UE Cornellà - Real Balompédica | La crónica

Romerito pende de un hilo (1-0)

  • La Balona enlaza su quinto desplazamiento sin marcar y cae en Cornellà

  • Los albinegros tiran la primera parte y solo reaccionan al final, con los cambios

  • La continuidad del entrenador, tras un triunfo en once jornadas, más que en entredicho

Romerito, durante el partido de este viernes en Cornellà

Romerito, durante el partido de este viernes en Cornellà / José Raúl González

Romerito fue un excelente futbolista, es un entrenador discutido y también un pésimo profeta. El martes, en una entrevista concedida a Europa Sur, vaticinó que la Balona, su Balona, remontaría el vuelo y ganaría en Cornellá. Y sucedió todo lo contrario, que el equipo de La Línea volvió a dar una pésima imagen -muy especialmente en la primera mitad- y se vino de vacío de El Prat. Mucho, pero mucho, tienen que cambiar las cosas para que en las próximas horas el presidente, Raffaele Pandalone, no indique con su pulgar hacia abajo y dé por finalizada la etapa del técnico en el banquillo. Un triunfo en once jornadas, cinco desplazamientos consecutivos sin marcar, un calendario que aterra por delante y que los puestos de descenso están cada vez más cerca avalarán, si es que llega, esa siempre indigesta decisión.

El técnico se jugó la que puede ser que sea su última mano con tres centrales. En el primer tiempo el equipo mostró encefalograma plano. Solo existió muy al final del duelo, cuando rompió el dibujo e hizo cambios. Tarde, muy tarde cuando hay tanto en la partida. En el conjunto de los noventa minutos el triunfo del Cornellà es justo. Un equipo que lanza su primer córner a los 74 minutos y que su única ocasión es un disparo del capitán Antoñito que se fue cinco metros fuera del marco no puede aspirar a otra cosa que a perder. Y ya son demasiados viajes en balde.

En el primer periodo la Balona sencillamente no parecía estar en uno de esos partidos que se catalogan de final. Ya se sabe que es difícil la aclimatación al peculiar terreno de juego de Cornellà, pero tan cierto como eso es que no debe servir de excusa. O al menos de salvoconducto. A la Balona, además de adaptación, le faltaron fútbol y amor propio. Raza. Salvando una internada a los pocos segundos de comenzar con Antoñito mandando el esférico al borde del área pequeña, ni se dejó ver por las cercanías de Lucas Anacker. Vaya, más bien es que apenas pasó del centro del campo con un poco de control.

Los primeros 45 minutos fueron un monólogo del equipo de Casañ, cuyos jugadores ganaban todos los balones divididos y, una veces arrastrando el esférico y otras mediante el siempre socorrido sistema del patadón y tentetieso iban encerrando a los de La Línea.

A los 21' sucedió lo que tenía que suceder y en un córner, botado por Gil Muntadas, Carlos García cabeceó en el área pequeña después de que Nacho Miras saliese a por uvas y de que Nico Delmonte se contentase con oponer una resistencia testimonial. Un claro ejemplo del desastre que es esta Balona en el juego aéreo y de la falta de intensidad con la que estaba jugando.

El tanto espoleó a los barceloneses y acabó por achicar a una Balompédica que solo hacía correr detrás del balón. Como pollos sin cabeza que dijo aquel. Y en lo que restaba del primer capítulo pudo llegar el segundo. En el 26' otra vez la pelota paseándose por el espacio aéreo de los visitantes, Moha Traoré que mandó atrás desde la línea de fondo y el cabezazo de Chiki que tenía olor a sentencia lo sacó Nacho Miras sobre la misma línea. En el 27' y el el 30' volvió a intentarlo el conjunto de casa, desde fuera del área y sin suerte.

En el tramo final de este primer tiempo se produjo una de esas jugadas que hacen estirar la cabeza a los aficionados. Connor Ruane cayó dentro del área en una acción que da la sensación de que no merecía sanción alguna. Pero es muy significativo de que los jugadores de Romerito, conscientes de lo que se estaban jugando y de lo que se estaba jugando su entrenador, ni siquiera protestaron al árbitro. Un síntoma de una indolencia que indigna.

La segunda mitad comenzó con el mismo guión. Entre otras cosas porque la Balona no se atrevió a mover las ramas, a intentar algo. Lo que fuese. Como si a esas alturas tuviese ya algo que perder. Y así el conjunto de casa acarició el tanto.

Nacho Miras se rehizo a su error en el gol y mantuvo vivo a los suyos con dos paradones en el 62' (en un lanzamiento lejano pero con muy mala uva de Gil Muntadas) y sobre todo en el 63' cuando sacó con el pie un disparo a bocajarro de Conpi, uno de los mejores entre los anfitriones.

En el último tramo apareció la vergüenza torera. Pero como cantaba Aute ya era demasiado tarde. Con pinceladitas de Koroma y con una sensación de querer hacer en un cuarto de hora lo que no se había resuelto en los 75' minutos precedentes. En el último rato, como los malos estudiantes. La Balona dominó sí -faltaría más- pero el portero local no hizo una sola parada. Otra vez lo mismo.

Y en el 85' llegó el último indulto del Cornellà. Kike López estrelló un disparo en el poste. Solo sirvió para alargar la agonía. Hasta que llegó el 94' y el pitido final. Que suena a fin de ciclo.

La Balona agoniza y sigue bajando peldaño a peldaño por la clasificación del grupo II de la Primera RFEF. Aun quedan muchos puntos para conquistar la permanencia. Y la sensación de vértigo ya es inaguantable. Como dijo aquel, parece que van a pasar cositas.

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