Real Balompédica - CP Villarrobledo | La crónica

(1-0) Ganar, ganar y volver a ganar

  • La Balona gana un partido horrible con un gol de Koroma en el 86'

  • Los visitantes pagan con el tanto de derrota un 'truco' para perder tiempo

  • Calderón hilvana tres victorias en otros tantos encuentros como entrenador

Koroma, de rodillas, y Pito Camacho, en el suelo, festejan el triunfo sobre el Villarrobledo

Koroma, de rodillas, y Pito Camacho, en el suelo, festejan el triunfo sobre el Villarrobledo / Erasmo Fenoy

Bien está lo que bien acaba. La Balona sobrevivió a un partido horripilante –sobre todo en su primera mitad– y sumó tres puntos que mantienen la marcha inmaculada de Antonio Calderón desde que desembarcó en el cargo. Tres victorias en otros tantos compromisos. Koroma, que comenzó el duelo en el banquillo, anotó dentro del área en el 86’ el gol del triunfo de los de casa, que pocas, muy pocas veces, sumarán una victoria habiendo necesitado de menos méritos. Entre otras cosas porque para eso precisa de un rival con tan pocos argumentos como un Villarrobledo que llegó al Municipal con solo quince jugadores y se marchó sin lanzar entre los tres palos de la portería de Javi Montoya.

La Balona ganó uno de esos partidos en los que se imponen los equipos que acaban haciendo cosas importantes. Uno de esos en los que resulta muy complicado encontrar cuáles fueron los méritos para hacerse con los tres puntos. Un merecimiento que no fue más allá de ser levemente superior a un equipo que está cogido con alfileres, al que el miedo que produce no haber ganado fuera logró ir metiendo atrás hasta que un error, al filo del final, le costó una nueva derrota. La décima en once viajes. Lo que sucede, las más de las veces, cuando cualquier conjunto invita al rival a venirse sobre él.

El primer tiempo fue un castigo. De largo lo peor que se ha visto en el Municipal en muchos, muchísimos meses. Por no arriesgar y hablar de años. La Balona se quedó enredada en el orden de un rival que hizo del repliegue intensivo una virtud, pero se olvidó de que existía el medio campo restante. Como mucho, alguna triangulación más o menos organizada, pero sin peligro alguno.

Los de La Línea, por su parte, echaban mucho de menos al sancionado Tomás. Sin el algecireño no había penetraciones por banda, no había chispa, no había nada. El balón, por algún extraño motivo, estaba más tiempo en poder de los centrales albinegros que del resto de sus compañeros. Nadie encontraba a nadie.

Lo más parecido a una ocasión tuvo lugar en el 20’. Un golpe franco ejecutado por Manu Molina tropezó en la barrera y acabó cayendo muy cerca del marco en pies de Pito Camacho que, en posición complicada todo hay que decirlo, estrelló el esférico en el meta visitante. De ahí al descanso nada. Absolutamente nada.

La segunda parte, siendo mala, muy mala, al menos tuvo cosas. Si alguien quiso la victoria fue la Balona. Siquiera porque fue metiéndose en el campo contrario. Mitad por empuje, mitad por invitación implícita del rival, que acabó defendiendo, literalmente, con seis.

La entrada de Koroma proporcionó parte de la mecha que el equipo albinegro necesitaba. Resulta complicado explicar por qué no comenzó el partido en vez de Kaya. Imposible resolver la ecuación de la causa de que el sierraleonés fuese suplente en un once del que formó parte un indolente Tito Malagón.

A base de hacer acto de presencia en la zona enemiga empezaron los avisos. Dopi por dos veces en el 55’ y el 63’... pero faltaba algo. Y por eso el público estaba desconectado, como ausente.

El Villarrobledo fue acumulando hombres y hombres atrás y aunque en el 78’ Agus Alonso disparó desde fuera del área contra el lateral de la red, la proyección ofensiva de los albaceteños era nula.

Y llegó el 85’. Perona se fue al suelo cual cadáver y el árbitro dejó que fuese atendido. Cuando el defensa se levantó, consciente el juez de la contienda de que había más de eso que se da en llamar el otro fútbol que de lesión propiamente dicha, le mantuvo junto a la banda, pidiendo con insistencia volver al rectángulo de juego.

En esas Sergio Rodríguez, que había saltado al campo para actuar como carrilero zurdo y estuvo a muy buen nivel, la puso junto al marco, los defensas a los que Perona había dejado huérfanos despejaron mal, al centro, junto al punto de penalti y allí apareció Koroma para indultar a su equipo y darle la victoria.

La afición, la misma que cinco segundos antes seguía el choque en silencio o como mucho dejaba oír murmullos de desaprobación, celebró el tanto a lo grande. Hay victorias que se recuerdan y otras que solo se contabilizan. Pero todas cuentan lo mismo. Y desde que está Calderón, solo hay victorias. Eso sí, con el fútbol que se vio va a ser complicado que acuda más gente a la grada.

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