Real Balompédica - Vélez CF | La crónica

La victoria más amarga (3-1)

Aridane Santana celebra uno de sus goles

Aridane Santana celebra uno de sus goles / Erasmo Fenoy

Se atribuye nada menos que a (Don) Vicente del Bosque la frase “el éxito sin honor es el mayor de los fracasos”. Se permuta el término éxito por el de victoria y cuela perfectemente. La Real Balompédica derrotó a un Vélez CF en descomposición desde diciembre y se coloca a cinco puntos de la cuarta y quinta plazas y ya con unos tranquilizadores seis de renta sobre el descenso. Un 3-1 llega, generalmente, acompañado de grandes loas. Y el hat-trick de un delantero (Aridane Santana) que podría pasar por el más discutido de la historia si no fuese porque el recuerdo de Gerard Oliva está demasiado reciente llenaría horas de radio y espacios en las webs de la zona. Pero, de verdad, no salen los elogios.

Y no salen porque la realidad es que la Balona venció por aplastamiento a un rival cuajado de chavales que comenzaron la temporada en Segunda y Tercera Andaluza, que entrena cuando entrena y como buenamente puede, al que el último cuarto de hora le costaba, literalmente, mantenerse en pie. Un Vélez que demostró toda la vergüenza torera que le ha faltado a esta Balona durante gran parte de este curso. No cabe orgullo alguno a los linenses por esta victoria. Hay triunfos que dejan peor sabor de boca que una derrota. Seguramente porque entre las infinitas enseñanzas que dejó (Don) Gabriel Navarro Baby en su largo caminar por esa centenaria entidad es que a veces, muchísimas veces, este bendito deporte es bastante más que un resultado.

Dijo Fernández Rivadulla (que después de un mes al fin celebró un triunfo) en su desembarco que quería una Balona “alegre, de la que su afición se sienta orgullosa”. Pues después del primer tiempo se escucharon improperios de todo tipo. Orgulloso, lo que se dice orgulloso, no se veía al público. Al final tampoco demasiado, pero por lo menos estaba menos enfadado. Ante un rival desgarrado por su situación que daba una sensación de dignidad que producía envidia (nada sana) la Balompédica era incapaz no ya de marcar, sino de crear peligro. Tanto es así que el primer sobresalto fue un mal despeje de Diego Jiménez que tuvo que sacar Facu Ackerman de cualquier manera. Por entonces empezaron a escucharse los murmullos.

La Balona no tenía ni fútbol ni actitud ni nada. Estrellaba su manejo cansino del esférico en un multitudinario repliegue de los de la Axarquía, una fórmula como otra cualquiera, cargada de amor propio, para poder siquiera competir.

Hasta el 41' no lo intentó el equipo de casa, que ya por entonces había escuchado música de viento. Lanzó Javi Pérez y Jesús Moreno se vino arriba con una certera parada.

Y en estas llegó el 45. Esta vez no fue un córner, pero si un balón parado. Un saque de banda en concreto. Jankulovski la puso dentro del área, Nani (que lleva una rachita...) despejó entre mal y peor y el esférico se fue justo donde estaba Dani Cosano. Sin nadie que le flotase, que le entorpeciese siquiera un poquito. No se sabe muy bien qué leches está trabajando el equipo de La Línea en este tipo de jugadas. Porque es una semana, y otra y otra. El chavalín -uno de los que comenzó la temporada en el B- empaló como si no hubiese un mañana y puso por delante a los malagueños, justo antes del intermedio. 

Da igual lo que vino después. El ridículo ya era mayúsculo. Si ese primer tiempo lo hace la Balona con Mere en el banquillo el portuense igual no empieza ni la segunda parte en el cargo.

Tras el intermedio Fernández Rivadulla buscó en los cambios las soluciones y a fe que las encontró. Todas sus decisiones fueron certeras en ese apartado. Dio entrada a Pitu y Antonio Romero (que jugó sus mejores 45 minutos en muchísimo tiempo) por Adri Peral y Nando Copete, que se habían cubierto de gloria (como tantos otros) en los primeros cuarenta y cinco minutos. De algo sirvió la acción del míster, porque mitad por criterio (otra vez cuando João Pedro juega por dentro) y mitad por vergüenza, al menos daba la sensación de que había cierto interés en lograr revertir el marcador Pero vaya que salvo por un golpe franco lanzado por Antonio Romero, nada.

Poco después el míster tomó la decisión que salvó a los de casa de un auténtico escarnio: dar entrada a Aridane Santana. Y hacerlo en el lugar de Javi Pérez, que igual va perdiendo el salvoconducto de intocable. Por algo será.

Para entonces al Vélez, que por muy bajo que fuera su nivel no se le puede hacer el más mínimo reproche, ya le temblaban las piernas. Hasta el postero parecía asfixiado. Y fue cayendo como un boxeador que ha recibido muchos golpes en el hígado, pero que se mantiene en pie por dignidad. Antonio Romero (66') dio una asistencia a Aridane que el canario convirtió en el empate. Un gol muy celebrado en el campo... pero no tanto en la grada. Igual por desencanto. Igual por empatía.

El partido se convirtió en un asedio. El Vélez escuchaba una y otra vez el comienzo de la cuenta de diez porque se sabía al borde del KO. Y llegó el 85' y el tarifeño Pepe Greciano la metió en el área para que otra vez Aridane Santana acertase con el marco (2-1).

Más tarde, ya en el añadido, llegó el tercero. El reflejo de lo que estaba sucediendo en el césped. Chocaron Jesús Moreno y Sunday Ocheche, que ya no podían con su alma, y dejaron que Aridane Santana convirtiese a puerta vacía. Pudo llegar el cuarto, pero un defensa acertó a desviar un lanzamiento de Greciano.

Al final la afición casi aplaudió más a los visitantes que a los de casa. Los jugadores del Vélez, un poco sorprendidos, agradecían con gestos las muestras de cariño de una hinchada que hasta el las victorias insípidas sabe estar. Y que entendía que el rival, que no trajo ni entrenador, bastante hizo con lo que hizo.

Es muy, pero que muy triste, que después de un triunfo (el primero en casa desde comienzos de enero) que brinda siquiera una oportunidad de seguir echando cuentas tanto los aficionados de aquí como seguramente los que pueblan el palco infinitivo se anden preguntando en qué se ha convertido esta Balona que un día fue bautizada como la Recia.

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