Estampas de la historia del Campo de Gibraltar

Doña Beatriz Ramírez de Mendoza, fundadora del Convento de la Almoraima

  • Un grupo de frailes Mercedarios se presentó ante la condesa de Castellar, que en 1603 impulsó el primer convento de la Orden Reformada

  • Ferviente seguidora de Santa Teresa de Ávila, fundó también el monasterio de las Carboneras en Madrid 

Retrato de doña Beatriz Ramírez de Mendoza, condesa de Castellar.

Retrato de doña Beatriz Ramírez de Mendoza, condesa de Castellar.

Una de las características de las casas nobiliarias, a lo largo de los siglos XVI y XVII -período de profunda exaltación religiosa, sobre todo a partir de la celebración del Concilio de Trento, entre 1545 y 1563- era la ayuda que prestaban a las órdenes religiosas, muy frecuentemente a grupos que encabezaban movimientos reformadores, en la fundación de conventos e iglesias y en el mantenimiento de dichas instituciones.

No fueron una excepción los condes de Castellar, pues en los primeros años del siglo XVII, un grupo de frailes Mercedarios se presentó ante la condensa de Castellar, doña Beatriz Ramírez de Mendoza, esposa de don Fernando de Saavedra, Segundo Conde de Castellar, viuda desde el año 1594, en su palacio de Madrid, para pedirle que aceptara ser fundadora y patrona de una nueva orden reformadora, escindida de la antigua Orden de Nuestra Señora de la Merced y Redención de los Cautivos, que había sido creada en el año 1218 por San Pedro Nolasco.

La Orden de la Merced, consagrada desde sus inicios a la redención de cautivos cristianos en tierras musulmanas, había decaído de su primitivo fervor. En parte, por la falta de actividad redentora, cuando la guerra contra el islam hacía más de un siglo que había finalizado; en parte, porque, como tantas veces había ocurrido antes con otras órdenes religiosas, con el paso de los años las comunidades monacales se relajaban y los conventos se enriquecían con las donaciones y mandas testamentarias de ricos devotos, olvidando los frailes su primitivo fervor y los piadosos objetivos para los que habían profesado.

Por estas causas, algunos religiosos de la Orden de la Merced creyeron que sería conveniente suplir con la contemplación y la austeridad de vida, la falta de actividad y la molicie que la vida relajada había introducido en sus comunidades. Viviendo en la pobreza y alejados de las ciudades -pensaban- sería más fácil ahorrar y preparar sus almas para redimir cautivos en el norte de África. Por ello, el fraile Mercedario, Fray Juan del Santísimo, con otros cuatro religiosos, decididos a reformar la Orden, emprendieron los contactos con la condesa de Castellar, que se había ofrecido para redactar las Constituciones que habrían de regir la nueva empresa monástica, favorecida, en un principio, por fray Alonso Monroy, Rector General de la Orden Mercedaria.

En los primeros meses del año 1603 se presentaron los religiosos reformadores ante doña Beatriz Ramírez de Mendoza. Que fueron, fray Juan Bautista del Santísimo Sacramento, fray Luis de Jesús María, fray Juan de San José, fray Miguel de las Llagas, fray Sebastián de San José y fray Francisco de la Madre de Dios. Refiere el padre San Cecilio, en su Crónica de la Orden de la Merced Descalza, escrita en el año 1669, que la condesa, "abrasada en el celo de Dios", se ofreció como fundadora y patrona de la nueva orden y prometió que les levantaría un convento en su villa de Castellar y otro en el Viso del Alcor. No sin dificultades y con la oposición de una parte de los Capitulares, se aprobaron las Constituciones de la reforma elaboradas pacientemente por doña Beatriz y por el fraile mercedario Cristóbal González, aprobación que se concretó en el Capítulo General de la Orden Mercedaria celebrado en Guadalajara el 27 de abril de 1603.

Pero el celo religioso de doña Beatriz Ramírez de Mendoza y su deseo de favorecer la vida religiosa a sus vasallos de Castellar comenzó en 1594, nueve años antes de que fundara el Convento de la Almoraima, estando aún vivo su marido, don Fernando de Saavedra.

El padre San Cecilio, autor de la crónica ya citada, relata las circunstancias que condujeron a la fundación de una ermita, dedicada a Nuestra Señora de los Reyes, advocación sevillana muy querida por doña Beatriz, en el mismo lugar donde luego se erigió el Convento. Refiere este cronista mercedario que, "hallándose en su villa de Castellar la condesa, doña Beatriz Ramírez de Mendoza, en lo más florido de su juventud, y paseando un día, por divertirse, en aquellos campos y dehesas, acompañada del Conde don Fernando de Saavedra, su marido, que andaba de caza con todos sus criados y muchos de sus vasallos; advirtió que, habiendo no pocos caseríos y hatos en que se recogen los vaqueros y ganaderos, era fuerza se quedasen éstos sin Misa los Domingos y Fiestas por estar el lugar más de una legua distante, y ser el camino muy fragoso y difícil. Propuso, como tan piadosa y deseosa de agradar a Dios, remediar este inconveniente y trató con el Conde fundar allí una ermita y en ella una Capellanía suficientemente dotada para que un clérigo viniese a decir Misa en dichos días. Convinieron ambos en esto y, por estar muy próxima su partida a Madrid, encargaron su ejecución al Gobernador de la villa y su término. Éste comenzó la obra y tan despacio la prosiguió, que tardó más de dos años en concluirla".

