Abu l-Walid, un alfarero algecireño del siglo XIII

Estampas de la historia del Campo de Gibraltar

La industria alfarera de Algeciras en esta época sobresalió por la técnica del estampillado

Esta decoración solo era asequible para compradores de un alto poder adquisitivo

Cuño de alfarero hallado en la necrópolis musulmana de Algeciras. En una de sus caras aparece grabado el nombre del alfarero, su dueño: Abu l-Walid.
Cuño de alfarero hallado en la necrópolis musulmana de Algeciras. En una de sus caras aparece grabado el nombre del alfarero, su dueño: Abu l-Walid.

En el transcurso de una de las intervenciones arqueológicas realizadas en la necrópolis musulmana localizada al otro lado de la muralla de la ciudad medieval, entre la Prolongación de la Avenida Blas Infante y la Avenida Capitán Ontañón, en los rellenos que amortizaban unas de las sepulturas, se exhumó un cuño de alfarero de barro cocido, con forma prismática y los cuatro lados mayores, cóncavos, tallados a cuchillo. En los lados menores, presentaba sendas matrices o estampillas en negativo con los motivos a estampar sobre la arcilla aún fresca, antes de vidriar la pieza cerámica y ponerla a cocer en el horno.

Una de ellas reproduce un par de octógonos entrelazados con una roseta o ruedecilla centrada en su interior; la otra muestra un motivo vegetal estilizado. En una de las caras laterales aparece un grafito en árabe cursivo con el nombre de un tal Abu l-Walid, el alfarero propietario de dicho cuño o el artífice que lo talló. En otra de las caras cóncavas hay grabado lo que aparece ser un numeral. En algunos cuños hallados en Salé (Marruecos) por el arqueólogo Alejandro Delpy, también aparecen números grabados en una de sus caras. Este arqueólogo apunta la posibilidad de que, al poseer los alfareros en sus talleres, gran variedad de cuños, estos se señalaban con un numeral para identificarlos y que el artesano pudiera localizarlos en la estantería del obrador donde se hallaran situados cuando los necesitaran.

Un segundo cuño de estampillar se halló en la excavación realizada en la prolongación de la Avenida Blas Infante. Éste tiene una forma bicónica, adecuada para su sujeción a la hora de imprimir los dos motivos localizados en los extremos de la pieza. Su gran tamaño lo hace indicado para ser usado en objetos de formato grande, como tinajas o brocales de pozo. Los motivos decorativos de las dos improntas están realizados mediante la técnica excisa, rebajando el barro con un instrumento cortante. El resultado son dos cartelas cuadrangulares dentro de las cuales se definen los dos motivos caracterizados por su gran esquematismo. Uno de ellos es una flor con botón central y ocho apéndices. El otro consiste en una estilización del Árbol de la Vida (hom) rodeado de cuatro círculos.

El tercer cuño de estampillar, conservado en el Museo Municipal de Algeciras, también hallado en el curso de una de las intervenciones arqueológicas realizadas en la ciudad, es similar en la forma al citado anteriormente. Una de las improntas muestra un sello de temática vegetal y en una de las caras laterales cóncavas aparece una inscripción de difícil interpretación.

Estos relevantes hallazgos, junto a diversos útiles de alfarero, que se conservan en el Museo Municipal, como varios rollos para colocar las piezas a cocer en el horno y media docena de atifles de barro para separar las piezas abiertas (platos y fuentes) e impedir que se peguen en el horno al cristalizar el vedrío, además de los reveladores análisis arqueométricos realizados por los profesores Salvador Domínguez-Bella y María J. Sánchez Aragón de las pastas de las piezas estampilladas, y que dichos profesores aseguran que son arcillas de procedencia local, evidencian la existencia de una potente industria alfarera en la ciudad en los siglos previos a su conquista, en el año 1344, por el rey Alfonso XI, de la que Abu l-Walid no era más que uno de sus representantes. Otros personajes vinculados con la alfarería algecireña medieval son mencionados por las crónicas árabes y los relatos cristianos. El monje del monasterio de Santo Domingo de Silos, Pero Marín, que escribió, a finales del siglo XIII, su famoso libro: los Miraculos romançados, en el que relata la vida y la huida de Algeciras musulmana de algunos cautivos cristianos, escribe que, en el año 1285, el cautivo Domingo de Merlán fue vendido en la alhóndiga de Algeciras por doce doblas a un tal Mahomat Almocadén, que era tendero del rey, y a Mahomat el Ollero, sin duda uno de los alfareros de la ciudad que, posiblemente, también fuera vendedor del producto que fabricaba en el zoco. A principios del siglo XIII, el místico y poeta murciano Ibn Arabí, en su obra Epístola de Santidad, se refiere a un santo de Algeciras cuyo oficio era el de vendedor de loza.

