo una incidencia muy negativa, tanto en el desarrollo demográfico de la zona, como en el desenvolvimiento de la actividad comercial. A los asaltos de los piratas norteafricanos a nuestras costas vino a sumarse la contundente respuesta de la Armada Española con base en Gibraltar.

Durante los siglos citados, Gibraltar fue un lucrativo mercado de esclavos, bien abastecido por las galeras de España y por traficantes españoles y portugueses. Las expediciones de castigo contra los nidos de piratas del litoral africano retornaban con las sentinas de los barcos repletas de cautivos que eran destinados a la venta o a realizar trabajos en las obras de fortificación de Gibraltar o en los astilleros de Guadarranque.

En el siglo XVI, sobre todo, desde 1540, los turcos y sus aliados berberiscos realizaban incursiones esporádicas, pero asoladoras, contra las poblaciones del litoral, desde Almería hasta Conil. Una de las acciones que mayor resonancia tuvo fue el asalto de una escuadra de turcos y argelinos a Gibraltar a finales del verano de 1540. En aquella ocasión robaron las viviendas, los almacenes del puerto y las iglesias, retornando a sus embarcaciones cargados de botín y de cautivos. Sobre este triste episodio escribe López de Ayala, siguiendo a Barrantes Maldonado: "Estos (turcos) habían entrado y saqueado la calle principal hasta llegar a San Francisco, cuyos religiosos huyeron a la Barcina; y saqueando el monasterio, pasaron adelante robando cuanto encontraban, y llevándose muchos cautivos. El número de cautivos que sacaron era de setenta personas, seis de ellos hombres, algunas mujeres y muchos niños, niñas y doncellas".

No fue esa la única vez que Gibraltar y su término fue objeto de cabalgadas de corsarios. En 1558, el 8 de agosto, desembarcaron en la costa occidental de la bahía muchos turcos que venían en cinco galeras. "Tocóse a rebato -cuenta Alonso Hernández del Portillo- y salió a él toda la gente de a caballo, por ser el rebato lejos a tres leguas de la ciudad, de mal camino y con dos ríos en medio de él sin puentes y con los vados malos".

A media noche del 4 de noviembre de 1565 un navío, procedente de Tetuán, desembarcó un grupo de piratas en el término de Tarifa, cerca del lugar denominado Cueva de las Palomas. Se reunieron los de Tarifa junto a la puerta del Mar y de allí partieron al mando de Hernán Martín de León hacia la cala donde estaba fondeado el barco berberisco. "Y antes de que amaneciera -leemos en un documento de la época- cuando los moros regresaban de su correría llevando cautivo y herido al vaquero Aparicio de Carmona, fueron acometidos por los españoles. Finalmente los moros volvieron a embarcar después de dejar varios muertos y doce prisioneros que fueron llevados a Tarifa".

Hernández del Portillo, que escribió su Historia de Gibraltar a principios del siglo XVII, dice, respecto de su ciudad: "No es de mucha población, ni ha llegado jamás a 1.500 vecinos, y al presente tiene muchos menos; y bien puedo decir aquí que quedamos los escogidos, porque como es frontera, y está expuesta a las incursiones de los enemigos, que tan de ordinario le corren sus términos, y como muchos vecinos van a sus haciendas, y anochecen en ellas y por la mañana se hallan cautivos y en tierra de moros, o muertos por ellos, no han querido muchos aguardar a tantos peligros".

Gracias al testimonio de este historiador gibraltareño, no es difícil comprender las consecuencias que para las ciudades del Estrecho tenían las incursiones de los corsarios berberiscos. Los vecinos abandonaban sus haciendas y marchaban a vivir al interior, viéndose la actividad productiva y comercial muy afectada durante décadas. Hasta tal punto peligraba por aquellos años la propia existencia de los pueblos costeros del sur y la explotación de las riquezas del litoral -entre ellas las almadrabas de Tarifa, Zahara y Conil, asaltadas y saqueadas en más de una ocasión- que en 1618 fue enviada al Estrecho una escuadra, al mando del almirante Miguel de Vidazábal, para limpiar aquellos mares de corsarios. "Y saliendo contra los turcos, tomó cuatro navíos y una carabela, y después otras tres, además de dos navíos moros que echó a fondo y otros tantos que les quemó".

Pero la Armada Española -en franco declive en esos años- no era capaz de evitar los zarpazos de los corsarios, siendo Gibraltar y Tarifa, por su cercanía a la costa africana, unas de las ciudades que más sufrían las "cabalgadas de moros". Para poner remedio a estos males, el rey Felipe III ordenó construir torres "en toda la costa desde el extremo occidental del reino de Granada hasta cerca de Guadiaro, a tres leguas y cuarto de Gibraltar, y hasta los límites del reino de Portugal". Se levantaron, según Ignacio López de Ayala, 44 torres y castillos, a una distancia tal que desde una de las atalayas pudieran verse las fogatas y ahumadas que los vigías encendían en caso de peligro.