Pasados los años y, para iniciar las labores de fundación del Convento, una vez aprobada por las autoridades eclesiásticas, dice uno de los Capítulos de la Constitución que la Condesa donaba a los frailes fundadores "mil ducados, pagados en dinero de contado en la dicha villa de Castellar; los cuales se han de gastar y consumir en la dicha obra y no en otra cosa". Doña Beatriz, sin embargo, se reservó el control de dicha cantidad, siendo ella o su alcaide de la villa los que pagarían a los constructores directamente según se fueran ejecutando las obras. También se comprometió la fundadora a donar a la iglesia conventual "seis casullas y seis frontales de los colores que manda el Ordinario Romano, un crucifijo, una custodia y una arquita de plata que había de servir de sagrario, y dos cálices con sus patenas de plata y ropa blanca del servicio del altar".

En otro lugar de las citadas Capitulaciones se dice que la Condesa donaba, también, a los frailes, "la huerta que está pegada con la dicha iglesia, con sus frutales, e aguas dulces… y que sea suya y propia para ahora y para siempre. Y asimismo doy e aplico e adjudico al dicho monasterio otra huerta que llaman de Guadarranque, que está entre la dicha iglesia de Nuestra Señora de los Reyes y la dicha villa de Castellar".

Entre el 1 y el 7 de mayo de 1603 se fueron reuniendo en el palacio de Madrid, con la condesa de Castellar, los frailes descalzos para que doña Beatriz y sus criadas confeccionaran los hábitos que iban a vestir en adelante. Acabados de cortar y coser dichos hábitos de la orden reformada, los frailes se vistieron con ellos el día 8 de mayo, festividad de San Miguel Arcángel, motivo por el que, en algunos documentos de la época, aparece el Convento nombrado como de San Miguel de la Almoraima.

El Convento de la Almoraima se fundó, con la aprobación de las Capitulaciones, en Madrid, el 19 de abril de año 1603, aunque, para la toma de posesión de los frailes, hubo que esperar la licencia otorgada por el obispo de Cádiz, don Gómez de Figueroa, que se hizo efectiva el 9 de agosto de ese año. Los frailes reformadores descalzos tomaron posesión del monasterio de la Almoraima, en Castellar, el 4 de octubre del año 1603. Para ello, se desplazaron a lomos de acémilas desde Madrid a Sevilla (transportando la imagen del Santo Cristo de la Almoraima) y, desde esta ciudad, en un navío, hasta el puerto de Gibraltar. Desde allí, llegaron a la ermita de Nuestra Señora de los Reyes en los primeros días del mes de octubre.

El documento de la toma de posesión lo recibieron los friales reformados de manos del mayordomo de los Condes, don Melchor Gallegos, que era, también, gobernador de la villa de Castellar, según consta en uno de los cuadros que se conservan en el convento, copia del siglo XVIII de los que fueron pintados en conmemoración del hecho.

En un principio, y hasta que no se construyó el actual edificio, a mediados del siglo XVII, el Convento de la Almoraima se instaló en la ermita de Nuestra Señora de los Reyes y en unas casas anejas existentes frente a la llamada torre de la Almoraima. Para su mantenimiento, la Condesa consignó 941 maravedíes de renta cada año y le agregó la capellanía que fundara el conde don Gaspar Juan de Saavedra, su hijo, en 1596, con la condición de que había de celebrarse misa conventual todos los días, comprendiendo las rezadas por la fundadora y sus sucesores.

El Convento de la Almoraima fue el primero de la Orden Reformada y gozó siempre de la protección de los condes de Castellar hasta que en 1839, a consecuencia de las leyes desamortizadoras impulsadas por el ministro don Juan Álvarez Mendizábal, fue expropiado por el Estado y los descalzos tuvieron que abandonarlo.

Doña Beatriz Ramírez de Mendoza era una ferviente seguidora de Santa Teresa de Ávila y de su reforma de las Carmelitas Descalzas. Además del Convento de la Almoraima, fundó en Madrid el monasterio de las Carboneras del Corpus Christi, de la Orden Jerónima Descalza. En ese convento fue su primera abadesa y en su iglesia reposan sus restos en una hermosa sepultura. Murió novicia, aún siendo superiora del citado monasterio, ya que no pudo profesar debido a una disposición testamentaria. Falleció el día 4 de noviembre del año 1626.

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