Se han hallado numerosos testimonios (fragmentos y piezas completas) de cerámica común, bien bizcochadas, pintadas o vidriadas, de muy variada tipología, en el transcurso de las intervenciones arqueológicas, ya mencionas. Sin embargo, sería común la técnica del estampillado, decoración consistente en la aplicación sobre la superficie de la arcilla en fresco, antes de ser cocida en el horno, de un sello o impronta por medio de un cuño, procedimiento decorativo ya utilizado en la prehistoria y en el antiguo Egipto, pero que adquirió un gran protagonismo en época romana. Las lujosas vajillas de terra sigillata del período altoimperial eran marcadas por los alfareros dueños de los talleres cerámicos, con un sello estampillado en el centro de la pieza, que contenía el nomen o cognomen del alfarero y que servía para identificar la figlina u officina de producción de la misma. Aunque se usó con profusión posteriormente, sobre las piezas de terra sigillata africana, con motivos muy variados -algunos de temática cristiana- en el interior de las piezas abiertas, como los platos y las fuentes.

Pero, sería en la etapa medieval, en los territorios ocupados por el islam, y en Algeciras de manera especial, donde esta técnica alcanzó su mayor expansión, belleza, calidad y variedad de los motivos decorativos utilizados: vegetales, geométricos, arquitectónicos o epigráficos. También destacaron en nuestra ciudad, por su calidad, los objetos sobre los que se aplicaban las improntas: tinajas, brocales de pozo o aljibe, pilas de abluciones, apliques arquitectónicos, estelas funerarias, etcétera. En estas labores sería, sin duda, un reputado maestro el alfarero Abu l-Walid que debió vivir en el siglo XIII o primeras décadas del XIV.

La industria alfarera establecida en Algeciras, en esos dos siglos, sobresalió, en la técnica del estampillado, por encima de las producciones que se estaban elaborando en otras zonas cercanas de al-Andalus, menos variadas y de peor calidad, al margen de los numerosos testimonios que se han recuperado, en el transcurso de las excavaciones realizadas en la ciudad en las últimas décadas, de cerámica común, aunque éstos bien podrían proceder de alfares locales o foráneos.

La cerámica estampillada algecireña era una cerámica de lujo. A diferencia de la cerámica común, sólo bizcochada, pintadas o vidriada, que eran objetos baratos adquiridos por todas las clases sociales, los objetos decorados con el estampillado bajo vedrío, generalmente verde, aplicado sobre grandes soportes -tinajas, brocales de pozo y pilas de abluciones- presentan una gran variedad y perfección de los motivos decorativos. Estos objetos decorados con esta complicada decoración, eran muy caros, solo asequibles por compradores de un alto poder adquisitivo, instituciones públicas o centros religiosos (pilas de abluciones).

En algunas piezas cerámicas las improntas se colocaban aisladas y sin un orden determinado, especialmente las que tenían forma de ruedas o de almendras. Pero, las que se aplicaban sobre grandes tinajas o brocales, que consistían en estampillas cuadradas o rectangulares de mayor tamaño, con motivos vegetales, geométricos o epigráficos, se estampaban formando cenefas que rodeaban toda la circunferencia de la pieza. En la parte central de las tinajas se colocaban improntas grandes rectangulares que representaban arquerías con arcos de herradura polilobulados. Las tinajas destinadas a contener agua sólo se vidriaban en su parte superior, dejando bizcochada la inferior para que, como en nuestros actuales botijos, transpirara y se mantuviera fresco el líquido que contenía.

Estas tinajas, frecuentemente, presentaban unas estampillas de tipo epigráfico con las eulogias ‘afiya (salud), baraka (bendición), al-yumn (la felicidad), al-mulk (el poder) o al-tawfiq (la asistencia divina). Es probable que estas eulogias las mandaran poner los compradores al alfarero en las tinajas con la finalidad de que actuaran como un sortilegio que preservara la pureza del agua que iba a contener o que concediera a su dueño salud, felicidad o la bendición de Dios.

En cuanto a la comercialización de los productos elaborados por la industria alfarera algecireña en los siglos XII, XIII y XIV, se puede avanzar la hipótesis de que transcendía al ámbito puramente local. Quizá las tinajas, brocales de pozo, pilas de abluciones y otros objetos lujosos decorados mediante la técnica del estampillado hechos en Algeciras se exportaran, en este lado del Estrecho, a ciudades como Ronda, Estepona o Marbella y a la zona de Cádiz y Jerez antes de la debacle almohade y de la conquista de estos territorios por Castilla. Es probable que también se vendieran en el norte de África, donde se han hallado fragmentos de tinajas decoradas con estampillas muy semejantes a las que muestran tinajas o brocales de pozo exhumados en las excavaciones realizadas en Algeciras.

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