En 1618 había en Argel y Tetuán más de treinta mil cautivos cristianos, según un documento dirigido por el rey a los Síndicos encargados de la Redención de Cautivos, que se conserva en el Archivo Histórico Nacional. Buena parte de estos infelices habían sido capturados en alta mar o en las cabalgadas nocturnas realizadas en el litoral del Estrecho y Málaga. La única esperanza de estos cautivos radicaba en la redención, mediante pago de determinada cantidad de dinero, recaudada por órdenes religiosas que, como los trinitarios y los mercedarios, habían sido fundadas con el fin de dedicarse a redimir a los cautivos cristianos que estaban en poder de los musulmanes en África.

En Gibraltar se habían instalado los mercedarios en el año 1581 con el fin de estar cerca de Tetuán y Tánger. Un fraile de este convento, Fray Juan Vernal, pasó a Berbería en varias ocasiones "y sacó de ella a muchos cautivos, hombres, mujeres y niños", según Hernández del Portillo. En Tarifa, en 1690, había un convento de religiosos de la Santísima Trinidad Calzada, dedicados sus frailes al mismo fin, según Fray Gerónimo de la Concepción. En 1617 los padres mercedarios de Gibraltar, fray Pedro Ortiz y fray Juan de Santiago, embarcaron para Tetuán, consiguiendo la redención de 133 cautivos.

Gracias a la documentación sobre Gibraltar conservada en el Archivo Diocesano de Cádiz, conocemos los nombres de vecinos de esa ciudad que estuvieron cautivos en Marruecos. Algunos tuvieron la suerte de poder ser redimidos, otros murieron en cautiverio. Se menciona a un tal Bartolomé Salmerón, que había sido rescatado de su cautiverio de Berbería en 1598. Otros fueron Juan de Monzón, cautivo en Tetuán, donde murió en el año 1603; Pedro Muñoz, que había sido hecho prisionero por los turcos viniendo de Málaga a Gibraltar en un barco; Ana Domínguez y Pedro Gómez que fueron cautivos en Argel y Tetuán, siendo rescatados en 1619, y Pedro de Escarcena, que fue cautivado en el litoral del Estrecho en el año 1637.

La guerra de frontera había pasado de tierra adentro al litoral y a los mares situados entre África y la Península Ibérica. De la misma manera que los corsarios turcos y berberiscos tomaban cautivos en las costas andaluzas y levantinas, las galeras y navíos españoles capturaban a musulmanes en la costa de Marruecos o en alta mar para repartirlos como botín de guerra y venderlos en Gibraltar, Tarifa, Málaga o Cádiz. Cuando en 1565 los berberiscos hicieron la "cabalgada" en el litoral de Tarifa -antes mencionada-, los corsarios apresados por los soldados españoles "fueron entregados a los que los habían cautivado para que se los repartiesen conforme a derecho... Mas, fueron tantas las reclamaciones... que se acordó venderlos y rematarlos en almoneda pública en Tarifa y repartir su importe entre los reclamantes, percibiendo los caballeros el doble que los soldados, e incluyéndose en el reparto el mismo alcaide de la ciudad".

Gibraltar fue, durante los siglos XVI y XVII, puerto de arribada y lugar de venta de los cautivos tomados por las galeras de España en aguas del Estrecho y el litoral de Marruecos. En 1502 el precio de un cautivo en Gibraltar era de 15.000 maravedíes, según un documento de compra-venta conservado en el Archivo General de Simancas. Escribe Hernández del Portillo que, siendo don Álvaro de Bazán alcaide de Gibraltar, y "como General de las galeras que aquí invernaban, tenía en ellas muchos moros y turcos cautivos", a lo que añade López de Ayala que algunos cautivos estaban "destinados a trabajos en las fortificaciones de la plaza".

Entre los expedientes de libertad de impedimentos para contraer matrimonio, que se conservan en el Archivo Histórico Diocesano de Cádiz (Sección Gibraltar), aparecen, entre los años 1603 y 1702, los nombres de 51 esclavos o esclavas; 21 de ellos se mencionan con el calificativo de "moreno" o "mulato"; 18 se refieren a esclavas berberiscas, conversas y se las califica de "moras" o "de nación berberisca". En 12 casos se desconocen su origen y raza. La mayor concentración de expedientes donde aparecen esclavos, cuyos dueños eran gibraltareños, se da en los períodos de 1641 a 1646 (con 6 moros y 1 negro) y en el periodo de 1690 a 1700 (con 8 negros y 3 moros). Una esclava mora había sido capturada cerca de Orán; dos negros procedían de Cabo Verde y habían llegado a Gibraltar desde Lisboa; otros dos habían sido traídos de Brasil, vía Lisboa, y tres procedían de Guinea o Angola.

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