Real Balompédica Linense - CD Don Benito | La crónica

Una vergüenza en blanco y negro (1-3)

  • Una Balona sin alma enlaza, ante el Don Benito, su séptima derrota, la peor racha de su historia

  • La afición arremete contra los albinegros incluso antes del final

Buba se lleva las manos a los oídos después de hacer el primer gol del partido.

Buba se lleva las manos a los oídos después de hacer el primer gol del partido. / Erasmo Fenoy

El término vergüenza no es suficiente para abarcar el sentimiento que invade a los aficionados de la histórica Balona. La más extrema de las hipérboles, tampoco. El ¿equipo?, es un decir, de La Línea encajó este domingo su séptima derrota consecutiva, algo que nunca –sí, sí, nunca– había sucedido con los albinegros en Segunda B. Lo hizo ante un Don Benito al que le bastaron amor propio y necesidad –porque de fútbol anda más bien justito– para sumar un triunfo que para los calabazones vale su peso en oro. La abnegada hinchada de esta centenaria entidad estalló antes del final. Porque se siente engañada, atracada en lo más íntimo de sus sentimientos. Algo que no soporta esa sabia afición es tener que presenciar como se mancilla todo lo que para ella es sagrado. Y la Balona y sus valores, lo son.

Los que sigan en el vestuario local del Municipal la temporada próxima, empezando por el propio entrenador, no es que empiecen con poco crédito, es que inician la andadura con números rojos en su credibilidad. Lo que sucedió en este último partido en casa es, sencillamente, inadmisible. Y cualquier intento de paño caliente supone una falta de respeto a los que piensan en blanco y negro. Para los que sienten en esos colores. Que nadie olvide que esa hinchada premió a estos jugadores con aplausos cuando perdieron ante el Cartagena. Pero esto... esto sencillamente no.

Roger, después de una semana sin descanso a sus hombres que, a la vista está no dio demasiados resultados, movió un poco la alineación. Seguramente no con la intención de señalar a nadie, pero dejó toda la pinta. Al Don Benito, cuyo presupuesto es ínfimo, le temblaban las piernas con la responsabilidad de tener a tiro de piedra una permanencia que para el club alcanza un carácter histórico. Porque es histórico todo lo que nunca ha sucedido.

Mientras el rival se asentaba en el campo la Balona por lo menos controlaba el esférico. Y David Moreno y Pirulo trenzaron una estupenda triangulación y dejaron a Buba solito delante del marco. Esta vez acertó. Al nueve no se le ocurrió nada mejor que llevarse los índices a los oídos y mirar a la grada. Después de hacer dos puñeteros goles en toda una vuelta, no es precisamente de lumbreras desafiar a la parroquia. Tras el gol cada vez que tocaba el balón oía música de viento. El gol era el primer disparo de la Balona a puerta en todo el partido. También el último.

A partir de ese momento el ¿equipo? de La Línea desconectó. Se quedó sin alma. Como lo hizo de la competición después de asegurarse la salvación en Murcia. El conjunto extremeño, empujado por la necesidad, dio un pasito hacia adelante. Y no encontró réplica. Lamentablemente no encontró nada.

Poco después de la media hora Carlos Expósito hizo una falta innecesaria. Lejana. Santana le pegó de dulce, el cuero tocó madera, se fue a la espalda de Montoya y acabó dentro del marco. Con suerte, pero un golazo. Era el 1-1. El principio del fin.

Lo del después no se puede escribir que sea para olvidar porque a la afición de La Línea le va a costar pasar por alto esa falta de respeto a sus colores. Esa profanación de sus centenarias señas de identidad. Porque a este este equipo, aunque a alguno no parezca importante porque igual ni lo sabe, el maestro Reinaldo Vázquez lo bautizó como Recia por algo. Por todo lo que ayer no tuvo. Por todo lo que lleva faltándole dos meses –para ser exactos, excepto en su visita a Huelva–.

En el 69’ la defensa permitió a Sillero controlar de espaldas al marco, voltearse y fusilar. Uno de esos goles que a estas alturas de la temporada y más en un equipo al que antes costaba Dios y ayuda meterle un gol dejan una sensación muy rara. Muy desagradable.

La afición, que ya llevaba rato calentita, empezó a enfadarse mucho. Y a cinco del final a Pepe Bernal le pusieron la alfombra roja para que llegase hasta el marco e hiciese el tercero. El gol que garantiza que el Don Benito ya no pueda caer a descenso directo.

Fue el detonante. Los murmullos y pitos se transformaron en reproches. “Esta camiseta, no os la merecéis”, escupía la grada, que se acordaba también del míster y del director deportivo, Mario Galán.

La caída del telón en casa no pudo ser más sonrojante. Más triste, más vergonzosa. No hay excusas, inocentes ni consuelo. La Real Balompédica Linense no merece esto.

Lo único bueno es que, como defiende todo un sabio como Gabriel Navarro Baby, en el fútbol todo es efímero y cambiante. Porque en caso contrario, la temporada próxima iban a tener que regalar los abonos como en su día sucedía con los teléfonos móviles: regalarlos con cada cien gramos de choped.

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